Fernando Aramburu. Durante los preparativos de este diálogo, he estado repasando imágenes tuyas, deteniendo sobre todo la atención en aquellas que muestran objetos comunes que, sin dejar de aparecerse a los ojos del observador como lo que son, sugieren un significado distinto del habitual. Me han venido entretanto al recuerdo aquellos versos de Federico García Lorca en Poeta en Nueva York que hablan, en un tono dramático distinto del aire sereno frecuente en tus fotografías, del esfuerzo del caballo por ser perro, del perro por ser golondrina, etc. A mí me complace ver en tus obras una advertencia sobre la fragilidad de nuestras opiniones, al mismo tiempo que una invitación al ejercicio placentero de rehacer la realidad. ¿Cómo podemos emitir dictámenes rotundos sobre algo que en cualquier momento puede dejar de ser lo que es o lo que parece? Décadas atrás, cuando inicié el aprendizaje de la lengua alemana inducido por necesidades de índole biográfica que no vienen a cuento, me llevé alguna que otra sorpresa. Mencionaré la más clásica. La luna (der Mond) en lengua alemana es un sustantivo masculino; el sol (die Sonne), femenino. Consecuentemente, los libros infantiles del ámbito germanohablante representan la luna con rasgos faciales de varón, a menudo con bigote y sombrero; el sol, con rasgos y atuendo de mujer. Para mis hijas, que son bilingües, estas dos representaciones distintas no suponen ningún problema; entienden el contexto y lo asumen. Como ellas, otros muchos ciudadanos se acostumbran desde pequeños a considerar la realidad en sus múltiples facetas y desde distintas perspectivas. Quizá te parezca exagerada mi tentación de vincular tus imágenes con una lección de tolerancia.
Chema Madoz. Recuerdo que ya desde el comienzo de mi relación con la fotografía mi preocupación principal era encontrar un ámbito en el que centrar mi trabajo. Tenía la sensación de que en mis primeras imágenes había un cierto distanciamiento de lo que era mi entorno natural. Quería trabajar con aquello que me rodeaba y no conseguí dar con la clave hasta que, de una manera natural, apareció el objeto. Estamos rodeados de objetos, un campo que a priori parecía muy concreto y limitado y que con el tiempo se fue transformando en algo infinito y lleno de posibilidades. De la misma forma que la combinación de tan sólo doce notas musicales puede generar todas las melodías posibles. Para mí fue determinante tomar conciencia de que cualquiera de nuestras acciones cotidianas están mediatizadas por los objetos. Se abrió ahí un terreno perfecto para poder meditar o incluso divagar sobre nuestra propia naturaleza y la manera de entender la realidad. Siguiendo tu ejemplo sobre el sol y la luna, también me ha interesado esa dislocación del género como, por ejemplo, en la imagen donde una cuchara proyecta la sombra de un tenedor, trastocando su naturaleza más íntima. La realidad, a pesar de tener una apariencia sólida e inalterable, puede ser mucho más frágil de lo que pensamos. Nuestra cabeza hace una lectura práctica de cualquier elemento que tengamos al alcance de nuestra mirada en un intento de saber qué terreno estamos pisando, pero nos encontramos con que la variación más simple o elemental puede poner en duda todo aquello que habíamos dado por conocido. La duda siempre me ha parecido un terreno fértil. Una duda abre puertas, una certeza las cierra. Si no recuerdo mal era Nietzsche el que decía “cada certeza es una cárcel”. Pues bien, en este caso cada imagen es un intento de fuga.
“Son imágenes limpias, tersas, que funcionan con la eficacia de un mecanismo de relojería. La mirada es fría. Como la de un notario que tuviera que elevar a documento público un poema”. Chema Madoz
FA. Fuga que, en mi opinión, conduce a lo que pudiéramos llamar el universo Chema Madoz, un espacio fotográfico fascinante en blanco, gris y negro que se rige por las leyes que le asigna tu inventiva. De hecho, tus fotos suscitan una familiaridad en el observador que las hace rápidamente identificables como tuyas. A ninguna le falta su componente genial de sorpresa. No se me ocurre una forma más eficaz de desmentir la vieja idea que consideraba la fotografía una actividad pasiva, según la cual la cámara lo hace todo y el fotógrafo se limita a accionar el disparador, a poder ser en el lugar adecuado y en el momento oportuno. Esta facultad propiamente creativa abre a la fotografía las puertas del arte, de lo que tradicionalmente entendíamos por tal, esto es, la creación de objetos bellos, armónicos, intensos, complejos, susceptibles de interpretación. Pero eso no es todo. A la presencia visual de los objetos y a la modificación de sus significados (el hacha de madera que hiende un bloque de madera, las bolas de billar que componen una estructura atómica o la nube encerrada en una jaula) se añaden otras cuestiones más propiamente formales de las que te agradecería que hablaras. Una de ellas la compartes con el novelista. Me refiero al punto de vista que le prefijas al observador, un factor esencial para percibir y, por tanto, comprender la imagen, asunto este que supongo cuidas al detalle. La otra no sé cómo denominarla. La limpieza, el brillo, la tersura de las imágenes que constituye uno de los grandes atractivos de tus obras.
