Andreu Alfaro



Tenía 83 años y era premio Jaume I (1980) y Nacional de Artes Plásticas (1981). Andreu Alfaro (Valencia, 1929-2012) fue sobre todo uno de los nombres fuertes de la renovación de la escultura en España después de la posguerra. Autodidacta y artista tardío, se inició como dibujante y pintor en la década de los 50 y no fue hasta 1958 cuando realizó sus primeras esculturas, pero su lenguaje, tras unos comienzos ciertamente informalistas, pronto contribuyó a leer de otro modo el concepto construtivo del soporte tridimensional, uno de los más significativos en el desarrollo de la escultura moderna. En 1959 se integra en el Grupo Parpalló, contribuyendo a su reorientación ideológica hacia un arte analítico que entonces se denominó normativismo.



Exponía con regularidad en Madrid, en la galería Metta, y aquí pudo verse también su primera gran retrospectiva en el Palacio de Velázquez del Retiro, en 1979. Coincide esta muestra con un importante giro en su trayectoria: Alfaro retorna a problemas básicos como el volumen o introduciendo otros nuevos como la figuración, a partir de reflexiones sobre grandes motivos culturales (el cuerpo humano, el Barroco, la figura de Goethe, el tiempo y la memoria, los kuroi), a la vez que se sirve de materiales más tradicionales como la caliza o el mármol.



Homenaje a Leonardo, 1971

Ya en 2007, el IVAM le dedicó en en su Valencia natal una importante muestra que venía a paliar de algún modo la asuencia del artista del panorama valenciano (la anterior exposición se había celebrado en el mismo centro en 1991).



Mención aparte merecen sus grandes esculturas que, construidas a escalas sorprendentes y con una vocación de integrarse en los espacios públicos como verdaderos monumentos colectivos, se encuentran en numerosas ciudades españolas (Valencia, Barcelona o Burgos) y alemanas (Colonia, Maguncia o Francfort). En Madrid, su pieza Un mundo para niños de 1971 puede verse en el Museo de Arte Público al aire libre (bajo el paso elevado de la Castellana) y los enormes arcos de acero de la Avenida de la Ilustración (La puerta de la Ilustración, 1984) también llevan su firma.



La puerta de la Ilustración, Madrid, 1984

De sus piezas, geometría en acero y aluminio y piedras talladas, escribió nuestro crítico José Marín-Medina: "Las composiciones de Alfaro se tornan modulares, cruciformes, alineadas, mesurables, reavivando la poética arquitectónica de Rodchenko, las construcciones volumétricas de Vantogerloo y las columnas sin fin de Brancusi, en busca de lo absoluto, más allá de la proporción de monumentalidad". Y eso es lo que nos queda.