Alexandre Arrechea junto a una de sus obras

El artista cubano inaugura hoy en Park Avenue de Nueva York 'No Limits', 10 esculturas gigantes de edificios famosos de la ciudad en su primera instalación pública en Estados Unidos.

A Alexandre Arrechea (Trinidad, Cuba, 1970) le gusta sentir el vértigo en las tripas que conllevan los desafíos. Se le escapa la risa, habitual en él, aunque hoy es algo más nerviosa, lógica si tenemos en cuenta que hoy inaugura en Nueva York uno de sus proyectos de arte público más importantes, el primero de esa escala en Estados Unidos. Diez esculturales gigantes se han instalado entre la 53 y 67 de Park Avenue, interrelacionadas con la emblemática arquitectura neoyorquina y su entorno. "Surgió al enviar una propuesta al The Sculpture Committee of The Fund for Park Avenue. Esta institución anualmente recibe propuestas de muchos artistas para realizar un proyecto de escultura urbana para mostrase a lo largo de Park Avenue. La mía fue elegida por unanimidad", explica.



Habla de retos varias veces, como si al llegar al centro de la Gran Manzana fuese lo que realmente vemos allí. "Es el mayor motor en mi trabajo artístico. Me gustan los retos, son necesarios si se quiere aprender a abordar el arte desde lo más disimiles ángulos", explica. Ese mismo impulso le llevó a dejar el colectivo Los Carpinteros (los hoy Dagoberto Rodríguez Sánchez y Marco Antonio Castillo) en 2003, tras doce años de trabajo en colectivo.



Uno de los proyectos que más le gustan es cuando tiene que intervenir en espacios públicos. "Los retos son mayores", dice. Le gusta conocer el lugar y sus características a partir de una relación social y personal. No es la primera vez que instala una pieza pública en Nueva York. EN 2009 su Black Sun, presentado también en Salónica, en Grecia, ocupaba parte de Times Square, con un claro vínculo con el contexto de crisis actual. En aquél momento, el debacle económico era ya grande y la obra, uno de los paneles luminosos del epicentro de la ciudad, se vio como una reacción que estremecía los cimientos de Nasdaq, la tan importante estructura de poder económico. Este proyecto, No Limit, lo titula, está centrado en una de las investigaciones que vienen de largo en su carrera, desde 2009, cómo la arquitectura puede ser transformada conceptualmente. Ha puesto a trabajar a un equipo grande, ubicado en dos grandes talleres, uno en Madrid y otro en Nueva York, con más de 50 personas en busca del mismo objetivo. Un proyecto ambicioso también por el tamaño de las obras (más de 5 metros de alto), todas recreaciones de edificios míticos de la ciudad: el edificio Chrysler, Citicorp Center, Empire Estate, Flatiron, Helmsley, MetLife, Seagram, Sherry Netherland y el Palacio de justicia de Estados Unidos. Nuevos edificios llevados a una escultura retorcida, como anillos gigantes, donde lo vertical y monumental entra en una magnitud paralela.



-¿Qué mensajes encierra estas obras? ¿Qué quiere comunicar?

-La idea principal es poder cambiar lo que aparentemente no es posible, aunque hay otras connotaciones. Me interesa también ahondar en ese diálogo entre arte y arquitectura, que tan presente ha estado en mi trabajo desde tiempos remotos, y como éstos se relacionan con la condición humana. La arquitectura condiciona, no sólo al usuario, sino al resto de ciudadanos, tanto social como económicamente, en movimientos de mercado y demás. Por otro lado, estas obras hablan del momento de la construcción, de sus avances técnicos y plásticos. La idea de cambio constante que experimenta la arquitectura frente a diferentes aspectos es algo que quiero captar y desarrollar en mi trabajo, creando así un nuevo modelo en constante negociación con su desarrollo.



-Su propuesta tiene que ver con lo que llama "arquitectura elástica o líquida". ¿Qué significa?

