Una escalera mecánica construida con clips y grapas, unas vías de tren que sirven como esfera de un reloj o una bombilla en torno a la que giran aviones y helicópteros son algunas de las nuevas imágenes que Chema Madoz (Madrid, 1958) presenta en la galería Elvira González dentro del marco de Apertura Madrid Gallery Weekend. En total 34 piezas nuevas. “La fotografía es una comarca a la que llevas ideas dispares y que termina teniendo una forma homogénea, un corpus, aunque su procedencia sea diversa”, explica Madoz.

Como es habitual en su trayectoria todas sus imágenes carecen de un título. No es fortuito, por supuesto, ya que Madoz prefiere que “sea el espectador quien complete cada imagen”. El público de esta exposición, arguye, “está viendo algo sobre lo que tiene referencias y es como reencontrarse con alguien a que nos ves desde hace tiempo”, explica. En ese sentido, el estilo de su fotografía subyace intacto. Para Madoz esto se identifica con la voz: “cuando compras un disco de Tom Waits sabes qué vas a escuchar. Aquí sucede lo mismo, la voz es la misma y es reconocible”, asegura.

Cada una de sus imágenes requiere su tiempo de creación (y también de observación) pero a Madoz no le gusta hablar de ello. “El trabajo que hay detrás se queda en la trastienda. Si una imagen requiere mucho tiempo parece que la idea que subyace merece la pena y mi trabajo tiene una levedad, una ligereza que abre puertas a diferentes lecturas”, anota. Así, el ciprés, por ejemplo, “no es un objeto sino una idea del paisaje” y la escalera mecánica para Madoz remite a “una sociedad que busca en exceso la comodidad pero seguro que cada espectador le dota de otro sentido”.

Como lo hizo Magritte en su momento con la pintura, Madoz juega con nuestros sentidos a través de diversos objetos que para el fotógrafo tienen la misma carga semántica que tienen las palabras para un escritor.

@scamarzana