El imponente jardín y la fachada neoclásica del Palacio de Liria, situado en la céntrica calle de la Princesa de Madrid, aguardan la llegada de los primeros visitantes. A partir de este jueves la actual residencia del XIX Duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, abre el zaguán y la primera planta para mostrar parte de su imponente colección de arte antiguo. Las visitas guiadas serán en grupos de 20, con audioguías y dos personas que irán dirigiendo la mirada del visitante por las obras más importantes que se mencionan en la grabación. Tiziano, Rubens, El Greco, Zurbarán, Zuloaga, Goya o Mengs son algunos de los moradores que componen una de las colecciones privadas más importantes de Europa.

La entrada de 14 euros permite el acceso a 14 salones organizados de manera temática. La segunda planta y los jardines traseros se mantienen cerrados al público pues es utilizada como residencia privada. Nada más acceder a la entrada se proyecta un documental de seis minutos que resume la historia tanto del linaje como del edificio. En 1936, tras el estallido de la Guerra Civil, el palacio fue confiscado y ese mismo año un incendio destruyó su interior dejando en pie cuatro muros desnudos. Una vez finalizada la contienda el duque Jacobo inició una reconstrucción que culminaron los XVIII duques de Alba, Cayetana y Luis Martínez de Irujo, en 1956. “Hasta los años 80 no se acabó de redecorar, la intención era de devolverle la gloria pasada”, señala Álvaro Romero, director cultural de la Fundación Casa de Alba. 

Escalinata de sir Edwin Lutyens que lleva a la Afrodita fechada en el siglo I a.C

A pesar de las pérdidas ocurridas durante guerra “la gran colección se salvó aunque desaparecieron alrededor de 70 obras”. Subir por la escalinata es acceder a la primera planta pisando una obra diseñada por sir Edwin Lutyens y que lleva a una estancia en la que se puede ver una pieza arqueológica que representa a una Afrodita fechada en el siglo I a.C y que observa a quien acude a su encuentro rodeada de retratos de varios monarcas estuardos. El recorrido, además de interesante por las obras de arte y la decoración de paredes y techos, está salpicado por fotografías, porcelanas, joyeros o exquisitos muebles que pertenecen a la familia. Todos estos objetos se han mantenido “para mostrar que sigue siendo un palacio habitado”. 

El incalculable valor del legado artístico de la familia se observa en cada uno de los espacios decorados con un estilo diferente y nombrados según su contenido. Así, en el Salón Estuardo, espacio que debe su nombre a los cuadros que representan a varios miembros de la familia de la Casa de Berwick, destaca también el tapiz La lucha de los griegos y las amazonas y la muerte de la reina Pantesilea, elaborado por Pasquier Grenier en 1485 y “en el que se representa la batalla de Troya”, explica Romero.

Imagen del Salón Flamenco con la obra 'Carlos V y la emperatriz Isabel de Portugal', copia de Rubens

A su lado se encuentra el Salón Flamenco, donde sobresale Carlos V y la emperatriz Isabel de Portugal, obra firmada por Rubens. “Este lienzo se parece más al estilo de Tiziano y es que se trata de una copia que hizo Rubens del original que se quemó en el incendio del Alcázar de Madrid en 1734”. Y su pincelada también está presente en otras obras como Camino del mercado, Felipe IV, Betsabé o la copia de Combate de las amazonas con los griegos. La maestría de Jan Brueghel de Velours, Van Goyen o Van der Velde culminan la nómina de obras que en su mayoría fueron adquiridas por el duque Carlos de Miguel.

Otro de los protagonistas es el Gran Duque de Alba al que se rinde homenaje en una sala homónima que se mantiene decorada como lo estaba antes de la guerra. El espacio está liderado por la copia que Rubens hizo del original de Tiziano en el que retrata al duque “vestido de negro, el color que se puso de moda y supuso el origen del chaqué”, sostiene Romero. Al otro extremo de la estancia el duque aparece retratado por Tiziano 15 años después y Bartolomeo Passerotti lo inmortaliza "a la edad de 70 años cuando enfermo de gota conquista Portugal". 

Parte izquierda del Salón de Goya

Los espacios dedicados a los artistas españoles son igual de sorprendentes. En el Salón Español tenemos una cita con los grandes maestros del Siglo de Oro que nos regalan obras como Santo Domingo de Guzmán que, pintado por Zurbarán, muestra la clásica iconografía dominica o el lienzo Juan de Miranda, “considerado uno de los mejores retratos de Murillo y realizado dos años antes de morir el artista”. No podía faltar Velázquez con La Infanta Margarita, Ribera con San Onofre o Lavinia Fontana con Marte y Venus, obra que se trasladará al Museo del Prado con motivo de la exposición que prepara sobre la artista. “Fue la primera mujer que triunfó en la pintura. Aunque su marido también era pintor Fontana era mucho mejor que él”, recuerda Romero. 

También está abierta la zona en la que cuelgan las pinturas de Zuloaga, autor de los retratos Don Jacobo Fitz-James Stuart, XVII duque de Alba, el de su esposa Doña Rosario Silva y de su hija Doña Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, madre del actual residente de la Casa de Alba. Este último es un retrato de Cayetana de pequeña sentada sobre su poni. A su lado un tétrico Mickey Mouse: “Cuenta la leyenda que Cayetana era muy inquieta y Zuloaga le llevó sus juguetes para poder trabajar. Sin embargo, esta se los tiraba de forma recurrente de modo que al finalizar el pintor sentenció que nunca más abordaría un retrato infantil”, bromea Romero. 

Biblioteca familiar

Aunque quizá la obra más conocida de la colección es la que acaba de volver a casa tras su paseo por el Museo Thyssen-Bornemisza: La duquesa de Alba vestida de blanco, una de las obras maestras de Goya, artista al que se dedica esta sala. “Cuando fue pintado este cuadro decoraba el palacete de Moncloa y la duquesa se convierte en musa del pintor zaragozano".

El recorrido concluye en una biblioteca familiar que tiene como legado más de 20.000 volúmenes ordenados por el tamaño de los libros. Dividida en dos partes, la zona de trabajo y la zona expositiva, son tres las vitrinas en las que se muestran documentos como la Biblia de la Casa de Alba que, datada en 1430 y manuscrita en Toledo, “estuvo en manos de la Inquisición porque no se podía leer en lengua vulgar sino en latín”, recuerda Romero. Asimismo, encontramos el último testamento de Fernando el Católico, cartas manuscritas por Cristóbal Colón, una edición del Quijote corregida por Cervantes o misivas de Rousseau, Ingres, Alejandro Dumas o Mérimée resumiendo la ópera Carmen.

"Para los dioses inmortales cuya voluntad fue, no solo que yo heredara estas cosas de mis antepasados, sino el que se las transmitiera también a mis descendientes". Esta frase de Cicerón que aparece inscrita en un friso de la escalera principal parece ser, por tanto, uno de los objetivos de esta apertura al público.

@scamarzana