A principios de los años 70, Sondra Gilman (Nueva York) era una muchacha a la que le interesaba el arte. Un día fue a ver una exposición de Eugène Atget en el MoMA y sintió, tal y como relata ella misma, "una epifanía". Entonces la fotografía no estaba considerada como un arte y, sin embargo, algo la empujó al despacho del comisario de la muestra. Durante tres días seguidos vio las fotos una tras otra y, finalmente, compró tres. "¿Has pagado por unas fotografías?", le preguntó perplejo su padre, como si estuviera ante una lunática. Su respuesta fue contundente: "He comprado tres obras del Rembrandt de la fotografía". Y no se equivocó. Desde entonces han pasado muchos años y su colección ahora está considerada como una de las mejores del mundo. 120 piezas de su fondo, que va enriqueciendo junto a su marido Celso González-Falla (La Habana, 1935), se pueden ver hasta el próximo 29 de septiembre en la exposición La belleza de las líneas, en Foto Colectania (Barcelona).
"Yo entonces no sabía nada de fotografía pero no podía dejar de pensar en lo fantástico que era Atget", recuerda Gilman. Aún conserva esas tres primeras adquisiciones en su casa. Tras aquello, dice, no volvió a ser la misma. Así empezó una colección que ahora está compuesta por más de 1.500 piezas a través de las que se puede rastrear la evolución que ha vivido esta disciplina. Aunque la gran mayoría son de los siglos XX y XXI y de finales del XIX, también tienen alguna anterior de nombres de primera fila como Margaret Cameron.
Esta pareja de coleccionistas neoyorquinos tiene mucho cuidado a la hora de comprar y solo adquieren "fotografía vintage revelada como mucho cinco años después de haber sido realizada". No es un capricho, tiene su fundamento. "Celso y yo sentimos que son las representaciones más auténticas de la mente del fotógrafo", y González-Falla añade que "el fotógrafo que la hizo sabía los papeles que había disponibles, sabía cómo usar el cuarto oscuro y cuál iba a ser el resultado final. No decimos que las imágenes impresas después sean peores, solo que no reflejan la mente del fotógrafo en el momento en que disparó su cámara. Queremos una representación fiel de lo que quería", arguye.
Y, por supuesto, tienen un ritual que siguen desde hace años. Gilman tiene que sentir cómo se le arruga el estómago ante una imagen determinada. Pero no la compran en ese momento: "Tenemos que ver las imágenes durante tres días seguidos antes de comprar porque te puedes sentir seducido en un primer impacto pero queremos que sea algo duradero. La miramos, volvemos al día siguiente y nos sentamos frente a ella. Si el tercer día aún nos sigue emocionando como el primero la compramos", detalla. Así se aseguran de que lo adquirido es realmente la pieza que buscaban.
Mapplethorpe, Berenice Abbott, Hiroshi Sugimoto, Graciela Iturbide o Nan Goldin son algunos de los nombres que conviven con Gilman y González-Falla. Son todos ellos grandes maestros de la fotografía pero los coleccionistas puntualizan que cuando las adquirieron aún no lo eran, algo que demuestra su gran olfato. "Compramos sus fotografías cuando aún no eran famosos y los precios eran razonables", asegura Gilman. Y, ¿dónde las compran? "En todas partes", bromea. "A veces son parte de colecciones privadas y quieren venderlas, otras las vemos en galerías, en subastas o directamente a través del fotógrafo", aseguran. Se trata de mirar y mirar. Así es como el ojo se entrena aunque para Sondra Gilman sigue siendo un ritual de sensaciones.
Una de las últimas en llegar a su colección es una imagen de Koudelka y para hacerse con ella acudieron a diferentes casas de subastas en Nueva York donde tenían la misma imagen. "Eran tres impresiones de una misma imagen pero una era muy mala, la otra no estaba mal y una tercera es la que nos hizo sentir que queríamos comprarla", sostienen. De modo que "no se trata tanto de aprender a mirar como de entender lo que nos hace sentir".
Las 120 imágenes que se pueden ver ahora en Foto Colectania fueron seleccionadas por Tatyana Franck para una muestra en el Musée de l’Elysée de Lausana. Estuvo 20 días en casa de los coleccionistas buceando en su fondo en busca de la narración que quería. Se trata de la tercera vez que su colección sale de casa: la primera fue para una muestra en Whitney Museum (al que donaron 75 piezas), años más tarde se pudo ver en Jacksonville Museum, que viajó por diferentes lugares de Estados Unidos, y esta es la primera vez que se puede ver en Europa y en España. Una vez que Foto Colectania clausure su muestra todas estas imágenes "se irán a dormir, tienen que descansar en la oscuridad", comentan los coleccionistas. De hecho, González-Falla asegura que las fotografías que cuelgan en sus casas las cambian cada 14 meses.
A pesar de la fragilidad de este medio ambos creen que tienen que compartir lo que tienen. "Una colección no se puede usar de manera personal, tenemos la responsabilidad de mostrarla y esperamos que la gente pueda sentir la misma pasión que sentimos nosotros". ¿Un consejo para aquellos que estén pensando en empezar su propia colección? Sondra Gilman responde que inicialmente no compren nada: "Mi consejo es que durante un año vean todas las exposiciones de fotografía que puedan y que lean mucho. Primero hay que ver mucho porque el ojo se educa a sí mismo. Luego puedes empezar a pensar en comprar".