Pierre Huyghe: Untitled, 2011-2012 (dOCUMENTA (13)

Sumario: Lo mejor del año

En la escena internacional, dOCUMENTA (13) ha sido la mejor exposición del año. Su idea de evento para ser vivido ha convencido a espectadores y crítica. Javier Hontoria hace un repaso por algunas de las muestras más interesantes, de las que durante el año ha hablado El Cultural.

Este año será recordado, principalmente, por la estupenda dOCUMENTA (13) que pudo verse durante el verano en la ciudad alemana de Kassel. El consenso es amplio. El proyecto de Carolyn Christov-Bakargiev y Chus Martínez, que se había parapetado en las semanas antes a la inauguración tras un raro hermetismo y la enigmática proclama del "concepto del no concepto", resultó ser una exposición abierta y riquísima, con un pie puesto en lo real y otro en la utopía, con posiciones ancladas en el trauma y alojadas en la esperanza. En este sentido, Chus Martínez confesaba a El Cultural que dOCUMENTA (13) no era una exposición al uso, pues no sólo se contemplaba sino que también podía vivirse, algo que se infiere visiblemente de no pocas situaciones, como la que propició el francés Pierre Huyghe con una epatante propuesta.



Vista de la Trienal de París

No ha sido la única gran exposición del año aunque, probablemente, haya concentrado el mayor caudal crítico. En 2012 también se organizaron las bienales de La Habana, Berlín y São Paulo, y la Trienal de París. Si las dos primeras resultaron fallidas, a excepción de la prodigiosa intervención que el mexicano Gabriel Orozco realizó en la capital cubana, las exposiciones de París y São Paulo sí merecen ser destacadas, ambas armadas sobre la densa trama conceptual diseñada por dos gigantes del comisariado internacional: Okwui Enwezor y Luis Pérez-Oramas, respectivamente. Enwezor, fiel a su ideario, denostaba las exposiciones de carácter nacional que hasta entonces había promovido la Trienal de París, aplicando un discurso que trascendiera el problema de la identidad y ahondara en la exploración de los paralelismos entre las metodologías etnográfica y artística. La Bienal de São Paulo ofrecía una muestra de gran carga poética y escasas concesiones al mercado, de cuyas garras parecía saber zafarse, algo que, en nuestros días, es digno de mención. Titulada La inminencia de las poéticas, fue un proyecto personal y clarividente, sobrio en su planteamiento espacial y poco festivalero, propio de alguien más interesado en la esencia real del arte que en la ruidosa y estéril frivolidad que lo rodea.



Al margen de las bienales, llamó la atención la inclinación hacia la revisión del asunto de las utopías por parte de no pocas instituciones. Es el signo de nuestro tiempo. El Museo Tinguely realizó una exposición sobre Vladimir Tatlin y el Van Abemuseum de Eindhoven acoge estos días el exuberante diálogo entre Illya y Emilia Kabakov y el gran El Lissitzky. Fueron demoledoras las retrospectivas dedicadas de Jimmie Durham en el M HKA de Amberes y la organizada por el Stedelijk de Ámsterdam en torno a Mike Kelley. La inquebrantable posición de ambos artistas ante lo comúnmente aceptado les ha convertido en verdaderos clásicos. Durham es un artista extraordinario, y su retrospectiva, también ambiciosa en su tamaño, arrojaba buena luz sobre todas las facetas de su obra, si bien se escucharon no pocas voces contrarias al montaje de la exposición. La dedicada a Mike Kelley es otra muestra de una magnitud enorme, un proyecto con el que el Stedelijk Museum de Ámsterdam recupera el lugar hegemónico que perdió durante la década que estuvo cerrado por obras. Kelley, que se suicidó a principios de este año, fue uno de los grandes exponentes del arte estadounidense, un creador voraz, faro insustituible para más de una generación de artistas. No hay que olvidar la gran retrospectiva de Nedko Solakov que está recorriendo diferentes instituciones europeas, concebida desde la singular destreza conceptual del propio artista.



El Centre Pompidou de París estrenó la gran muestra sobre Dalí que recalará en el Reina Sofía la próxima primavera. Y en Londres coincidieron dos gigantes de la pintura inglesa del siglo XX, Freud y Hockney, entre los que se coló Richard Hamilton con sus trabajos tardíos y el singular Tino Sehgal, con su extraordinario trabajo para el Turbine Hall de la Tate Modern.



En Estados Unidos gusta mucho la exposición que el Metropolitan dedica a Matisse y la que puede verse hasta finales de enero en Philadelphia, dedicada a las relaciones entre Duchamp, John Cage, Robert Rauschenberg, Merce Cunningham y Jasper Johns, aunque no puedan hacerle sombra a la magnífica Ends of the Earth. Land Art to 1974, coproducida por el MoCA de Los Ángeles y Haus der Kunst de Múnich (donde puede verse hasta abril de 2013), apoyada en un deslumbrante acierto curatorial que ha rehuido toda posición convencional para contar la historia de uno de los momentos fascinantes del arte del último medio siglo.