The Hell of Copper, de Nyaba León Ouedraogo

Representar la lucha es el objetivo principal de esta nueva edición de Getxophoto. Y con este ya son ocho años desde que arrancara el Festival de la localidad vizcaína, cercana a Bilbao. 20 artistas se dan cita en las calles que se llenarán de imágenes, porque si hay algo que caracteriza a este Festival es que la mayoría de las exposiciones e intervenciones se llevan a cabo al aire libre. Su idea es que el público interactúe en él de manera activa. "Getxophoto es una excusa para hablar de fotografía y la fotografía es un medio para hablar de los temas que nos interesan", puntualiza Jokin Aspuru, director de la cita, dando voz al comisario Christian Caujolle.



El hilo conductor de la pasada edición fueron los sueños, abriendo paso este año a la lucha; la lucha por la justicia, por la individualidad, por la libertad, por los derechos. "Si no cerráramos el tema sería algo inabarcable. Ambas ediciones van unidas, el año pasado fue el turno de los sueños como una mejora personal, individual, mientras que esta vez nos une la lucha como algo colectivo". Son 20 los artistas tanto internacionales como nacionales y locales, consagrados y emergentes, que se dan cita durante un mes a lo largo de las calles que recorren desde la playa de Ereaga hasta la zona más alta de la localidad.



Como cada año, el Opening corre a cargo de Caujolle, quien hará un repaso a la programación del festival a través de una serie de imágenes acompañado de algunos de los autores. Asimismo, Joseba Irazoki rinde homenaje en el 25 aniversario de los hechos de Tian'anmen con música en directo. Además, como ya es costumbre en la filosofía de Getxophoto, las imágenes se exponen en lugares poco convencionales y comunes. Así, cuenta Aspuru que la intención es mostrar "el arte de otra manera", por ello editan, por ejemplo, posavasos. "En cada bar hay un posavasos diferente. Se bebe y se colecciona, son ediciones muy cuidadas y limitadas". Es así como se lanzan el mensaje de que la imagen es maleable y buscan los ecos en los que se traduce.





Ratanakiri, de Pha Lina



Por otro lado cuenta a El Cultural que es importante la utilidad del espacio público como lugar de convivencia, siendo esta última una de sus principales premisas. "La mayoría son intervenciones al aire libre. La publicidad en las calles de Getxo está prohibida por lo que tiene impacto", explica. Aunque paralelamente se programan exposiciones más clásicas en lugares cerrados. "Traemos trabajos fotográficos muy conocidos pero la fotografía no deja de ser un ámbito cerrado, no es como el cine", puntualiza.



Esta edición vuelve a contar con la sección Encerrona, nueva el año pasado. Se trata de una jornada expositiva y de actividades pedagógicas. "Se reúnen fotógrafos pero también el público general. Es un lugar, espacio y tiempo de reflexión". Se llevan a cabo en un lugar alejado de la ciudad de modo que no hay "escapatoria" para nadie. "El año pasado funcionó muy bien, se congregaron casi 100 personas y nos sobrepasó". Esta vez la jornada girará en torno a los conflictos que una imagen puede generar. El espíritu de cada edición de este joven Festival es aportar novedades cada año. En esta ocasión se trata de La noche de la foto (Gauplaza en euskera), una noche en la que disfrutar de la fotografía en la calle mediante proyecciones como Otras luchas, con obras de Jon Cavezane, Humberto Bilbao, Anna Turbau, Javi Julio, Txetxu Berruelo, Asier Altuna, Olmo Calvo, Clemente Bernad, Pilar Aymerich, Matías Costa e Imanol Uribe, apertura de salas y una gramola digital.





The Hijab Series, de Boushra Almutawakel



Bernad, por ejemplo, lleva a cabo su intervención sobre árboles con la proyección de personajes míticos como Nelson Mandela y Martin Luther King y planos de las cárceles más grandes del mundo. "Es algo más lúdico que una foto", opina el director. Y con la Gramola digital consiguen aunar música, fotografía e incluso literatura. "La lucha es una idea fundamental porque genera sus propias canciones e himnos", por lo que han diseñado un dispositivo con "alrededor de 100 himnos de todas partes del mundo y cada persona puede escoger la canción que más le apetezca", explica.



Todo ello se complementa con una masterclass de Jon Iriarte y un taller de mano de Walter Astrada. Tras seis meses de selección y otros seis de producción, el Festival arranca su octava edición y ya empiezan a pensar en las sorpresas que traerá en su décimo cumpleaños. De momento se quedan con la idea de que lo que han armado es consistente y gusta. Pero sobre todo, como le dijo el artista argentino Marcos López a Jokin Aspuru, "el arte es como una caricia para el alma". Y si hay gente que siente esa caricia, su principal premisa queda cumplida.