Izquierda, Manuel Segade, director de CA2M (Foto: Aad Hoogendoorn). Derecha, Beatriz Herráez, directora del Artium (Foto: Quintas Fotógrafos)
Tienen muchas cosas en común. Se formaron en pleno boom de internet y de los viajes low cost que permitieron una mayor movilidad, tanto física como virtual, y un acercamiento a lo que ocurría lejos de nuestras ciudades. Han estudiado y trabajado fuera y ninguno ha vivido las vacas gordas de nuestras instituciones, esas con las que se construyeron los grandes equipamientos que pronto quedarían vacíos de contenidos. Son la generación de los nacidos en la década de los setenta, la que hace no mucho estrenaba los cuarenta, y que poco a poco está ocupando los puestos de dirección de nuestros museos -y por concurso público, defendiendo su proyecto ante un tribunal de expertos-. El Cultural analiza junto a Cèlia del Diego de La Panera, Beatriz Herráez de Artium, Javier Hontoria de El Patio Herreriano y Manuel Segade del Centro de Arte Dos de Mayo, este relevo generacional.
Dirigen centros muy diferentes, pero a todos ellos les une la custodia de sendas colecciones. Sus señas de identidad son diversas, como ellos mismos subrayan: el CA2M está ubicado en Móstoles, en la periferia de una ciudad como Madrid, algo que “le da libertad y le permite trabajar con públicos especialmente singulares”. El edificio de Artium se inauguró con la colección ya creada y ha hecho un ingente trabajo con los artistas del contexto local. El Patio Herreriano cuenta con una magnífica sede, un monasterio renacentista con espacios como la Capilla de los Condes de Fuensaldaña, “un lugar que demanda la realización de proyectos específicos”, y con la Colección Arte Contemporáneo, centrada en arte español de los siglos XX y XXI. Y La Panera ha cuidado con especial mimo sus proyectos educativos, trabajando con colectivos como pacientes oncológicos y niños de 0 a 3 años.
"Existen muchos públicos. Desde las tejedoras de nuestra entrada hasta los que vienen a las Picnic Sessions". Manuel Segade
El cambio, apunta Cèlia del Diego, “se nota tanto en la manera de generar complicidades entre centros, de compartir información, recursos y producciones, como en la inquietud por desarrollar proyectos que prioricen la construcción de comunidades por encima de las autorías y las carreras personales”. Sí. Hay vida más allá de las exposiciones. El CA2M y La Panera son punteros en sus actividades “no expositivas” con las que han generado otro tipo de públicos. Desbordan el modelo clásico de visita guiada y renuncian a la jerarquía muestra versus actividades. “El público no es una masa homogénea -destaca Manuel Segade-. Existen muchos públicos: las tejedoras que ocupan nuestra entrada los miércoles por la mañana, los colaboradores de nuestro Huerto en la terraza los viernes, el más inquieto de las Picnic Sessions, el más local del Cine los domingos… El equipo de Educación ha construido un proyecto de investigación ejemplar con los programas de jóvenes, hay incluso un momento de arranque del verano en el que durante una semana se hace un campamento en el museo donde se duerme una noche”.
Diálogo intergeneracional
También las exposiciones reflejan este cambio de paradigma. En enero, el CA2M inaugurará El humor absurdo en España, “una constelación de la historia del humor desde las vanguardias al presente comisariada por Mery Cuesta -avanza Manuel Segade- que nos permitirá entender la importancia de sus recursos de lenguaje y comunidad para definir nuestra contemporaneidad, con colaboradores de lujo como Joaquín Reyes”. En esa misma fecha Beatriz Herráez iniciará el proyecto con el que ganó el concurso de dirección, “una presentación de la colección en relación con muestras específicas de artistas tanto del contexto como del ámbito internacional”. Su propuesta conecta con la serie Encuentros que arranca mañana en el Patio Herreriano y pone en diálogo la colección con la obra de artistas españoles de generaciones distintas, Ángeles Marcos y José Díaz en este caso. Aunque su muestra más ambiciosa llegará en junio bajo el título Una dimensión ulterior, que traza un recorrido por la escultura realizada en España en las últimas décadas. Coincidirá en el tiempo con ORDER, el proyecto de Democracia en La Panera, “un escrache al capitalismo en formato de ópera en tres actos, producidos en Houston, Dublín y Londres entre los años 2016 y 2018”, avanza Del Diego.
