El catedrático de Arte Fernando Marías
Especial Greco
Habla con entusiasmo, haciendo de las rarezas del pintor virtudes. "El Greco es una de las figuras más originales e interesantes del siglo XVI europeo. No sólo por su propia biografía de emigrante o por su propia obra, también por haberse convertido a lo largo de los siglos en campo de pruebas donde ejercer la imaginación romántica más desbordante de los historiadores del arte", dice.
-Háblenos dela exposición El Griego de Toledo, que inaugura hoy dentro del programa del Año Greco.
-Es una exposición con unas 130 obras del Greco, que se reunirán en la mayor exposición del pintor en la historia. Será, también, la primera exposición del Greco en Toledo. En 1902 se celebró la primera muestra sobre el artista en el Museo del Prado y, desde entonces, la figura del pintor se ha dado a conocer a través de exposiciones en el mundo entero, pero nunca en Toledo, su ciudad. La sede principal será el Museo de Santa Clara, junto a los llamados Espacios Greco: la Sacristía de la Catedral de Toledo, el convento de Santo Domingo el Antiguo, la Iglesia de Santo Tomé, el Hospital Tavera y la Capilla de San José. Es un valor añadido.
-¿Qué tesis plantea la muestra?
- He optado por quitar el nombre de El Greco al título, de ahí El Griego de Toledo, porque así era un enfoque muy ahistórico, más global. Siempre que planteas una exposición de este tipo dependes de las obras que puedas conseguir. Muchos son cuadros grandes y es difícil moverlos. Debes jugar con las posibilidades que tienes. Hay cuadros que me hubiera gustado traer, como Santo Domingo el antiguo, por ejemplo, del museo de San Petersburgo, pero no ha podido ser. Aún así, y dado que no trabajamos desde una institución o museo, sino desde la Fundación Greco, tiene un valor enorme. Esta exposición está al nivel máximo de las que pueden plantearse hoy en día. La cantidad de obras se acerca a la que hubo en las exposiciones de El Greco en el Metropolitan de Nueva York y la National Gallery de Washington. La exposición que hubo en el Museo Thyssen, por ejemplo, tenía unas 90 obras, aunque menos de El Greco.
-¿Cuáles de estas obras no se han visto nunca antes en España?
-Hay un retrato que antiguamente se identificó con Andrea Palladio pero que luego comprobaron que no es. Otro retrato de Pomeo Leoni, por ejemplo. Un pequeño Santo entierro, de una colección privada inglesa, que es una sorpresa absoluta. Instrumentos de dibujo y escritura, un cuadro excelente que viene de Copenhague... Luego hay otras obras que se han visto en alguna ocasión, algunas hace muchos años, pero que son magníficas, como el El entierro del Conde de Ordaz o el Cardenal don Fernando Niño de Guevara que viene del Metropolitan, la Magdalena de Budapest o las Santas de Washington.
Detalle de El entierro del Conde de Ordaz
-Depende de cómo se interprete. El catálogo de obras empezó con 200 y ha llegado incluso a 1.000. Aunque hay mucho Greco falso...
-¿Como cuánto?
-Montones de casos. Cualquiera que encentra algo con aspecto grequil cree que ha dado con una obra maestra. Pero se necesita una verificación de que realmente no es una copia. Los de santos torturados, por ejemplo, con calaveras. Eso lo habría odiado El Greco. Muchos son cuadros del taller original de El Greco, hoy retocado por varios liftings de los restauradores.
-¿Son ciertos todos los tópicos que se conocen de él? ¿Era tan arisco como se dice?
-Es cierto que era una persona orgullosa, despreciativa, que no se llevaba bien con otros artistas, ni italianos ni toledanos. No era un hombre de hacer amigos, especialmente españoles. De hecho, siempre que tenía que llamar a alguien para que valoraran su pintura siempre elegía a italianos. Era un hombre individualista e insolidario.
-¿Y qué me dice de sus deudas?
-Totalmente cierto, gastaba más de lo que ingresaba. Ser pintor en el siglo XVI era algo así como ser empresario. Un empresario de las artes. El Greco vivía con mucho espacio y con muchos encargos, pero los ingresos no le impedían nunca salir de los números rojos.
-¿Qué aportó El Greco a la pintura?
-Es un pintor que puso en valor el quehacer del artista, que reflexionaba sobre arte, que hacía meta pintura. Una pintura que no sólo cuenta lo que muestra, sino que hace un discurso del arte de la pintura a través de una historia, de un retrato. Era un hombre que pensaba. Era una persona extranjera en cualquier sitio, pero en sentido positivo. Él mismo lo decía. Buscaba la extravagancia, un término que en siglo XVI significa caprichoso, el camino de las cabras. Caminos no trillados... El Greco intentó ser nuevo, original, complejo y variado.
-Después de 400 años, ¿qué queda por decir del Greco?
-Queda mucho todavía. Por ejemplo, escribió un tratado que estuvo en manos de Felipe II y que hoy está perdido. Y tenemos noticia de obras catalogadas pero desaparecidas, como algunos retratos de la etapa que pasó en Roma, antes que llegar a Toledo. Tampoco está localizado el primer cuadro que vendió, un autorretrato con sombrero rojo.
-Si él fuera un color, ¿también sería el rojo? -Seguramente, un rojo como el del Expolio. Lo que le gustaría sería reflejarlo en una armadura, y jugar con su intensidad y las sombras. Se habla mucho de "el negro de El Greco", pero él no era partidario de ese color. El Greco siempre se sintió parte de la escuela veneciana. Le gustaban los colores luminosos y ácidos, los amarillos y anaranjados.
-Última pregunta, aunque me gustaría que la formulara usted. ¿Qué le preguntaría a El Greco si pudiera entrevistarle?
-Le preguntaría sobre sus creencias religiosas. Los historiadores y estudiosos hemos dado por sentado que era un pintor religioso, católico, místico, cuando en realidad era un griego ortodoxo, seguramente que no muy practicante. Él pedía libertad para la pintura, pensando en crear belleza, pluralidad de mundos, como en la poesía. Le preguntaría: ¿De qué modo trabajaba con la religión? ¿Es verdad que la colocaba en un segundo plano?