Pintó soles, paisajes, niñas jugando, hombres bañándose en el mar, parejas besándose. Y pintó vampiresas, asesinos, tuberculosos, seres angustiados y la muerte, la muerte por todas partes. Fue naïf y fue tétrico. El universo pictórico de Edvard Munch (1863-1944), profundamente simbolista y precursor del expresionismo alemán, no se reduce a El Grito y La Madonna, sus cuadros más famosos. Fue tan complejo y agitado como su psique, maltratada por los nervios y el alcohol a medida que avanzaba hacia la madurez y el vacío existencial. A Oslo, ciudad que le vio crecer, legó todas las obras que aún estaban en su poder. A la ciudad que amó, odió -"allí habita el enemigo", decía- y volvió a amar.



Fue un artista compulsivo: más de 1.000 cuadros, 15.000 grabados y 4.000 dibujos y acuarelas conformaban ese legado del que Oslo, Noruega y el mundo se regocijan hoy. Este miércoles, doce del doce del doce, se presenta la programación oficial del Año Munch: 2013, cuando se cumplen 150 de su nacimiento.



A partir de enero, explica el director del Museo Munch, Stein Olav Henrichsen, comienzan los actos de conmemoración: conciertos, publicaciones especiales, proyectos artísticos, conferencias... pero el plato fuerte no llegará hasta junio, con la mayor exposición monográfica de Munch hasta la fecha, con casi 300 obras del pintor, organizada por el museo dedicado a su figura y la Galería Nacional de Noruega y entre las que se cuentan, además de sus obras más importantes, otras menos conocidas, así como la reconstrucción del Friso de la vida (1902) y el Friso de Reinhardt (1906-1907).



Las huellas de Munch están por toda la capital del país escandinavo. En su museo se conservan 24.000 obras suyas: la herencia directa del artista más las obras compradas y donadas por su hermana, Inger, y otras adquisiciones posteriores. De las cuatro versiones de El Grito, dos se conservan aquí -una al óleo y otra al pastel-. También hay múltiples versiones de La Vampiresa, fruto del enorme interés de Munch por la experimentación técnica. Muchos esfuerzos dedicó a un tipo de litografía que, tras una primera impresión para fijar el dibujo, añadía capas de color mediante un sistema de piezas de madera a modo de puzle.





Sistema de piezas de madera con el que Munch daba color a sus grabados.



La exposición que alberga actualmente el Museo Munch, El ojo moderno, explora, precisamente, su interés por la conjunción de arte y tecnología, encarnada en la fotografía y las primeras manifestaciones cinematográficas, cuyas características -cinética, doble exposición...- trasladó al lienzo. Una muestra que, a su paso por París, Londres y Frankfurt, ha reclutado un millón de visitantes.



En principio, 2013 debería ser también el año en que empiece a construirse una nueva sede para el museo, pero los políticos no acaban de ponerse de acuerdo a la hora de decidir su futura ubicación. Unos quieren mantenerlo en su lugar actual, para que siga siendo un elemento dinamizador del barrio obrero de Tøyen. Pero lo más seguro es que se traslade a la hipermodernizada zona de Bjorvika, cerca de la imponente Ópera de Oslo, construida en 2008 y ganadora del Premio Mies van der Rohe. Lo que sí es seguro es que el nuevo edificio será construido por el estudio del español Juan Herreros, será cinco veces mayor que el museo actual y tendrá un área expositiva el triple de grande. Igualmente, se espera atajar, de una vez por todas, los problemas de seguridad que hicieron posibles los famosos robos de 1988 y 2004.





Primer boceto para El Grito.



Siguiendo la pista de Munch por la ciudad, llegamos a la Galería Nacional, que alberga 57 obras del artista, entre ellas una tercera versión de El Grito y la célebre Madonna, así como otras obras pintadas entre 1882 y 1903, como una de las versiones de Pubertad. En el Aula Magna de la Universidad, en la avenida principal de Oslo, la Karl Johans Gate, nos esperan 11 enormes pinturas murales de Munch que representan a las distintas disciplinas del saber, presididas por un paisaje soleado. El proceso fue polémico: aunque el pintor ganó en el concurso público para decorar el salón de actos tras disputar en 1911 la final con Emanuel Vigeland -hermano del famoso escultor-, hace poco se descubrió que su propuesta no le gustó demasiado a la universidad, que estuvo a punto de rechazar las pinturas que ahora exhibe orgullosa.



Munch está presente, además, en lugares tan dispares como el Ayuntamiento, que luce un cuadro suyo en un salón donde se celebran bodas civiles, y la fábrica de chocolate Freia, en el distrito de Grünerløkka. En los años veinte, su dueño, muy atento al bienestar de sus empleados, encargó a Munch un friso para decorar la cantina.



Saliendo ya de la ciudad, a ambos lados del fiordo, se encuentran otros lugares donde Munch vivió y trabajó, como la colina Ekeberg, desde donde se puede ver el paisaje que aparece en El Grito y donde hoy se alza uno de los mejores restaurantes de la ciudad; el pueblecito pesquero de Asgardstrand, el lugar que añoraba cuando estaba en el extranjero o se sentía deprimido; y su estudio de Ekely, donde residió y pintó hasta su muerte a los 80 años de edad.





Tumba de Edvard Munch en el cementerio de Æreslunden, Oslo.