El origen del mundo se va de viaje. Ya no es un chaval, tiene 128 años, pero estuvo escondido durante mucho tiempo hasta que en 1981 lo recibió el Estado francés. Aun así, se mantuvo oculto al público hasta el año 1995 cuando el Museo de Orsay lo exhibió. Desde entonces ha estado allí, entre las cuatro paredes del museo parisino.
Ahora, el lienzo más popular del pintor Gustave Courbet sale por primera vez de Francia para ser expuesto en un museo europeo. Y vuela hasta Suiza, a la Fundación Beyeler que acoge una exposición del artista francés, Gustave Courbet, desde este viernes y hasta el próximo 18 de enero. Courbet, hombre central de la pintura realista, se convierte así en el protagonista de la ciudad de Basilea.
Courbet revolucionó el mundo de la pintura no solo con el tratamiento realista al que sometía a las figuras ambiguas y su innovador uso del color, sino por la visión que tenía de sí mismo como pintor independiente e individual. La muestra que ahora reúne la Fundación Beyeler recoge entre 50 y 60 pinturas del artista de diversas colecciones privadas y museos donde se pueden ver obras no tan conocidas de todas las épocas y fases por las que transitó durante su carrera, postulándose como precursor de un Modernismo que rompió con las convenciones de la formación académica tradicional. En este punto jugaba de la mano con eruditos de su tiempo como Charles Baudelaire, Camille Corot y Honoré Daumier.
En el año 1855 vio cómo el jurado de la Exposición Universal de París rechazaba algunas de sus piezas, entre ellas El taller del pintor. Siendo este el salón oficial donde exponer y dado su anti-academicismo inauguró una exposición cerca de los campos de Marte y lo nombró Pabellón del Realismo, precursor del Pabellón de los Rechazados, donde la exhibió. Allí, tan solo obtuvo la alabanza de Delacroix.
Pero, como ocurre muchas veces en la historia del arte, pasa un tiempo para que una pintura sea reconocida y elevada al olimpo de obra maestra. Quien una vez dijera que sin escandalizar dejaría de existir, conservaba un juguetón tratamiento de los motivos y símbolos tradicionales.
La pieza central en la Fundación Beyeler es El origen del mundo, una obra naturalista que muestra el sexo desnudo, desprovisto de intimidad y sin identidad, recostado en una cama de sábanas blancas. Incluye el vello corporal que hasta entonces no se estilaba en los bocetos académicos, lo lleva a la realidad, lo eleva hacia lo carnal.
Aún hoy consigue causar impacto en el espectador. Hace poco más de un año saltó la noticia de que un coleccionista compró un cuadro que retrataba el rostro de una mujer y tras varios años de investigaciones se llegó a la conclusión de que era la parte superior del tronco de El origen del mundo. Dejaba así de ser anónima.
La muestra, no obstante, comienza con los autorretratos del artista que le llevaron a tener un nombre en la exquisita y selecta escena parisina. Esta era su primera faceta junto con los paisajes de Fontainebleau con marcadas características románticas, de las cuales se despoja para iniciar la corriente realista, término que él mismo acuñó.
Dando paso así a los salvajes bosques de la Jura y sus manantiales, se incluyen las pinturas de grutas y olas, intercalando su pasión por el cuerpo desnudo de la mujer, los seres humanos, la sexualidad y la naturaleza virgen.
Todo bajo el equilibrio de la pincelada courbetiana cuando se entrelazan en las sugestivas cuevas de las montañas de Juras. Pero su verdadera capacidad de mostrar que lo invisible es visible y que el objeto toma cuerpo, forma y dimensión, es en sus paisajes nevados.
El color blanco, pastoso y expresivo, se convierte en nieve real, en objeto que parece salirse del lienzo. Ahí radica su talento, en la capacidad de dar volumen a la tela. Así como en la selección de temas, ya que abogaba por la lucha de la clase proletaria y creía firmemente que el arte debía servir a la realidad que se vivía.
No hay que olvidar el contexto histórico que le tocó vivir. El Realismo se puede entender bajo las premisas y el prisma de la situación social y cultural que vivía Europa en la segunda mitad del siglo XX con los cambios que acuciaban en la sociedad con el triunfo de la Revolución Industrial.
Se instala el capitalismo liberal lo que se traduce en graves crisis socio-económicas sumiendo a gran parte de la población en la pobreza, algo que los artistas utilizan para crear su arte y criticar el momento.
Lo mismo ocurría en la literatura realista. Esta es la razón por la que se adentra en temas de la vida cotidiana. Porque, ya lo decía él, "la belleza, como la verdad, está en relación con el momento en que se vive y para la persona que pueda comprenderlo".