"El museo es un espacio desde el que formular preguntas, un lugar de formación que es además servicio público". Beatriz Herráez
Hay una mirada atenta hacia el arte español y al trato con los artistas de la escena local. “En Artium existen experiencias previas que nos hablan de la posibilidad de establecer diálogos continuados y fructíferos entre artistas e instituciones públicas”, apunta Herráez. Lo vimos por ejemplo con Francisco Ruiz de Infante, que intervino sucesivamente en distintos espacios y momentos del museo, utilizándolo como gran laboratorio. O en Querer parecer noche, la exposición con la que el CA2M celebraba sus diez años con un volumen importante de nueva producción de jóvenes artistas vinculados a la escena madrileña. “Algunos de ellos -recuerda Segade- con formas singulares de entender la producción, por su carácter performativo (Cristina Garrido, Nora Barón) o escénico (María Jerez)”.
Apoyarse en la colección, aunque desde perspectivas diferentes, es otro de los rasgos que atraviesa el programa de todos ellos. Es el punto fuerte de la programación de Beatriz Herráez y un importante foco en la de Javier Hontoria, los dos últimos en incorporarse a sus puestos. “Artium va a hacer en los próximos cinco años un trabajo de relectura de los fondos de la colección que sirve para construir simultáneamente el programa de exposiciones temporales. Se inaugura con trabajos de los años 80 y 90, a la que se incorporan casos de estudio específicos. La selección de esta franja temporal permite que nos aproximemos a las prácticas artísticas más recientes desde su relación con un pasado histórico. También las adquisiciones están vinculadas a este hilo conductor. Por un lado, se trata de visibilizar la investigación ya realizada, subsanando las ausencias detectadas y, por otro, de incorporar obras y artistas que forman parte del programa de las exposiciones temporales”.
"El cambio se nota en la manera de generar complicidades entre centros, de compartir información y recursos". Cèlia del Diego
En el Patio Herreriano, ilustra Javier Hontoria, “la Colección Arte Contemporáneo ocupa un lugar muy importante, pues permite hacer constantes revisiones de las vanguardias en España. Cuenta además con el mayor cuerpo de obra del artista Ángel Ferrant, una figura esencial, relevante durante todos los momentos de vanguardia, un gran escultor y un pedagogo ejemplar. Queremos que su legado nos permita deslizar aportaciones a la pedagogía del arte desde el museo”. Y en CA2M una comisión conformada por Glòria Picazo y Estrella de Diego sigue la pista a piezas más históricas que todavía están disponibles (Concha Jerez, Pepe Espaliú) y a otros más jóvenes. “Una colección da la posibilidad de trabajar con otra temporalidad, una investigación lenta y cuidada”, describe Segade.
El caso de La Panera merece mención aparte. Sus fondos provienen de la Biennal d'Art Leandre Cristòfol, que tiene veintidós años a sus espaldas. Una de las primeras cosas que hizo Cèlia del Diego al llegar a su puesto en 2016 fue revisar estas obras con la ayuda de Oriol Fontdevila y Javier Hontoria. “Era muy importante para interpretar cuál había sido la política de adquisiciones, y determinar qué interesaba potenciar de cara al futuro. Nos reafirmamos en la apuesta de riesgo por los valores jóvenes, pero sin perder la mirada retrospectiva que permitiría complementar los primeros veinte años de adquisiciones; revisamos los límites territoriales y sobre todo apostamos por lo que denominamos los ‘heterónimos del arte', modos de hacer con los que el propio arte se pone en relación con otras disciplinas, para poner a prueba los límites de coleccionar prácticas artísticas que se resisten abiertamente a ser patrimonializadas”.
Célia del Diego, directora de La Panera (Foto: Jordi V. Pou). Derecha, Javier Hontoria, director del Museo Patio Herreriano de Valladolid (Foto: José María Lostau)
A distintas velocidades
Esta es una de las piedras en el zapato de nuestros centros, independientemente de la edad de sus directores: trabajar dentro de la maquinaria de la administración pública que no responde muchas veces a las nuevas necesidades que van surgiendo en la creación contemporánea. Lo veíamos cuando el Reina Sofía celebraba la exposición de Dora García, Segunda Vez, y tenía que recurrir a una empresa intermediaria para contratar a los performers que activaban las obras, y lo vemos cada vez que una obra audiovisual requiere de un nuevo equipo para ser reproducida. “Necesitamos más imaginación institucional”, proclama Segade, recordando ejemplos del CA2M como Acupuntura, la reforma del edificio de Andrés Jaque por fases que ha incluido dentro del programa de exposiciones. Sin olvidar todo lo referente a contratación y adquisiciones. En La Panera están sudando la gota gorda para redactar el contrato de adquisición de la conferencia performativa de Aimar Pérez Galí Sudando el discurso, una pieza que entra dentro de la categoría que antes avanzaba Cèlia del Diego de “heterónimos del arte”. “Es un contrato que, más allá de resolver cuestiones como la inmaterialidad, la cesión de derechos y las condiciones de ejecución y actualización de la pieza, se enfrenta a dificultades añadidas por el hecho de que esta performance tiene la especificidad de que tan solo puede ser interpretada por su autor”.
