Gente haciendo cola en un cine



Estas semanas, el ICAA está a pleno rendimiento negociando con los productores cine una nueva ley. El miércoles, habrá reunión general entre Gobierno (también está representado el Ministerio de Hacienda) y el sector tras las mantenidas sobre deducciones fiscales y ayudas. Según la propia directora, Susana de la Sierra, mujer distinguida donde las haya, no se trata de destruir la ley de Guardans (que yo defendí a capa y espada) sino de modificarla para adaptarla a los nuevos tiempos. Esa adaptación a los nuevos tiempos sobre todo tiene que ver con las anunciadas deducciones fiscales predestinadas a patrocinar la inversión privada. Parto de la base de que las subvenciones, como en todos los países medianamente ricos del mundo, son vitales para que haya una industria cinematográfica porque sin ellas no hay cine.



Dicho esto, ahí van 12 propuestas para la nueva ley del cine:



1. Deducciones fiscales de alcance internacional

El modelo francés, siempre añorado y anhelado en todos los sentidos por el cine español, dio hace un par de años una nueva muestra de su audacia con una medida que favorece la inversión extranjera. Mediante créditos tributarios internacionales que permiten a las productoras foráneas anotarse como créditos fiscales un 20% de su inversión, Francia produjo en 2011 unas 272 películas, más que nunca en su historia. Para el cine español, con un potencial y prestigio fuera de nuestras fronteras muy superior al que tiene dentro, la "internacionalización" de las deducciones fiscales daría un formidable empujón a la producción patria. En el mundo actual, los marcos nacionales están plenamente superados y esas deducciones tienen que ser también útiles a los extranjeros. Por otra parte, la propuesta de la APPA (asociación de profesionales de la producción audiovisuales) de incentivar los rodajes de películas extranjeras en España mediante deducciones es de cajón porque España no gana, pierde mucho dinero por ello. De hecho, es uno de los poquísimos países del mundo en el que eso no sucede. Lo insólito es que no existan.



2. Ligar la subvención a producción a promoción y distribución

Uno de los dramas más habituales del cine español ha sido la gran cantidad de películas que se producen pero no se distribuyen a sumar aquellas, muchísimas, que llegan a los cines casi de tapadillo y en muchos casos con el único objetivo de cumplir con el estreno obligado por el ministerio para justificar la subvención. Hacer películas sin el dinero suficiente tiene sentido en un nivel underground que debe funcionar a todo ritmo pero no como práctica habitual de la industria. Desde el primer segundo, se trata de valorar y planificar no solo la producción, también la promoción y distribución. Los proyectos no solo deben ser posibles, deben ser viables.



3. Entradas de cine más baratas para el cine español

Es cierto, ha habido mucho cine español malo, pero también ha habido mucho bueno y el problema es que lo hay que no se ha visto. Llegar al público (ya sea a esa exquisita minoría como al gran público) es la obligación del cine y por tanto sería mucho más lógico aplicar un IVA superreducido a las películas nacionales y europeas. Entre otras cosas, se solucionaría una palmaria injusticia y es que entrar a ver una película de Hollywood con un presupuesto de 150 millones de dólares cueste lo mismo que una pequeña producción española de uno y medio. Ya que las películas nacionales no pueden competir en presupuesto, al menos deberían poder competir con el precio de las entradas.



4. Protección del cine de autor

Por muchas deducciones fiscales que haya, hay películas que muy raramente podrán amortizar la inversión o dar ganancias. Esas películas tienen que seguir existiendo y aunque no generen colas inmensas son absolutamente necesarias, por ejemplo, porque tienen un público potencial internacional en festivales y cines de prestigio y ayudan a mejorar la marca de nuestro país. En este sentido, la propuesta de la FAPAE de que el cine "subvencione al cine" destinando una parte de la recaudación de las entradas a las ayudas se enmarca perfectamente en este aspecto. Es lógico que los blockbusters americanos o españoles ayuden a esas películas pequeñas de difícil difusión. Un IVA cero sería otra medida fundamental.



5. Racionalización de las amortizaciones (I)

Las amortizaciones, subvenciones que se dan posteriormente al estreno en función de los resultados de taquilla fue una novedad introducida en los tiempos de Aznar que en parte corrigieron las maldades del sistema Miró pero trajeron nuevos problemas. Su efecto, en líneas generales, ha sido positivo y desde mediados de los 90 hemos visto un cine más capaz de conectar con el público y realizado de forma más profesional sin los amiguismos y "autorismos" tan propios de otros tiempos. Hay dos injusticias flagrantes. Una, el sistema de compra de entradas por parte de los productores, admitido de facto durante muchos años, supone sin más la certificación de un estado de picaresca general aplicable a todos los ámbitos de la vida española y a eso voy un poco más tarde. Dos, no tiene sentido que películas que han amortizado sobradamente sus presupuestos en taquilla cobren subvenciones a posteriori que se añaden a los pingües beneficios. Se han hecho muchas películas de gran éxito que han llenado las arcas de sus productores y que para colmo han sido ampliamente subvencionadas. Deberían fijarse unos límites claros.

6. Terminar con las trampas (II)

La costumbre, más o menos extendida, de algunos productores de "auto-comprarse" entradas para llegar a la amortización suplementaria, la que empieza cuando se venden más de sesenta mil, denunciada periódicamente por El Mundo, además de ser nefasta incide en el insidioso tópico del cine español súper subvencionado y corrupto. Las amortizaciones tienen un sentido y no creo que lo mejor sea, como propone Félez en un artículo de Luis Martínez, cargárselas para regresar a las anticipadas (o a los tiempos de la ley Miró) con consecuencias aun más funestas que una trampa atroz pero que ni de lejos ha sido la más frecuente. La mejor solución sería, quizá, establecer un monto de subvenciones directamente a las productoras en función de su viabilidad, trayectoria y perspectivas para hacerlas menos vulnerables a los vaivenes de un negocio caro en el que los errores pueden ser fatales. Por otra parte, debería terminarse mediante auditorías externas con la costumbre de hinchar los costes de las películas con facturas falsas para que las ayudas puedan superar el máximo del 33% fijado por ley.



