Tres cabezas de yeso, obra de 1950 que forma parte de la exposición Giacometti. Terrenos de juego, de la Fundación Mapfre.

La Fundación Mapfre exhibe hasta el 4 de agosto 190 trabajos del escultor procedentes de 35 colecciones y reunidos bajo una nueva idea, su búsqueda de la escultura como un campo de juego en el que el espectador es un actor más. La comisaria, Anabelle Görgen, de la Kunsthalle de Hamburgo, nos da las claves de esta gran exposición.




Lo dijo Beckett: "Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor". Alberto Giacometti aplicó esta máxima a su arte. Vivió y creó a sabiendas de que la derrota estaba escondida cerca, siempre al acecho, pero consciente de que sólo en ese camino constante de ensayo-error encontraría frutos en su trabajo. La escultura y la vida debían ser la misma cosa. Sólo en torno esa filosofía podría captar la totalidad de la primera y aportarla a la segunda. Sobre la idea del proceso que habita en toda la producción de este genio del siglo XX gira una ambiciosa muestra que este martes se presenta en la Fundación Mapfre. Comisariada por Annabelle Görgen, de la Kunsthalle de Hamburgo, donde ya se ha exhibido, Giacometti. Terrenos de juego pretende enriquecer la recepción de su obra, a menudo confinada a la verticalidad y la soledad de sus piezas más conocidas, especialmente El hombre que camina, hoy pura iconografía pop. De este modo, la muestra pasea desde sus primeras esculturas de influencia tribal y las maquetas de su etapa surrealista hasta las figuras concebidas para la plaza del Chase Manhattan Bank, para acabar descubriendo su obra como un lugar que se puede recorrer, un tablero de juego por el que se desplazan el arte, la vida y la muerte.



En total, 190 trabajos procedentes de más de 35 colecciones y de todos los periodos y formatos que empleó el artista conforman esta propuesta en la que sus figuras filiformes, las más identificables, dialogan con las creaciones más ignotas, incluidas algunas que, confirma la comisaria a elcultural.es, no se habían enseñado hasta ahora fuera del ámbito privado, fundamentalmente por la fragilidad de los materiales (madera, mármol...). "Las piezas que se muestran han sido seleccionadas de todas las partes del mundo para iluminar por primera vez un concepto que es capital en el arte de Giacometti y en el entendimiento de su relevancia dentro del siglo XX y hasta nuestros días, la idea de que la escultura es un lugar, un campo de juego en el que el artista quiere incluir al espectador como un actor más. Él descubrió este concepto fascinante ya en 1930 y lo desarrolló hasta su muerte con el deseo de crear un espacio público basado en esta nueva aproximación. De esta forma, el espectador podrá experimentar 40 años de biografía artística consagrada a la búsqueda de ese lugar en el que el arte y la vida pudieran darse la mano", explica Görgen.







El recorrido acaba con El hombre que camina porque, continúa la comisaria, culmina esta búsqueda del espacio público a través de un grupo de esculturas (figura también Mujer grande, II) entre las que se incluye, como decimos, al propio espectador. La idea del caminante aparece ya en las obras anteriores a la guerra y va creciendo con el tiempo, por ello la exposición, como su vida, conducen de forma natural hacia ese trabajo que desde 2010 ostenta el récord mundial de la escultura más cara vendida en una subasta. "Esa circunstancia logra que hoy la interpretemos como un auténtico icono del hombre moderno y, además, habla mucho del valor interno que el público está dispuesto a ver en ella", ataja. Si bien la obra está íntimamente ligada a su tiempo -para cuando Giacometti la concibió el mundo ya había vivido el horror de la Segunda Guerra Mundial y de los campos de concentración-, es posible que hoy, en el contexto de la crisis económica y de valores, encontremos nuevos motivos para que el arte del suizo encuentre distintas formas de interrogarnos. Para la comisaria, esta fascinación actual hacia su trabajo está relacionada, sobre todo, con su capacidad para captar la sensibilidad del hombre contemporáneo: "Es obvio que Giacometti halló una forma única para su búsqueda vital que todavía es válida y comprensible para la gente de hoy. No es casualidad que sea el escultor más relevante del siglo XX".



Pero, volviendo a la ligazón de la obra de Giacometti con el tiempo en el que fue creada, cabe una nueva pregunta: ¿Cuánto hay de historia y cuánto de la propia biografía, de autorretrato, en figuras como El hombre que camina? "Hay muchas interpretaciones. Como sucede siempre en el arte, deberíamos hablar de una mezcla de ambos. Pero si se tratara de un retrato personal, no habría sido comprensible para tanta gente a lo largo de la historia", remata Görgen, que durante siete años trabajó en el concepto sobre el que se levanta la exposición ("una idea definitivamente nueva", insiste) y en las peticiones de préstamos. Fue precisamente esa línea de investigación innovadora la que logró que las instituciones más prestigiosas (el MoMA, la Tate, el Pompidou, la National Gallery de Washington...) y los expertos, así como la fundación del artista en Zúrich, avalaran la propuesta. "Gracias al fuerte apoyo institucional pudimos convencer a los coleccionistas privados de que se trataba de una aproximación insólita, completamente novedosa, a la obra de Giacometti".



La muestra, que ocupa todo el espacio expositivo de la Fundación y que podrá verse hasta agosto, reproduce también el taller parisino del artista (un escueto habitáculo cercano a Montparnasse en el que era difícil distinguir al autor de la obra) a partir de unos dibujos realizados por él en 1932, además de imágenes que de él realizó la primera división de la fotografía de la época: Man Ray, Dora Maar, Henri-Cartier Bresson, Robert Doisneau, Jacques-André Boiffard... Todo, al servicio de la idea de un buscador que, sin embargo, murió sin ver completado su sueño de situar su universo escultórico al aire libre, codeándose con los paseantes de carne y hueso. "Pero fue el fracaso lo que le animó a seguir buscando. El proceso, como la vida, no acaban nunca, por eso se afanó en captar la vida en toda su complejidad", concluye Görgen.