Thomas Hirschhorn. Foto: Marco/Enrique Touriño
Es uno de los artistas más importantes de la última década, también uno de los más controvertidos, que en sus grandes instalaciones persigue la trascendencia de lo precario. Thomas Hirschhorn llega el próximo 14 de julio al Museo Es Baluard de Palma de Mallorca para presentar su trabajo Equality Float, un canto a la igualdad entre manifiestos y maniquíes.
De entrada, cuesta imaginar una afinidad electiva entre artista y escritor, tan excesivo uno y tan moderado otro, aunque no están lejos los paseos de Walser de las walk-in sculpture de Hirschhorn. Ambos hablan de aquello que está activo y no se detiene jamás, el pensamiento, trastocando límites y fronteras, y con el deseo compulsivo de ser otro. Porque hay muchos hirschhorns. Está el Thomas elemental y vulnerable, el complejo y ambiguo, el lúcido y sensato, el ambicioso y mediático... Está el artista y está el personaje, a veces tirano, otras mesías y siempre crítico. Vive en París desde que llegó a los 27 años con su título de diseñador gráfico de la Schule für Gestaltung de Zúrich, y a ello se dedicó hasta que decidió ser artista. Sólo en el arte, explica, encontró la libertad suficiente para expresar sus ideas sobre el mundo. En 1995 se le empezaron a acumular las exposiciones individuales, y en el 2000 llegó uno de los mejores premios europeos, el Prix Marcel Duchamp. Desde entonces es un artista global: MoMA, Pompidou, Manifesta, Documenta, Bienal de São Paulo, de Venecia...
Estos días presenta una de sus obras más paradigmáticas en Palma de Mallorca. Se titula Equality Float y fue producida por el MARCO de Vigo para la exposición 7+1 Project Rooms, comisariada en 2008 por Gerardo Mosquera. Esta carroza de la igualdad, de 21 metros de largo y 6 de ancho, ocupa ahora el espacio del Aljub del Museo Es Baluard, un antiguo depósito de agua del siglo XVII convertido en espacio de proyectos. Es un artefacto móvil gigantesco realizado con materiales pobres e inspirado en las fiestas de carnaval y en todo tipo de manifestaciones callejeras, primera fuente referencial de Hirschhorn, que adopta aquí para reivindicar un concepto de valor universal: la igualdad. Término, dice, que debe rodar y no apagarse nunca.
Vista de la magna instalación Equality Float, 2008. Foto Marco/Enrique Touriño
Habla despacio y con frases cortas, sintetizando ideas y reiterando palabras, como si quisiera ordenar el embrollo absoluto de sus obras: "El arte es autónomo. El arte es resistencia. El arte es la positividad y la intensidad. El arte llama a la igualdad. El arte es universal". Busca un sendero igual de escueto cuando le invito a caminar hacia atrás, y analizar cómo ha evolucionado su trabajo hasta ahora: "Siempre es difícil comentar tu propia obra, es algo que prefiero dejar a los historiadores, pero puedo decirte cuáles han sido y son mis pautas: tener fe, pensar en conquistar, seguir luchando, mantener el fuego para seguir dando forma a mis ideas en todos los espacios posibles. Quiero seguir trabajando con la complejidad y seguir siendo el primero en abrumarme".Pregunta.- Complejo es, sin duda. Hay quien también le tacha de radical y provocador. ¿Lo es?
Respuesta.- El arte no puede basarse en la idea de provocar. No debería. Pero como artista, si tu obra es llamada ‘provocativa' tienes que pagar un precio por ello. A veces noto un cierto cinismo y una especie de ‘buena censura', aunque todo es censura, incluso la que uno se autoimpone.
P.- Sabemos que es un gran lector, sobre todo de filosofía, a la que rinde homenaje en algunas de sus obras: Spinoza (Ámsterdam, 1999), Deleuze (Avignon, 2000), Bataille (Kassel, 2002)... ¿Qué importancia le da al lenguaje?
R.- Escribo, leo, analizo, por lo tanto el lenguaje es importante. Me gusta leer a los filósofos, como a Alain Badiou, Marcus Steinweg o Giorgio Agamben, por decir tres que tengo ahora entre manos. Escribir me ayuda a ser fiel a mis ideas, porque una vez escritas, las cosas ya no son nocivas o arbitrarias, y no me gusta utilizar palabras de otros para hablar de mi trabajo. Prefiero utilizar mis propios términos. Es como una reafirmación.
P.- Caos es uno de esos términos. ¿Podría definirlo?
R.- Es el principio, el núcleo de todo. El caos es dinámico y creativo, destructivo y explosivo. Todos vivimos, de hecho, en un mundo caótico, pero yo no quiero escapar de él, ni siquiera protegerme de sus efectos. No quiero ocultar ni lo inconmensurable, la violencia, ni la belleza que también revela.
P.- ¿Cómo es su proceso creativo? ¿Cómo empieza todo?No puedo entender al escéptico, al cínico. Hay que utilizar el arte como una esperanza"
R.- Siempre parto del deseo de hacer una obra susceptible de tener un toque de gracia para alcanzar lo inesperado. Que sea una serendipia.
P.- ¿Siempre quiso dedicarse al arte?
R.- Todo el mundo es artista. Ya lo dijo, con acierto, Joseph Beuys. Diría que la cuestión ante la que se enfrenta un creador hoy en día va más allá. ¿Qué obra podemos hacer?, ¿cómo implicar al otro?, ¿cómo entrar en la Historia del arte?, ¿qué cuerpo teórico ofrecer?