7. Pacto contundente contra la piratería

Es bastante insólito que la gente se indigne con los políticos corruptos con tanta pasión pero les parezca lo más normal del mundo robar a mansalva productos culturales. La piratería en España dice muy poco de nosotros mismos como país y es una de las señales más claras de cómo el Estado de derecho para muchos es, sencillamente, un cachondeo. A estas alturas, siguen abiertas páginas de gran popularidad que ofrecen inmensos catálogos de películas sin que pase literalmente nada. Y es falso que no se pueda regular, otra cosa es que los operadores de telefonía sigan ofertando películas y música gratis para vender la banda ancha y los sucesivos gobiernos hagan la vista gorda, gordísima. Es un problema legal que indica un problema moral vergonzoso. No deja de ser terrible que en un mundo dominado por el valor del dinero, lo que menos valga para algunos sea la cultura.



8. Educación sobre cine en las escuelas

Aunque vivimos en un mundo dominado de forma abrumadora por lo audiovisual, es francamente increíble que los niños sigan sin recibir educación sobre el asunto en las escuelas lo cual les convierte en analfabetos funcionales y los desprotege frente a los engaños y trucos de un mundo de imágenes que no comprenden y no saben descifrar. Por otra parte, es fundamental que los estudiantes aprendan que el cine no es solo entretenimiento banal ya que sobre todo es una herramienta maravillosa para aprender y profundizar en los misterios de la vida. El cine es cultura como la literatura o la pintura y eso se debería enseñar desde el principio entre otras cosas para que aprendan a distinguir entre lo que es cine de verdad y lo que es pura propaganda comercial enmascarada bajo la forma de película.



9. Nueva reglamentación de la inversión de las televisiones

Parece lógico que las televisiones se quejen de la ley que las obliga a invertir un 3% de sus ingresos totales (un 6 en el caso de RTVE) en cine español. Se pueden estudiar medidas, como la anunciada por de la Sierra de alargar los plazos en que se contabiliza ese 3%, para hacer el tránsito más llevadero pero por mucho que se quejen las televisiones, es de cajón, si dos empresas privadas se reparten el pastel de las concesiones televisivas, parece lógico que esa concesión que la sociedad le hace del espectro público se devuelva de alguna forma. Dicho esto, las televisiones tienden cada vez más a apostar todo el presupuesto en un solo título con estrellas internacionales para ahorrarse problemas y andar metiéndose en varios títulos. Parece lógico que se establezca un mínimo de cinco películas. Además, si se baja el precio de los tickets de películas españolas, esa medida les favorecería. Por otra parte, los límites a la producción en lenguas extranjeras deberían ser suprimidos salvo de forma muy residual. El cine español en inglés también es cine español. Finalmente, deberían reducirse las ventanas de explotación de la televisión generalista porque no tiene sentido que paguen un producto y que les llegue 24 meses perdiendo buena parte de su frescura en este mundo fugaz.



10. Apoyo claro y decidido a la versión original

El nuevo entorno digital, que simplifica y abarata considerablemente las copias en VO, debe ser impulsor de un nuevo modelo de distribución que favorezca la versión original. Es inaudito que la televisión pública no subtitule al menos la mayoría de las películas y no exista aparentemente ninguna conciencia de que la dificultad de los españoles para los idiomas es una catástrofe educativa. En este sentido, se trata a los ciudadanos como memos incapaces de hacer el pequeño esfuerzo de leer los rótulos. Sencillamente, no es tan difícil.

11.Racionalización del mapa de festivales

La prioridad absoluta debe ser San Sebastián, que es el verdadero buque insignia del cine español. Con el empuje de la actual dirección, el Festival debe ganar en recursos y apoyo para conseguir lo que está muy cerca de hacer con mucho menos dinero, alcanzar a Berlín y Venecia. Se debe reforzar su condición de puente industrial entre Europa y Sudamérica. Solo hay cabida para un festival generalista en España y es urgente la reinvención del Festival de Valladolid. La crisis, por desgracia, se ha cargado a muchos festivales, algunos de ellos valiosos, muchos de ellos francamente inútiles. El conglomerado de festivales, de forma absurdamente cara, venía a paliar una necesidad real, proyectar en provincias películas más artísticas e inaccesibles y rellenar lagunas de oferta cultural. En vez de ostentosos festivales, se deberían generar muestras itinerantes de cine contemporáneo de calidad no estrictamente comercial (o no estrictamente americano) que garanticen no solo un evento, sino un programa perpetuo en todas las localidades de España.



12. Pacto político por el cine

Lo he dicho muchas veces así que no voy a extenderme, la derecha española debería intentar acercarse al cine y dejar de estar enfadada porque no piensen como ellos. El artisteo en todas partes suele ser de izquierdas y solo las sociedades poco civilizadas montan un escándalo El cine, como medio de comunicación con un potencial enorme, debe formar parte de la marca España porque ya lo forma. Y aunque a algunos los sorprende, es uno de nuestros mejores valores. Tampoco estaría mal que, como sucede en Francia, los políticos citen a películas o libros en su discurso de vez en cuando. Nuestros políticos da la impresión de que no van al cine nunca. Quizá también a ellos corresponde dar un poco de ejemplo en ese discurso tan faltamente frecuente contra la cultura.