"El reto es conectar con las audiencias y revertir la falta de credibilidad del arte contemporáneo" Javier Hontoria
A esto podemos sumar la realidad de que en muchos de nuestros centros, decenas de falsos autónomos ocupando puestos fundamentales para el desarrollo de su actividad, algo que ha salpicado, incluso, a las plazas de dirección (lo vemos en el C3A de Córdoba o en centros municipales de Madrid como CentroCentro y Matadero). “Los museos en España tienen una alarmante falta de personal -constata Javier Hontoria- algo que contrasta con la gran cantidad de profesionales que trabajan por cuenta propia”.
¿Y qué pasa ahí fuera? Los cuatro coinciden en la importancia de formar parte de redes internacionales, itinerar exposiciones a museos extranjeros, buscar alianzas y colaboraciones para ayudar a la internacionalización de nuestros artistas. Es algo que Hontoria tiene muy claro: “Tenemos que programarlos. No hay otra cosa que podamos hacer. Y tratar de buscar colaboraciones con instituciones internacionales con el fin de que esos artistas estupendos que tenemos y que no se ven fuera puedan tener visibilidad. Y en lo que se refiere a las propuestas institucionales de proyección española en el exterior, ofrecer una imagen nítida de lo que somos o queremos ser y no una que sesgue y divida. No está escrito en ningún lugar que los artistas extranjeros sean mejores que los nacionales”. “Aprovechar el capital simbólico de los centros para proyectar trayectorias, no sólo de artistas, también de comisarios”, añade Segade con una puntualización de Cèlia del Diego: “la internacionalización es un camino que tiene dos sentidos. Programar muestras de artistas internacionales contribuye a posicionar el centro en el ámbito internacional, y de algún modo también a los artistas que participan de este”.
Pensar desde el museo
No son pocos los retos que tienen por delante. Uno de los más importantes defender el papel del museo en la sociedad actual. Huir de visiones “monofocales” -como dice Segade-, “reflexionar sobre su papel formativo (en especial en relación a los públicos más jóvenes) -añade Herráez- y sobre su función como productor de relatos que nos permita pensarnos en el presente. Que el museo sea un espacio para la ciudadanía, con toda la heterogeneidad que le es propia. El origen de muchas de las instituciones culturales que definen el periodo de la modernidad europea gira en torno a la capacidad para construir una mirada atenta sobre lo que nos rodea. Esta es la razón que construye el museo, la de ser un espacio desde el que formular preguntas, un lugar de formación que es además servicio público”. Y, cierra Hontoria, “conectar con las audiencias y revertir la falta de credibilidad del arte contemporáneo, sobre todo ante las autoridades. Convencerles de que tiene una utilidad imprescindible para desbrozar la complejidad de nuestro mundo. Y para esto hay que ser creativos e instructivos, y evitar caer en los vicios que hacen del arte contemporáneo, con razón muchas veces, un motivo de mofa”.
Manuel Segade (La Coruña, 1977) lleva al frente del madrileño CA2M más de tres años, con un equipo de 14 personas, 1.300.000 € de presupuesto y 100.000 visitantes al año. Tienen 1.888 obras en sus fondos procedentes de las colecciones CA2M y Fundación ARCO.
Beatriz Herráez (Vitoria, 1974) es la primera directora mujer del Artium de Vitoria, al que llegó en diciembre de 2018. Cuenta este año con 3.933.162 € de presupuesto, adquisiciones aparte (70.000 €), una colección de 2.322 piezas, 22 personas en plantilla y más de 96.000 visitantes al año.
Cèlia del Diego (Tarragona, 1974) dirige La Panera, en Lérida, desde finales de 2016. Su colección proviene de la Biennal d'Art Leandre Cristòfol, que se celebra desde 1997. El centro tiene un un equipo de 11 personas, un presupuesto de 241.463 € y en 2018 recibió a 17.342 visitantes.
Javier Hontoria (Madrid, 1975) ha sido el último en llegar al Museo Patio Herreriano de Valladolid. Tiene unos fondos de 1.132 obras que vienen de la Colección Arte Contemporáneo. Con un equipo de 8 personas, el año pasado recibió más de 100.000 visitantes y tiene un presupuesto para 2019 de 1.466.784 €.