-Tiene que ver con la aparición de la curva, anteriormente rechazada por su imposibilidad técnica. También con los nuevos retos de producción, que nos llevan a edificios con movimientos aparentes.



Del dibujo al acero

No es el único de sus proyectos centrados en la arquitectura. Su serie The Dimension of Gesture, 2012, está centrada también en edificios del contexto internacional. En esa ocasión escogió puentes de Europa y Estados Unidos; puentes que sobrevivieron a las guerras o que fueron transformado y reconvertidos en puentes para caminar. "Es la transformación, los cambios de funciones que ocurre en determinadas estructuras lo que me atrae". Como en otras obras, también aquí, en No limits, el acero es el material estrella. "En el acero, de algún modo, me gusta la idea que conforme la estructura de la arquitectura misma. La arquitectura utópica, sobre todo, está hecha en base a acero: yo l transformo, y esa transformación es un símbolo que todo puede ser cambiado. Prueba esa posibilidad. Intentar modelar un material con propiedades tan rígidas y específicas es un poco hablar de esa idea de cambio y de realidades posibles", añade.



-Trabaja con la arquitectura pero, ¿por qué? ¿Dónde está el origen?

-Es la clave. Mis primeras experiencias con ella datan de principios de los años 80, cuando comencé de niño a estudiar arte. Uno de los primeros ejercicios que recuerdo era crear un catálogo dibujado de las mansiones más importantes de mi ciudad, Trinidad, en Cuba. Mi tío Modesto Zambrano, carpintero de profesión, solía llevarme a ver los elaborados tejados de madera de cedro que él ayudaba a reparar. Creo que esta experiencia marcó la ruta de mi trabajo, entender la arquitectura desde la estructura. Años más tarde, cuando era estudiante del ISA en La Habana, la arquitectura estuvo presente permanentemente en el colectivo Los Carpinteros. Y, ahora, continúa estando ahí. Siempre he buscado de una manera u otras nuevas vías de intercambio con la arquitectura, explorando su diálogo con el arte. Creo que si algo se ha mantenido invariable en todos estos años, ha sido que no he abandonado la curiosidad que despertó en mí desde el principio. Es un tema apasionante al que no le veo fin. En Park Av. lo he desarrollado en su sentido más amplio.



-¿Cómo se relacionan sus obras en espacios públicos y privados?

-He intentado buscar una conciliación entre ellas. Tanto los espacios públicos, domésticos o privados con los que he trabajado, han sido seleccionados por la importancia que revisten para una determinada comunidad, o simplemente por su interés personal. Desde la antigüedad, la arquitectura es una forma de representar poder, tiene un aspecto social de relevancia. Una vez seleccionado el proyecto, elaboro una obra que dialogue directamente con cuestiones relativas al individuo o a la comunidad.



Del acero a la acuarela

La inauguración de hoy de Alexandre Arrechea no acaba en estas diez esculturas. Justo a la gran instalación en Park Avenue, la sede que Phillips de Pury tiene en el 450 de esa calle, expone muchas de sus acuarelas, como las que vimos en el stand de CasadoSantapau, su galería en Madrid, que pronto le dedicará una individual. Suele contar que en las galerías tiende a ser más experimental. "Mis exposiciones son el punto de partida para un nuevo proyecto; no son algo terminado o cerrado, sino que representan parte de un proceso", dice.



Su obra más referencial es de 2006, White Corner, un vídeo donde el artista no sabe qué camino tomar. Se enfrenta a sí mismo en dos imágenes: en una aparece con un bate de béisbol, en la otra con un machete. La tensión que provoca esa situación revela una incertidumbre que, para el artista, es esencial. Es, otra de las palabras clave. "Es lo que me interesa más que nada, creo que mi obra habla mucho de lo existencial", añade.



-¿Y cuáles más?

-El control, el fracaso, la memoria... sólo por mencionar algunos, han sido fundamentales en mi trabajo. Mis preocupaciones están más enfocadas en buscar una mayor efectividad de los mensajes que quiero transmitir.