“Una buena pregunta debe evitar a toda costa una respuesta”, recuerda Dora García (Valladolid, 1965) nada más empezar. Cita una de sus conocidas frases de oro, todas clarividentes y paradójicas, aunque en su mayoría encontradas. “De hecho, creo que ninguna pregunta debe tener una respuesta. Por lo menos, yo las rehúyo. Lo que trato de hacer son comentarios y plantear siempre una pregunta retadora, que te obligue a seguir intentando darle respuesta. Ese es el paradigma de la investigación artística: debe ser circular, temerosa de llegar a cualquier conclusión, desbocada en la búsqueda. Dar con una respuesta es lo peor que te puede pasar como artista”, explica.
Su gran interrogante tiene mucho que ver con un viaje a Trieste, donde grabó la película The Deviant Majority (2010), por la que hace sólo unos días recogía el premio PIAC que concede cada tres año la Pierre Foundation de Mónaco. También tiene que ver con Lo inadecuado, el proyecto con el que representó a España en la Bienal de Venecia de 2011, y con un libro, el último de James Joyce, hoy paradigma de esas obras que habitan al otro lado de la razón: Finnegans Wake.
Dice que es el libro que lo domina todo y el resultado de todos sus proyectos. “Lo más fascinante de Finnegans Wake es que tras haberse convertido en el mejor escritor del siglo XX con Ulises, Joyce emplea 17 años en escribir este libro incomprensible. Un libro que alguien tan inteligente como él tenía que saber que no le reportaría ningún éxito desde ningún punto de vista. ¿Para quién fue escrito? ¿Qué había de inevitable en la producción de este libro? ¿Cómo puede un libro convertirse en una especie de pegamento social entre personas tan dispares y con el único punto en común del amor por un libro imposible? De esto trata, de hecho, la película The Joycean Society (2013)”.
The Joycean Society, 2013 (Vista de la exposición en la galería Projecte SD, Barcelona)
La presenta ahora simultáneamente en dos exposiciones: en la galería Projecte SD de Barcelona y en el Centro José Guerrero de Granada. Ambas están conectadas: “podríamos decir que la de Projecte SD es una reformulación de uno de los pisos en el José Guerrero”, dice. Cerrados desde hace un tiempo, reabren hoy los tres pisos que tiene este espacio andaluz bajo una historia que Dora García ha llamado Continuarración.
Encontrada en la página 205 de Finnegans Wake, es una de esas felices palabras compuestas que habitan en el libro. Los tres pisos corresponden a los años 2011, 2012 y 2013 y a tres películas: además de la mencionada The Joycean Society, The Deviant Majority y The Inadequate.
-The Joycean Society es el nexo de unión de ambas exposiciones. Háblenos de esta obra.
-En esta película los miembros de esta sociedad de lectores en Zúrich, creada en torno a Joyce y su obra, especialmente Finnegans Wake, reescriben el libro al leerlo, y esto es literalmente. Cada lectura del libro les lleva once años, están en la tercera ronda desde 1988, y cuando al cabo de once años vuelven a pasar por la misma página, son incapaces de entender sus propias anotaciones de años atrás, y otras nuevas se escriben sobre las anteriores. Se añaden notas, post-its, etiquetas de colores, tarjetas de visita, recortes de periódicos... Ese modo de lectura-escritura se parece mucho a la que Joyce utilizó para escribir el libro. Todo empezaba de un modo simple, una frase que después se ampliaba y se retroalimentaba. Me dicen que cuando escribía solía salir a la calle y apoyarse en cualquier esquina a tomar notas. Hay una idea de deriva ahí muy asociada a la idea de inadecuación, de estar en los márgenes...
Exigencias de Joyce
-Una idea de deriva, de dificultad, que mucho tiene que ver también con su trabajo...
-Como admiradora me reconozco mucho en el enigma de Joyce. Dedicar casi 20 años a escribir un libro que nadie entiende es una especie de paradigma de la relación del artista con su trabajo y con el público. Está esa idea del artista que se ha exigido tanto que sólo quiere dirigirse a quienes son capaces de exigirse tanto como lo ha hecho él. Hay un paralelismo entre cómo se escribe el libro y cómo se lee, y esa idea latente de fracaso. También entre cómo se hace una obra de arte y cómo se mira. La idea de que si no te encuentras con el público estás acabado como artista. Me interesa mucho esa negociación constante entre artista y público y la cantidad de malentendidos que se pueden llegar a dar. De hecho, las maneras en las que un artista puede relacionarse con su público son infinitas y escapan a su control.
