Si el sábado era la Fundación Mapfre la que abría sus puertas al impresionismo, hoy es el
Museo Thyssen el que da otra vuelta de tuerca al movimiento y presenta a los artistas que le
dieron forma con sus obras pintadas al natural. Jardines, paisajes, tormentas, mares, lagos,
montañas y árboles de Corot a Van Gogh.
Y si en la exposición vecina las 78 obras venidas todas del Museo D'Orsay de París trataban de mostrar el fin del impresionismo y su influencia en las primeras vanguardias, ésta que hoy se inaugura en el Thyssen trata de analizar la génesis s y el desarrollo de esta nueva manera de abordar la creación: 113 obras desde los paisajes de finales del siglo XVIII hasta las cercanas al expresionismo de comienzos del siglo XX. Y entre los artistas, desde los iniciadores de los estudios al óleo al aire libre, como Pierre-Henri de Valenciennes o Thomas Jones, hasta los imprescindibles como Turner, Constable, Corot, Rousseau, Courbet, Daubigny, Monet, Sisley, Renoir, Seurat, Van Gogh o Cézanne. Todos reunidos para mostrar la pintura al óleo al aire libre en todo su esplendor.
El comisario y conservador de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, Juan Ángel López- Manzanares, selecciona para El Cultural las diez mejores obras de Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh. Para no perderse entre tanta belleza.
El puente de Narni es una de las obras maestras de Corot. Fue pintada en Italia, a partir de un
estudio ejecutado al aire libre, al que el pintor francés añadió un primer plano con campesinos
italianos, un sendero que fuga en profundidad y un grupo de árboles que cierra la composición.
Pese a ello, conserva buena parte de la luminosidad del estudio, lo que demuestra que la
fractura entre pintura al aire libre y pintura de taller se fue estrechando en el siglo XIX.
Constable escribió en 1821: "[Los cielos] deben ser, y así será siempre en mi pintura, una parte
importante de la composición. Sería difícil citar un tipo de paisaje en el que el cielo no sea
la ‘tónica', el nivel de la ‘escala', y el principal ‘órgano del sentimiento'. [...] El cielo es la ‘fuente
de luz' en la naturaleza y lo gobierna todo". En obras como Tormenta de lluvia sobre el mar,
el pintor inglés demuestra su capacidad de observación de los efectos más efímeros y a la vez
más "sublimes" de la naturaleza.
En la década de 1830 varias generaciones de artistas coincidieron en el bosque de
Fontainebleau. Los paisajistas neoclásicos lo frecuentaron con el fin de buscar motivos
pintorescos, mientras que los pintores románticos de la Escuela de Barbizon -Rousseau, Dupré,
Diaz de la Peña, etc.- hallaron en él un modelo de naturaleza virgen a apenas 60 km de París.
Corot participó de ambos movimientos. Todavía hoy se puede contemplar la roca que le sirvió
de motivo.
Tras su exilio en Suiza en 1873, Courbet vivió cerca del Château de Chillon, edificado en el
siglo XII a orillas del lago Lemán. Lugar de cautiverio de François Bonivard a manos del duque
de Saboya entre 1530 y 1536, el Château de Chillon alcanzó gran fama durante el siglo XIX a
raíz del poema de Lord Byron El prisionero de Chillon (1819). Courbet pintó el castillo en una
veintena de ocasiones; algunas del natural y otras sirviéndose de fotografías. En todas ellas se
evidencia un sentimiento de melancolía, fruto de la identificación de Courbet con la figura de
Bonivard.
Monet, Renoir, Sisley y Frédéric Bazille pintaron en el bosque de Fontainebleau entre 1863 y
1867. El roble Bodmer es una de las obras más avanzadas de aquel periodo. Frente al interés
de los pintores de Barbizon por los "sentimientos" que se derivan de la contemplación de los
grandes bosques, Monet se detiene en las "sensaciones" luminosas del sol al filtrarse a través
de las hojas.
Entre 1880 y 1883 Monet realizó seis campañas en la costa normanda. En Étretat se enfrentó
al reto de pintar un escenario inmortalizado por Courbet. Y sin embargo, supo infundir al
motivo su sello personal. A diferencia de la monumentalidad de los acantilados de Courbet,
que subrayan la materialidad del motivo, en Monet prima el elemento acuático. El pintor
impresionista recurre a una pincelada larga y vibrante, que adapta su grafía al motivo
representado: los acantilados, el cielo o el mar.
En Arlés Van Gogh pintó de manera habitual al aire libre. A menudo tuvo que luchar contra el
fuerte viento del Mistral que, como en el paisaje de la Fondation Socindec, empuja las nubes
del cielo. Van Gogh evitaba pintar de memoria. Como le escribió a Bernard: "Algunos pueden
tener más lucidez que yo en cuanto a los apuntes abstractos [...] yo siempre me nutro de
la naturaleza. Exagero, a veces cambio el motivo; pero, en fin no invento todo el cuadro; al
contrario, me lo encuentro completamente hecho, pero sin desbrozar, en la naturaleza".
Van Gogh pintó El hospital de Sain-Rémy frente al asilo en el que ingresó entre mayo de 1889
y mayo de 1890. Pese a ser una obra ejecutada al aire libre, el pintor holandés se apartó
del estricto naturalismo. La forma horizontal y estática del edificio contrasta con la pantalla
ornamental de pinos que, según el propio pintor, se alzan orgullosos contra el azul del cielo. Su
movimiento flameante se convierte en testimonio del acto mismo de pintar.
Los estudios de cielo de Boudin sorprendieron a Baudelaire por su modernidad y por la fidelidad
en la captación de los efectos cambiantes del sol y las nubes. En 1859 el poeta y crítico francés
incluyó una importante mención a ellos en su crónica del Salón. Los estudios de Boudin también
fueron un referente esencial para pintores como Monet o como Courbet, quien le apodó "el rey
de los cielos".
Barthélemy Menn -amigo de Corot- aconsejó a Ferdinand Hodler en los años de su aprendizaje
no seguir "a tal o cual artista [...], sino a la naturaleza". Partiendo de la pintura al aire
libre, Hodler evolucionó hacia la estilización progresiva del paisaje, buscando su carácter
monumental. En obras como El Niesen visto desde Heustrich Hodler se sirvió de la estricta
simetría del motivo, de la utilización de tintas planas y del énfasis en los contornos para
acentuar el carácter simbólico y eterno de la montaña.
Y si en la exposición vecina las 78 obras venidas todas del Museo D'Orsay de París trataban de mostrar el fin del impresionismo y su influencia en las primeras vanguardias, ésta que hoy se inaugura en el Thyssen trata de analizar la génesis s y el desarrollo de esta nueva manera de abordar la creación: 113 obras desde los paisajes de finales del siglo XVIII hasta las cercanas al expresionismo de comienzos del siglo XX. Y entre los artistas, desde los iniciadores de los estudios al óleo al aire libre, como Pierre-Henri de Valenciennes o Thomas Jones, hasta los imprescindibles como Turner, Constable, Corot, Rousseau, Courbet, Daubigny, Monet, Sisley, Renoir, Seurat, Van Gogh o Cézanne. Todos reunidos para mostrar la pintura al óleo al aire libre en todo su esplendor.
El comisario y conservador de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, Juan Ángel López- Manzanares, selecciona para El Cultural las diez mejores obras de Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh. Para no perderse entre tanta belleza.