Manifiestos y maniquíes Junto a la cadena de interrogantes recorremos la carroza de Equality Float. Lo primero que leemos es: "La verdad es pura zona conflictiva". Es tan obvio que estremece. Recuerda a otra Zona, igual de resbaladiza, que Andréi Tarkovski recogió en Stalker, la película favorita de Hirschhorn. "Un referente para mí siempre", insiste. Lo que ocurre en el filme tiene mucho que ver con sus obras. Narra el viaje de tres personajes por un terreno postapocalíptico en busca de una habitación que tiene la capacidad de cumplir los más recónditos deseos de una persona. Un territorio denso donde se intercalan diálogos filosóficos y poemas. Como aquí.
Los de Hirschhorn los firman Spinoza, Deleuze, Bataille, Gramsci, Kant y Blanchot, entre otros. Aunque el más extenso está en el centro de la obra, una reproducción de El contrato social de Rousseau, aritmética política donde también leemos: "cuanto más crece el Estado, más disminuye la libertad". A los lados de la carroza aparecen dos manos gigantes: una mano abierta recibe de la otra la mitad de una cápsula de color rojo y blanco. En la parte delantera está la reivindicación principal: "Igualdad = ante la Ley y la Vida". En la parte trasera, los libros de la biblioteca que ha inspirado el proyecto. Por último, colgados para su consulta, hay un libro de Foucault y otro de John Rawls, y muchas pancartas repletas de palabras: menos y más (que no menos es más).
Equality Float, 2008 (detalle). Foto Marco/Enrique Touriño
R.- De igual modo que no la hay en el mundo global, tampoco existe en el mundo del arte, que no creo que sea menos igualitario que el resto de campos. La lucha por la igualdad es una competencia que debemos tener todos, también los artistas, he ahí nuestra responsabilidad. El contexto social actual empuja, sin duda, a batallar.
Historia ahistórica
P.- ¿Diría que hace política con sus obras?R.- El arte es un arma para enfrentarse al mundo, para mí, de reinventarlo. Su mayor poder está en la libertad que te ofrece como artista. Nadie puede decirte cómo utilizar esa herramienta, ni qué es lo ‘correcto'. Mi decisión sobre los materiales es esencial y es política, pero no quiero hacer política ni utilizar el arte para ello. Lo que me interesa plantear es cómo puedo hacer una obra de arte en un momento como éste, que trascienda, que sea ahistórica.
P.- Unos materiales que son siempre efímeros... ¿Por qué ese amor por lo precario?
R.- Porque son materiales simples, baratos, universales e inclusivos. Me interesan porque no se utilizan sólo para hacer arte. Su tipo de vida es la supervivencia, una condición para mí. Lo precario es el futuro porque siempre es creativo, porque siempre está en movimiento, porque conduce a nuevas formas de expresión, porque traza una nueva geografía, porque lo precario propicia el intercambio de ideas entre las personas y porque crea nuevos valores.
P.- Suele abogar por la energía como valor fundamental. De hecho tiene un lema que repite a menudo, Energía: ¡sí! Calidad: ¡no! ¿Cuál es el sentido?
R.- La energía es una invitación al movimiento, a la invención, al acto de pensar. De ahí viene mi interés por la acumulación, como una batería cargada. La calidad es exclusiva, lujosa y está basada en la tradición y el particularismo. Rechazo utilizar esa palabra en mi obra del mismo modo que no quiero usarla con otros. Implica hablar de escala, de ‘alta calidad' y ‘baja calidad' que yo mismo desconozco. Hoy necesitamos otros criterios, así que Energía: ¡sí!
P.- Entonces, ¿puede justificarse todo lo que se hace en el arte contemporáneo?
R.- Sí, porque el arte es una afirmación en sí misma que quiere llegar más allá de lo que puede argumentar. Aunque siempre debe ser crítico, eso sí, comprometido con los otros y, necesariamente, crítico consigo mismo. Por decirlo de otro modo, debe ponerse en su propio límite, en ‘estado crítico'.
P.- Así están muchos museos. ¿Tiene halagos o reproches para las grandes instituciones?El arte es autónomo. El arte es resistencia. El arte llama a la igualdad. El arte es universal"
R.- Estoy agradecido a los museos ya que gracias a ellos formo parte del mundo del arte. En mi familia el arte nunca jugó un papel destacado. Pero los museos también tienen sus fracasos, claro. Un museo debe creer en el valor intrínseco de las obras, no pensar en el público como ‘consumidor', y ofrecer un diálogo abierto sin ideas preconcebidas. El arte es aceptado cuando posee un ‘excedente cultural', pero eso es un peligro para la obra de arte. Para evitarlo hay que estar en contra de todo lo que sea exclusivo, término que hoy en día se utiliza para legitimar. Se ha convertido en un criterio positivo que nada tiene que ver con el sentido del arte.
P.- Háblenos de lo más nuevo, de sus últimos trabajos.
R.- Estoy trabajando en una serie de titulada Pixel-Collage, que hace unos meses mostré en la galería Chantal Crousel de París, en la que reflexiono sobre la carencia de rostros en imágenes reproducidas en los medios. Desenfocar se ha convertido en un signo de autenticidad, justificado bajo la idea de ‘protección'. Me interesa cómo el uso del píxel conecta con la estética del arte abstracto y, al mismo tiempo, reflexionar sobre el vínculo entre lo indecible y lo abstracto, lo oculto con lo conocido, entre la belleza y lo atroz.
P.- Tras este largo camino, ¿a qué más aspira?
R.- Quiero que lo que ofrezco suponga un avance. Quiero establecer, a través de mis obras, un corpus crítico. Quiero trabajar, en todas las circunstancias, para un público no exclusivo. Siempre tengo en mente las palabras de Andy Warhol cuando decía aquello de ‘No llores, ¡trabaja!' y las reflexivas palabras de Jean Cocteau: ‘Aquello que se te critica, ¡refuérzalo!
@bea_espejo