-¿Es también un malentendido que es una artista elitista?
-Sí. Me molesta que digan que soy elitista, es una idea errónea, porque de lo que hablo es de afrontar la dificultad, algo que considero un placer.
-En el Centro José Guerrero hay un fragmento del escenario y del archivo de Lo Inadecuado (2011), al que añade un nuevo capítulo de esa performance extendida: el intento de traducir al castellano uno de los capítulos de Finnegans Wake, con la ayuda del profesor García Tortosa. Un esfuerzo abocado al fracaso. ¿Cuánto hay de fracaso en sus obras?
-Todas mis obras son un fracaso, pero no es algo que me preocupe. El feliz fracaso es un cuento maravilloso de Melville...
Lo dice con franqueza, como quien sabe que no hay más salvación que esa. La contradicción, el juego, el desconcierto. Habla de literatura secundaria, de lecturas colectivas y de palabras trampa. Here Comes Everybody, por ejemplo, título de su exposición en Projecte SD. “Es el nombre del protagonista de Finnegans Wake, aunque decir protagonista es mucho decir, porque Here Comes Everybody son todos los personajes masculinos desde el alba de los tiempos”. La conexión con su anterior exposición en dicha galería, Men I Love, es inmediata.
-Muchas de sus obras exploran límites perceptivos y referenciales. También generan tensiones físicas y psíquicas. Hábleme de su trabajo en términos emocionales...
-Trabajo con la perplejidad, el azoramiento y el desasosiego. El placer estético viene de ahí, de meter la cabeza en ‘lo oscuro', como dijera Roberto Bolaño en una entrevista. La emoción que merece la pena es la que te inquieta, como en la estructura de un thriller.
-Una de las cosas que cuestiona es la idea de verdad en el arte. ¿Existe?
-No existe en el sentido de que algo sea falso y algo sea cierto. No existe como oposición a lo falso, pero existe como forma comprensible, 'capturable' de lo real, que es incomprensible y, por lo tanto, lo verdadero tiene que ver con lo bello en el sentido de ‘ventana' que permite echarle un vistazo a lo real.
-Una ventana que abre poniendo en crisis los sistemas convencionales de comunicación... ¿Puede el arte no comunicar o comunicar en vano?
-El arte es comunicación, y no sólo el visual. No tiene sentido si no hay nadie que escuche, aunque esté en un universo paralelo o en otro milenio. A mí me gustan mucho los autores que no encuentran su público inmediatamente, o cuyo público es reducido. Los autores ‘de culto', las resurrecciones, las relecturas, los malditos... Por tanto, creo en la comunicación, pero me gusta la que es problemática, sofisticada, no la evidente: los malentendidos, los susurros, los espíritus de escalera.
-Una sofisticación que vemos claramente en sus performances. ¿A qué lugares la está llevando?
-Intento investigar la performance verbal y, digamos, la performance trouvée. En mis obras lo verbal y lo temporal adquieren una gran importancia.
Parte de la exposición The Jerusalem of Europe en el centro de arte Rupert, Vilnius.
Lectura como acción
También la narrativa lo es todo en su trabajo. “Vive de los libros que leo, sale de los libros que leo y vuelve a los libros que leo”, añade. El de Joyce es su libro de cabecera, aunque otros muchos se entremezclan en sus obras, como un cadáver exquisito: “Cada capítulo de una obra es el primero de la siguiente, como en las películas de Kubrick y los montajes teatrales de Philippe Quesne. No es que me interese la narrativa, es que no comprendo otra manera de pensar: personajes, historias, repeticiones, ritmos, coincidencias...”.
A partir de la fascinación común que el director teatral Jacob Wren y Dora García sienten por Respiración artificial de Ricardo Piglia, trabaja ya en un proyecto que empezará en Montreal y acabará en Toronto. No es el único proyecto que tiene fuera. En Vilnius, Lituania, en el centro de arte Rupert dirigido por Juan De Nieves, también acaba de inaugurar esta semana The Jerusalem of Europe, una exposición que va acumulando, en tiempo real, los resultados de una serie de encuentros en esa ciudad. Exposiciones futuras la llevarán también a Bergen y Canadá.
Siempre nos queda el futuro, dice otra de las frases de oro. Ella alude a otra más: El futuro debe ser peligroso.