Científicos protegidos durante la pandemia del SARS. Foto: D. Shum

La nueva preocupación sanitaria se llama HCoV-EMC. Podría parecer un caprichoso juego de letras si no fuera porque este nuevo virus avanza lentamente tras varios casos en Oriente Medio y Reino Unido. Relacionado con el SARS que hace diez años enfermó a más de 8.000 personas y provocó la muerte de 774 en todo el mundo, José Antonio López-Guerrero, profesor de Microbiología e investigador del CBMSO (CSIC-UAM), analiza sus características.

Tras la descripción de un virus emergente en humanos, esto es, la aparición de una enfermedad atribuida a una nueva especie vírica, la primera y trascendental pregunta que tienen que contestar los centros de vigilancia epidemiológica es su procedencia. El salto de un determinado virus desde un reservorio animal, donde huésped y hospedador podrían estar viviendo en equilibrio, hasta su nueva diana humana no es infrecuente a lo largo de la historia -gripe aviar o porcina son los más conocidos aunque, ni mucho menos, los únicos-.



Otra cosa muy distinta es cuándo se constata que la adaptación al nuevo hospedador ha permitido al virus propagarse directamente entre humanos, saltando todas las alarmas. Esta situación ya se vivió hace una década con el virus del SARS (SARS-CoV; familia Coronaviridae), llegándose a hablar de una inminente pandemia mundial con un potencial mortífero de cerca de un 10% de los infectados. La epidemia se activó en la provincia china de Guangdong en noviembre de 2002, aunque las autoridades de aquel país no informaron hasta varios meses después. Curiosamente, tras aquel invierno de 2003 tan preocupante, con todas las alarmas epidemiológicas en alerta, pocos casos nuevos fueron reportados. El peligro de pandemia parecía desvanecerse tras el paso de este coronavirus por una veintena de países, incluyendo España, con más de 8.000 casos detectados y cerca de 800 muertes.



¿Puede repetirse la amenaza? ¿Estamos protegidos? La respuesta es sí, pero con matices. No solamente puede repetirse la infección por virus emergentes de esta familia, sino que, desde entonces, hasta cinco nuevos miembros han sido descritos. En cuanto a la protección, el celo de los organismos de vigilancia indicados anteriormente, como el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades (CDC, en inglés), en EEUU o la propia Organización Mundial para la Salud suponen una línea de defensa de cierta consideración.



Por otra parte, muchos coronavirus son fácilmente cultivables en el laboratorio, lo que acelera su caracterización, desarrollo de anticuerpos para la detección y diagnóstico y, ya puestos, búsqueda de posibles antivirales y vacunas. Sea como fuere, hace escasamente una semana, la revista mBio, publicación online de los denominados open-access de la Sociedad Americana para la Microbiología, volvía a informar del coronavirus detectado a mediados del pasado año, HCoV-EMC, causante de más de una docena de casos y seis muertes. A pesar de su alta adaptación a la replicación en humanos, HCoV parece, sin embargo, susceptible a la inmunoterapia. ¡Una buena noticia!



La familia coronaviridae



Antes de continuar con la nueva emergencia, merece la pena presentar con algo más de detalle a esta prolija familia viral. ¿Qué son los coronavirus? Los miembros de la familia Coronaviridae poseen el genoma de ARN más largo y complejo conocido. Son virus recubiertos de una envuelta lipídica que roban de la célula que infectan y con unas proyecciones -peplómeros o espículas- que ofrecen bajo el microscopio electrónico una imagen que recordaría a la corona solar. De ahí el nombre de la familia. Las vías de transmisión más frecuentes son mediante secreciones respiratorias, aerosoles o directamente contaminación oro-fecal. Infectan un amplio rango de animales, principalmente aves y mamíferos, produciendo, por regla general, enfermedades no muy graves, autocontroladas, como una de las formas del resfriado común -no confundir con gripe o con aquel producido por picornavirus-. Sin embargo, las infecciones del tracto respiratorio pueden llegar a ser mucho más severas, como el ya mencionado SARS-CoV o "parientes" mencionados anteriormente. El nuevo coronavirus -género betacoronavirus- emergió desde el no tan lejano Oriente Medio, mostrando una rápida adaptación a replicar en nuestra especie a comienzos del verano pasado. HCoV-EMC es capaz de penetrar profundamente en las vías respiratorias hasta alcanzar los pulmones, evitando la respuesta inmune innata, tal y como hacen otros virus respiratorios -los del catarro, por ejemplo-. El virus, como se ha indicado, muestra una gran capacidad de crecer en células epiteliales humanas -algo que, ya puestos, pudo también facilitar su estudio-.



Por supuesto, tal y como ha ocurrido en otras ocasiones, los investigadores apuestan por un salto reciente desde un reservorio animal -probablemente murciélagos de la especie Pipistrellus abramus, endémicos de Arabia Saudí- hasta el Homo sapiens, recorriendo el camino ya marcado por otros agentes de su misma familia. Ciertamente, pocos casos se han dado hasta el momento: comenzó manifestándose en un hombre saudí y, desde entonces, apenas una docena de casos conocidos. Casos con sintomatología severa y alta mortalidad. Cierto es también que, con toda probabilidad, otras infecciones menos graves podrían haber pasado inadvertidas al no requerir hospitalización.



Según el estudio publicado en mBio el pasado 19 de febrero, coordinado por Volker Thiel del Hospital Cantonal St. Gallen en Suiza, el virus pudo ser cultivado sin mucha dificultad en células bronquiales manipuladas para simular el epitelio respiratorio; epitelio que debería haber constituido una primera barrera contra la entrada viral. De hecho, según los autores, sorprendió que inicialmente HCoV-EMC replicara más rápidamente de lo que en su día lo hiciera SARS-CoV. De ahí el interés mostrado por el CDC y otros organismos de control epidemiológico por seguirle la pista muy de cerca.



Cultivos celulares



Por otra parte, un factor que define a un virus bien adaptado a su hospedador es el hecho de no despertar una agresiva respuesta inmune innata. HCoV-EMC, al parecer, lo aprendió rápidamente. Por supuesto, tal y como se indicó al principio, el hecho de poder trabajar fácilmente en cultivos celulares ha permitido encontrar puntos de interés en la defensa contra este agente infeccioso. El trabajo del grupo suizo muestra cómo algunos pretratamientos de los cultivos celulares con varios tipos de interferones -moléculas producidas por el organismo ya clásicas que, como su nombre indica, "interfieren" con la infección viral- reducía el proceso. Los ensayos se llevaron a cabo tanto con interferón alfa (tipo I, utilizado por ejemplo, contra la hepatitis C) como lambda (tipo III, recientemente clasificado).



Por lo tanto, a menos de un año desde la temida emergencia epidemiológica ya se cuenta con un prometedor punto de arranque terapéutico. Los autores del trabajo hablan de la importancia de la colaboración entre países para avanzar en futuros tratamientos paliativos o preventivos. Finalmente, y dentro de ese último mensaje sobre colaboración entre países, querría destacar al grupo del español Luis Enjuanes en el Centro Nacional de Biotecnología (CSIC). Desde hace más de tres décadas, Enjuanes ha centrado su interés en esta familia; principalmente en el virus de la gastroenteritis porcina transmisible (TGEV) y, más recientemente, en el SARS-CoV, agentes implicados en enfermedades de alto impacto tanto en salud animal como humana, respectivamente. Aspectos tales como las bases moleculares de la replicación, transcripción, ensamblaje o interacción virus-hospedador son abordados con el objetivo de identificar los procesos celulares modificados por el virus y, tras ello, las opciones de control de las enfermedades causadas.