Hernán Cortés frente al retrato de Dámaso Alonso (1984)
El Espacio Fundación Telefónica y la Fundación Unicaja organizan una retrospectiva del artista gaditano, conocido como el pintor de la vida parlamentaria, que ha inmortalizado a personajes de la vida cultural, social y política española como Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Severo Ochoa o Felipe González...
Conocido como el retratista de la vida parlamentaria, el pintor gaditano es el protagonista de una retrospectiva que, bajo el título Cortés. Retrato y estructura acoge desde hoy y hasta el próximo 10 de octubre en su cuarta planta el Espacio Fundación Telefónica, en colaboración con la Fundación Unicaja -con la que viajará a finales del décimo mes a Cádiz-, y que trata de reflexionar sobre el ser humano y el individuo. "A mí haberles pintado a ello me reconcilia mucho con la clase política", confiesa. Pero no se trata solo de políticos, por sus cuadros han pasado también grandes referentes de las letras como Dámaso Alonso o Jorge Guillén. Precisamente, "ambos son importantísimos en mi trabajo, por eso están en el centro de esta exposición, reflejan muy bien mi naturaleza como pintor abstracto".
No obstante, se trata esta de una muestra con un total de 130 piezas donde, según su comisaria, Lola Jiménez-Blanco, no han primado los personajes ni los grandes nombres propios sino el retrato per se y la importancia del mismo en la obra del artista. Tras casi cincuenta años de trayectoria -su primer retrato, sobre su madre, data de 1970-, Cortés reflexiona acerca de su especialidad. "El rostro humano se humaniza por las contradicciones del carácter -dice-, como pintor lo que más me importa es su belleza. Es muy curioso ver en él los surcos que van dejando la vida".
La vida y el espacio, porque el entorno es otro de los aspectos básicos de esta muestra. Jugando un poco con este concepto, Cortés. Retrato y estructura no sigue un orden cronológico del todo sino que, según señala Jiménez-Blanco, "trata de enseñar hasta qué punto todo tiene que ver con esta idea de la geometría que tiene en la cabeza Hernán". Una perspectiva que se enmarca dentro de un lugar concreto, su Cádiz natal, y que salta hasta sus retratos repercutiendo de forma evidente en la composición de su obra. "Es el descubrimiento del espacio -analiza el artista desde la distancia-, de la bahía de Cádiz, es poder pintar frente al mar, donde uno ve el gran plano del mar y de la bóveda celeste. Esa es una imagen que a mí me acompaña desde siempre y está en todos los lados. Es una imagen impresionante, que se te graba". Una influencia que se traduce en el contraste de la horizontalidad y verticalidad de sus formas, que no aluden nunca a un entorno específico, caracterizado por un espacio vacío que, sin embargo, puede verse en la luz, el pelo o en los reflejos de las gafas de sus retratados.
Hernán Cortes: Retrato Felipe González, 1985-2005
De hecho, para Cortés el mínimo hecho de contemplar cómo el modelo que va a pintar se mueve en el espacio, de ver cómo entra en escena, ya aporta una información valiosísima. "Todos con respecto a nuestro entorno, representamos -explica-. No entra en el espacio de la misma manera un político, que un poeta o que un filósofo. No se mueven igual. Eso hay que captarlo. Se ve claramente". De Yehudi Menuhin, por ejemplo, cuenta que era uno de los hombres más importantes del siglo XX pero mostraba sin embargo una actitud algo recatada. "De él recuerdo siempre el contraste que había entre una aparente fragilidad y una fuerza interna grande. La intensidad de su mirada cuando él dirigía, la capacidad de dirección, unido a una aparente fragilidad. El hombre siempre tiene una parte de fragilidad. Por eso las contradicciones humanizan. Todos somos así. Muchas cosas a la vez.Su método de trabajo
Desde antes de que su madre le regalara su primera paleta, con seis años, Cortés ya dibujaba a sus hermanos y a sus padres tratando de sacar el parecido. Desde entonces entiende este arte como el género dialogante por excelencia. "Lo primero que hay que hacer es conocer a la persona". Personas que, como Felipe González, aportan mucha información preliminar y una idea previa, pero también ha inmortalizado a otras menos conocidas públicamente. Un proceso que requiere de esa especie de conversación, contemplar al retratado, ver qué gestos repite y qué llama la atención de él, además de obtener la mayor información gráfica posible. Para esto, funciona cualquier medio: fotografía, video o pose de natural. No obstante, matiza que cuando se trabaja exclusivamente con poses del natural a veces uno corre el riesgo de caer "en un exceso de naturalismo"."Yo mismo empecé trabajando exclusivamente con posados -confiesa-, pero con el tiempo me fui dando cuenta de que esa otra información es más útil. La espontaneidad que captas en una toma en video, que puede ser un movimiento que se repite, es muy valiosa para después trasladarla al cuadro. Cuando uno posa y adopta una postura, al final se le cansa la pierna, le duele el cuerpo, se siente incómodo...". Lo ideal, a su juicio, es tener una variada información pictórica al alcance y con ese material construir una idea. "Ya después es bueno que la persona pose... eso quiere decir que ya la conoces y la tienes muy observada. Pero ese proceso puede durar muchas veces mucho tiempo, por ejemplo, un año o año y medio".
