Untitled (Quetta, Pakistan), de Sigmar Polke. 1974-1978

En el mundo del arte el choque visual que nos producen algunas obras en nuestra retina es el gran golpe de efecto. Es decir, lo que nos impacta lo guardamos en la memoria. Tal vez esto podría decirse de Sigmar Polke, el artista que con una gran inventiva dio pie a un Pop Art alemán llamado Realismo Capitalista. Ahora la Tate Modern de Londres acoge una retrospectiva que reúne piezas que recorren toda la trayectoria de un artista que provoca una especie de alucinación visual.



Fue uno de los artistas experimentales más insaciables del siglo XX. El Realismo Socialista de Polke puede entenderse como un anti-estilo que bebe y se nutre del lenguaje de la publicidad. Es aquí cuando, tomando un enfoque completamente diferente, comienza una etapa de creación en la que da respuestas a la sociedad de consumo de la década de 1960. En ellas muestra, siempre con una fuerte corriente irónica, la manipulación de los medios de comunicación. Para la década de 1970 se interesó más por los viajes, las drogas y la vida en común y al adentrarse en los años 80 se vuelve cada vez más experimental.



Esta retrospectiva, organizada por el Museo de Arte Moderno de Nueva York junto a la Tate Modern de Londres, es la primera que reúne la amplia gama de medios y materiales con los trabajaba Polke. No solo cultivó una pintura llamativa, el dibujo, la fotografía, el cine y la escultura sino que también se recogen algunos cuadernos, proyecciones de diapositivas y fotocopias. "Los dibujos son las cosas que hago por mí mismo, los hago en cuadernos de dibujo. Son experimentos mentales, pensamientos internos privados cuando no estoy seguro de lo que va a salir", confesaba. Era insaciable, jugó y coqueteó con todo tipo de materiales como el polvo de meteoritos, el oro, plástico de burbujas, jugo de caracol, patatas, hollín e incluso el uranio. Con todo este despliegue de medios su obra es de difícil categorización.



Girlfriends, 1965/66

Al igual que en el caso de otros muchos artistas, Polke siempre se alejó de los principios academicistas del arte. Esta rebeldía frente a las técnicas pictóricas tradicionales, junto al uso de los materiales alternativos con los que jugaba, daba un aire anárquico a sus obras. Pero tras toda esta irreverencia se esconde una inteligencia promiscua que se abandona al azar poniendo de manifiesto un profundo escepticismo hacia la autoridad.



La doble lectura de estos elementos de desorden, su actitud y su consecuente creatividad, se entiende mejor si se conoce la biografía del artista. "Éramos muy pobres y mi familia lo perdió todo durante la guerra; nuestro hogar y nuestra identidad. Pero yo soy un creyente en la suerte y en las condiciones sociales que se nace que puede brindar la oportunidad para probar su suerte. Y supongo que he tenido suerte", dijo una vez. Y es que en 1945, cerca de la Segunda Guerra Mundial, su familia huyó de Silesia (en la actual Polonia) que pronto sería ocupada por los soviéticos para, más tarde, volver a huir a la Alemania Occidental en el año 1953.



Polke as Astronaut, 1968. A la izquierda Raster Drawing (Portrait of Lee Harvey Oswald), 1963

De modo que creció en una época en la que muchos alemanes desviaban la mirada y se deshacían de la culpa con la excusa de "yo no he visto nada". Algunas de las obras que se exponen ahora en la Tate Modern muestra su posición a este respecto y se ve cómo se opone a la tendencia de una generación que ignora el pasado nazi, como si arrancando la costra se reabriera la herida. Por ello, no es raro encontrar en las obras de Polke el uso de diversos materiales en un mismo lienzo. Un canvas que puede contener varias capas empleando pintura, pigmentos, transparencias y lacas en una misma obra.



De este modo crea esas obras pictóricas tan singulares que podrían parecer abandonadas a un sueño anárquico, un momento singular en el que nada parece tener sentido y, sin embargo, todo guarda un significado.