Vista de la exposición

La Casa Encendida. Ronda de Valencia, 2. Madrid. Hasta el 5 de mayo.



Una ventaja de estos tiempos de desmoronamiento es que lo superficial, en el sentido de vacuo, que aparenta o se fija en apariencias, ese modo idiota de tomar la realidad sin dar importancia a sus cosas, puede quedar en los escombros. Esta exposición puede ayudar pues tal sentido de lo superficial no cabe en la obra de los diez (entre más de mil) seleccionados cuyos proyectos, a cambio, investigan en esa otra superficie: la que habita en la forma de la realidad, lo que evidencian y ocultan sus anécdotas, pliegues y construcción o destrucción intencionadas.



Así, el leitmotiv de esta Generaciones 2013 encaja bien con lo expresado por Camus en Un razonamiento absurdo cuando habla de que para Husserl y los fenomenólogos: "El pétalo de rosa, el mojón kilométrico o la mano humana tienen tanta importancia como el amor, el deseo o las leyes de la gravitación. Pensar no es ya unificar, hacer familiar la apariencia bajo el rostro de un gran principio. Pensar es aprender de nuevo a ver, a estar atento; es dirigir la propia conciencia, hacer de cada idea y de cada imagen, a la manera de Proust, un lugar privilegiado. Paradójicamente todo está privilegiado." Similar paradoja parece actuar como guía de esta colección de esfuerzos diversos en la acción de rascar, excavar, explorar y perforar las superficies de las construcciones de la cultura y economía de las últimas décadas. Una serie de obras que atienden...



Vista de la exposición

A lugares: La discoteca Festival Club, que fuera hito del hedonismo musical creado por industria del turismo en Ibiza, hoy en ruinas, se levanta de su tumba en un turbador vídeo de Irene de Andrés (1986). O el entorno hace poco agrario y ahora invadido sin control por viviendas debido a la presión demográfica de El Cairo, donde Asunción Molinos Gordo (1979) abrió un restaurante para reflexionar sobre la pérdida de soberanía por parte del individuo y la sociedad civil. La plaza del MACBA, punto de encuentro skater, donde Manuel Eirís (1977) levanta (sólo un poco de) la pátina de posmodernidad urbanística y su tsunami de rehabilitación de barrios para su ocupación por el Mercado y el turismo, ahora que el dinero se ha esfumado. El paisaje multifocal y multitarea de la difusión mediática y visita virtual vía satélite en las pinturas de paisaje-collage de inspiración digital con zonas borradas de Santiago Giralda (1980), aunque su potencial como interfaz de conexión con nuestra imaginación sólo se adivine. El mismo centro de arte y las paredes del cubo blanco, simbólicamente demolidas por Juan López (1979) en una metáfora quizá demasiado evidente de la idea de hecatombe del sistema y recesión económica y de la necesidad de mirar a la calle.



Y objetos: Como los útiles de gimnasia donde Elena Alonso (1981) encuentra mediante su caricia/retoque dibujístico, su reverso y tensiones internas en un intenso trabajo que se insinúa inquietante y cortaziano. Otro mundo que está en éste se revela en la obra de Julia Spínola (1979), una frase construida con cosas del ámbito cotidiano y doméstico (zapatos, café, molde de arroz...) que son derramadas sobre el suelo con el azar como aliado: el desparrame y la visión cenital originan el vértigo de lo infraleve. Luego está la propia pintura como materia, cientos de kilos de ella extendida y puesta a secar se convierten en el material de las pictoesculturas de Guillermo Mora (1980), pintura pura compactada y replegada sobre sí misma hasta ser reducida al mínimo espacio matérico, sintetizada en una pequeña pieza disimulada. En paralela línea encontramos los cómics que Martín Vitaliti (1978) recorta por viñetas según afinidad y que terminan por componer un gran collage de múltiples personajes y resonancias con la desaparición y el andar perdido como protagonistas.



Muchos de todos esos factores confluyen en la rara y genuina obra de Teresa Solar (1985), que reflexiona sobre el sentido de lugar en el relato de ficción y los espacios intermedios entre el artificio y la realidad, en una potente propuesta de ir más allá de la ceguera causada por la luz extrema de lo que vemos y la oscuridad de lo que no alcanzamos a ver, a fin de alcanzar otros planos de realidad.



En suma una exposición que cosecha con éxito frutos nuevos de la plástica actual (donde destacan Solar, de Andrés, Molinos Gordo, Spínola, Alonso, Mora), conducida por esa idea de desvelar, horadar, rascar, perforar y acariciar también la superficie del mundo para poder volver a pensarlo, ahora que se derrumban sus viejas-nuevas fachadas. Lo único que quizá echamos en falta es que se desate de lo razonable cierto humor contenido, acaso cierto experimentalismo, que suelte una gran carcajada que retumbe en la sala de exposiciones de la obra social de una caja de ahorros y monte de piedad.