Aunque es de la opinión de que lo bonito es cuando alguien que no se espera se interesa por su obra y le pide que le haga un retrato, a veces, como en el caso del historiador e hispanista británico John Elliott fue él mismo el que se interesó. "Lo conocí en Nueva York. De él me encantó su físico, esa cosa escénica, indolente". También a Jorge Guillén lo pintó por iniciativa propia. Lo demás llegó casi rodado. "En seguida vio ese retrato Pedro Laín y me encargó para la Real Academia Española el de Dámaso Alonso, al que conocía desde mi infancia porque era amigo de mi padre". Fue esta pieza la que le dio a conocer en el ámbito nacional en 1984. Ambos, la pintura de Alonso y Guillén, conforman ahora la pequeña lista de sus trabajos favoritos. Junto a ellos destaca otro más personal, el de su propio hijo Carlos. "Lo que más me fascina de pintar niños es su mirada, pura y directa, con los años se va llenando de capas, que son seguramente las defensas que nuestro carácter nos proporciona, pero la mirada del niño es una pregunta. A esa mirada hay que responder con honestidad", señala antes de pensar en ellos como un reto. Su retrato de Gonzalo de Santalucía le costó veinte años terminarlo.
Hernán Cortes: Retrato Frances Lannon, 1985-2005
Con el paso del tiempo, su obra ha ido mostrando cierta tendencia a una mayor presencia del dibujo. "Con los años noto que cada vez aparece más -analiza-. Me lo pide el cuerpo. Esa relación de dibujo y pintura en el propio cuadro que se ve también en los pintores cubistas o en la pintura italiana del Quattrocento me sale sola". De esta etapa forma parte, por ejemplo, su retrato de Elias Masaveu. "La fuerza que refleja en la cara… si lo pintara por completo y no introdujera el dibujo en el resto del cuerpo perdería esa forma de mirar tan humana, esa intensidad…".
La pintura, la fotografía y las nuevas tecnologías
Tres vídeos de Rafael Argullol, Álvaro Pombo y María Bisbal, y una serie de dieciséis fotografías que muestran a Hernán Cortés en la intimidad de su estudio completan esta exposición que, además, permite reflexionar sobre el uso de la fotografía y la pintura en el arte del retrato. "No es lo mismo el golpe de una instantánea que una imagen elaborada con las manos a lo largo de un proceso de tiempo" , interviene Cortés. Esa imagen es más atemporal. El cuadro lleva sus ritmos, se hace a lo largo de los meses y presenta "una visión más completa". Algo que tiene el pintar del natural que nunca lo dará la fotografía "es el color en la atmósfera, en su vaporosidad", añade.Para él, la pintura es una artesanía. "Es algo táctil, se hace con las manos y enlaza con el viejo mito de la figura de barro que con el soplido se convierte en hombre. El mundo virtual es otra cosa. Puede aportar mucho. Pero la pintura no es eso. Lo pintable es lo que se toca con la mano. Puede ser más imperfecta pero también es más humano. Es lo que la cabeza te dice y la mano te permite". En medio de este debate surge la idea de cómo en el mundo del selfie y de las nuevas tecnologías el interés por la individualidad humana se hace necesario. "Estos personajes están en un mundo actual pero es muy importante representar su latido humano", contesta.
@mailouti