Portada del primer número de Ajoblanco.
La revista Ajoblanco, un mito de la contracultura para cuatro generaciones de españoles, regresa con una exposición en el Centro Cultural Conde Duque.
La historia de la revista, plagado de polémicas, hitos, conquistas, alegrías y, ¡cómo no!, también decepciones, está al alcance tanto de nostálgicos como de las nuevas generaciones, que no pudieron sentir el peso de la publicación en sus manos, en el Centro Cultural Conde Duque. La exposición Ajoblanco: ruptura, contestación y vitalismo, que se inaugura este miércoles 28, repasa las dos etapas de la revista en sentido cronológico con más de 210 originales entre los que se incluyen maquetas, objetos, fotografías en gran formato, portadas y videoproyecciones. "Ajoblanco es una revista emblemática, incluso demasiado emblemática", comenta Valentín Roma, comisario de la exposición. "Todo el mundo tiene una visión determinada y muy personal de la revista por lo que era muy complicado rescatar un único posicionamiento".
Por Ajoblanco pasaron las voces más destacadas del momento hasta el punto de que, para la exposición, se trató de realizar un mural con el nombre de todos los colaboradores. Cuando iban por 1.900, desistieron. Esto da la talla de una revista que nació a raíz de una exposición de poesía en la facultad de Derecho de Barcelona en 1974. "Eramos universitarios disidentes de los movimientos estudiantiles marxistas y comunistas porque eran muy autoritarios y pretendían decirte como te tenias que vestir, que tenías que leer o que tenías que comprar", explica Pepe Ribas, único director de Ajoblanco en todos sus años de existencia. "Nosotros sin embargo queríamos ser libres y descubrir por nosotros mismos como eran las cosas y lo curioso es que había muchos más personas que querían experimentar lo mismo".
Los tres miembros que compusieron el primer colectivo
Ajoblanco: Pepe Ribas, Toni Puig, Fernando Mir. Enero 1977. Foto: Pep Domenech
La primera etapa de la revista se prolongó hasta 1980 y en estos años, ademas de abrir campos de debate en la sociedad a través de un trabajo colectivo en el que los lectores participaban activamente, la revista experimentó momentos de gran controversia como un enfrentamiento con Coca Cola por calcar su tipografía para la cabecera o la suspensión de cuatro meses tras un consejo de ministros a consecuencia del dossier fallas, en el que se reivindicaba una fiesta mediterránea sin corsé ni fuerzas autoritarias. "A estas alturas ya habíamos contribuido al cambio de la realidad cultural del país y en dos años y medio de trabajo habíamos vendido 100.000 ejemplares", comenta Ribas. Después la revista redescubrió a Durriti, se alió con la CNT y organizaron las Jornadas Libertarias, momento a partir del cual comenzaron a desarrollar dossieres que iban sobre energías libres, comunas como alternativas a las familias o educación antiautoritaria."Fue un momento único de la historia de este país", continua Ribas. "La pena es que se torció a partir del 78 cuando apareció el terrorismo de estado con el caso Scala, con el desembarco de la heroína en las calles y con la construcción de una constitución rígida que convertía a los partidos políticos en los nuevos caciques". En 1980, el agotamiento de los responsables de Ajoblanco, que ya habían elaborado el modelo de sociedad que consideraban adecuado, desembocó en la desaparición de la revista.
La segunda etapa, nacida en 1987 por un encuentro casual de los antiguos miembros, dejo de lado toda la intención política para tratar de ser un referente en el periodismo cultural en español. La agitación, santo y seña de la primera época, perdió peso frente a la profesionalización. "El cambio de actitud no creo que nos perjudicara porque fuimos muy críticos y no nos endiosamos", explica el director de Ajoblanco. "Nuestra máxima era que los contextos eran mucho más importantes que las novedades y nuestro principal objetivo fue abrirnos a Latinoamérica". La publicación duró hasta 1999. "El país se había entregado a la hipoteca, al dinero fácil, al consumismo y a la destrucción del paisaje. Para entonces nosotros ya habíamos dicho todo lo que queríamos decir", puntualiza Ribas.