Se trata seguramente de uno de los encargos más importantes que recibió Rubens a lo largo de su carrera. La infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y gobernadora de los Países Bajos españoles, de la que el pintor era también asesor en materia política y diplomática, propuso personalmente al artista este especial proyecto: 20 tapices sobre el tema de El triunfo de la Eucaristía que la infanta quería destinar al Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. Para ello Rubens elaboró otras tantas pinturas sobre tabla de las que se conservan una docena, seis de ellas en el Museo del Prado que ahora las muestra tras una laboriosa y compleja restauración que ha durado tres años.



También para el departamento de restauración del Museo habrá sido éste uno de los trabajos más importantes. En 2011, con el apoyo de la Fundación Iberdrola (protector de programa de Restauración del Prado) y tras un estudio minucioso de las seis tablas la pinacoteca pensó que había llegado el momento de acometer la limpieza y posterior restauración de los paneles. Los añadidos posteriores a las tablas, seguramente del siglo XVII o principios del XVIII, habían desfigurado la concepción de Rubens dando "mucho margen a una composición diseñada para no tener margen, para tener mucha concentración formal", explica Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca del Prado. Además, las tensiones sufridas por la madera habían derivado en grietas lo que "en estas tablas, de apenas tres milímetros de grosor, complicaban más aún el trabajo", añade José de las Fuentes, restaurador del soporte.





Imagen de la exposición



Y aquí viene lo más especial: para la restauración del soporte, como ya ocurrió con la tabla de Adán y Eva de Durero, el Prado ha contado con la colaboración de la Fundación Getty, que ha visto en este proyecto la oportunidad para la formación de especialistas en restauración de soportes de madera, invitando a participar en él a becarios de otros museos de Europa y Estados Unidos. Toda una oportunidad para ellos ya que De las Fuentes es uno de los pocos restauradores en el mundo especializado en este tipo de trabajos.



"Dos becarios me han acompañado durante todo el proceso y también han venido restauradores de la National Gallery de Londres, el Kunsthistorisches de Viena y del Museo Getty a observar cómo realizábamos estas tareas ya que les aportaba una experiencia única", explica quien ha trabajado también en dar nueva vida a obras como el Descendimiento de Van der Weyden o las Tres Gracias de Rubens. Hasta tal punto ha sido único.



Tampoco para María Antonia López de Asiain ha sido "el primer Rubens", pero también ella, encargada de la restauración de las pinturas, reconoce que ha sido una tarea compleja. "Las pinturas estaban colgadas en la sala, aparentemente en buen estado, algunas bien restauradas, otras con trabajos de hace tiempo, con barnices oscuros, sobre todo en los fondos, típico de actuaciones antiguas. Pero lo peor es que no se habían concebido como conjunto, son de las pocas obras del Prado que estaban mal interpretadas", nos dice la restauradora.





George Bisacca (The Metropolitan Museum) y José de la Fuente (Museo del Prado) trabajando en el cuadro El encuentro entre Abraham y Melquisedec



Volvemos pues a Rubens y a la infanta Isabel Clara Eugenia cuyo retrato da la bienvenida al visitante en la segunda planta del edificio de los Jerónimos, para entender un poco más la obra en su totalidad. Hacia 1622, año en el que aproximadamente se produce el encargo, el pintor es quizá el más famoso y rico de Europa y vive sin duda su madurez artística.

Por su parte, la infanta, que quiere los tapices para un Monasterio por el que siente especial aprecio y al que llegó a pensar en retirarse al enviudar, pide para estas obras una temática muy clara: la idea del Triunfo de la Eucaristía es ensalzar uno de los misterios centrales de la doctrina católica discutido por la doctrina protestante y eje de la casa de Austria, "punta de lanza -como explica Vergara- en la frontera con los Países Bajos del norte (actual Holanda)". Por otro lado, el contenido cristiano, como es habitual en Rubens y en otros artistas de la época, viene vestido de imágenes paganas. "Las figuras del flamenco están claramente inspiradas en el Laocoonte, el Torso Belvedere, el Toro Farnesio… esculturas clásicas por las que sentía admiración", añade el conservador.



En cuanto a la forma. "Son desfiles acontecidos dentro de un escenario -explica la restauradora-. En una escenografía muy potente en las que las figuras entran y salen por detrás de las columnas y

Y aunque las obras estaban colgadas en las salas del Prado habitualmente y los tapices pueden contemplarse en el Monasterio de las Descalzas Reales, donde se encuentran los 20, el hecho de verlos aquí, juntos, tabla frente a tela, como en un espejo (la técnica empleada al tejer el tapiz hace que la imagen de Rubens se invierta en el tejido) nos hace más conscientes de la importancia de las mismas. "La restauración las ha empequeñecido de tamaño pero las ha engrandecido como obra de arte", concluye José de las Fuentes.