CHM. El hecho de que las imágenes sean fácilmente reconocibles por el espectador tal vez se deba a un ejercicio de reducción en el que tan sólo aparecen en la imagen los elementos imprescindibles para elaborar una idea. No hay nada accesorio. Las claves visuales que utilizan son reconocibles por todos y toda manipulación está a la vista del espectador. Son imágenes que acostumbran desenvolverse en un ámbito que tanto podría ser real como imaginario. Su arquitectura visual es simple y el objeto se convierte en una especie de esqueleto que articula y define el espacio que recoge la fotografía. El objeto es el centro ineludible de interés. Todo gira en torno a él. Fotografío objetos y lo que esta actividad genera no deja de ser otro objeto, la propia fotografía, en este caso con una función difusa que tan sólo trata de hacer hincapié en que la realidad es un ejercicio de lectura. En la imagen confluyen dos puntos de vista, el mío y el del espectador que se enfrenta a la fotografía desde el mismo lugar en que yo me enfrenté al objeto y a partir de ella va a hacer su propia aproximación. Soy consciente de que, tal como sugieres, son imágenes limpias, tersas, que funcionan con la eficacia de un mecanismo de relojería. La mirada es fría. Como la de un notario que tuviera que elevar a documento público un poema. En definitiva, un discurso repleto de reglas que se dinamitan desde dentro.
FA. En 2015, Radiotelevisión Española emitió un espacio dedicado a ti y a tu obra en su serie titulada Imprescindibles. El programa íntegro puede disfrutarse en internet. En un momento dado de la emisión, la periodista Ana Morente constata que tu trabajo te ha granjeado reconocimiento internacional. Por cierto, en mi país de residencia se te considera un visual poet, apelativo con el que me gustaría saber si estás conforme. No puedo por menos de sonreír cuando pienso que las aseveraciones perfectamente verificables y sin duda elogiosas de Ana Morente tendrían en boca de algunos críticos de libros, dirigidas a escritores, un cariz rápidamente peyorativo. Hablando de ti, dice Ana Morente: “Es un artista que vende, que gusta y hace un arte contemporáneo muy accesible. Todo el mundo lo puede entender.” En mi campo de actividad, un autor que vende, que gusta y escribe libros de fácil comprensión pasa por ser un taimado practicante de la simplicidad, un sumiso cumplidor de los requerimientos del comercio, un tranquilizador de conciencias. Puede que incluso sus mismos compañeros de letras lo pongan bajo sospecha política y le auguren el merecido infierno de un olvido futuro. Yo pienso que este es un tributo que pagan quienes tienen la desfachatez de asociar algún tipo de fortuna con el uso de esa materia que todo el mundo cree dominar: la palabra escrita. Tocar el arpa, competir con un coche de Fórmula 1 o hacer buenas fotografías son actividades que exigen preparación e instrumentos, cosa que, como es bien sabido, no está al alcance de cualquiera. De ahí que dichas actividades induzcan con facilidad a una admiración sin adherencias. Me complacería saber que todo esto te suena a chino.
“Un autor que vende, que escribe libros de fácil comprensión pasa por ser un taimado practicante de la simplicidad, un sumiso cumplidor de los requerimientos del comercio, un tranquilizador de conciencias”. Fernando Aramburu
CHM. En el término poeta visual hay algo de halagador al menos en lo que toca en su relación con la palabra “poesía”, pero nunca me han gustado las etiquetas ya que hay algo de castrador en ellas. Siempre me ha parecido que es como ponerte el traje de un muerto en el que hay que hacer todo tipo de arreglos para que te encaje y nunca dejas de tener la sensación de que vas con la ropa de otro. Las etiquetas son muy fáciles de poner y muy difíciles de quitar. Afirmaba Tàpies en una entrevista que la poesía visual había hecho mucho daño al arte contemporáneo y tal vez se refería a ese punto anecdótico y ligero que muchas veces nos podemos encontrar en ella, pero si atendemos tan sólo a la poesía como género creo que ahí podemos encontrar destellos estelares del pensamiento y no sería un mal espejo en el que mirarse. El documental al que haces referencia en realidad se estrenó en el año 2010 y fue dirigido por Ana Morente. Fue un trabajo complicado que estoy convencido de que se trató de hacer desde el respeto. Entiendo desde dónde abordas la frase y la lectura que se podría hacer de ella, pero la idea de vincular las claves del trabajo a un posible éxito de mercado ya me pone nervioso tan sólo de pensarlo. No puede haber una actitud más contraproducente o más letal para un creador. Creo que siempre hay que mantener una cierta distancia tanto con la idea de éxito como con la de fracaso. Aún recuerdo cómo en los diez primeros años de trabajar con la fotografía únicamente recibí la indiferencia como respuesta. No sé si es arriesgado por mi parte pensar que cuando escribiste Patria, poco podías imaginar la unanimidad que despertó tras su publicación. Creo que la recepción del trabajo por parte del público es algo difícil de controlar. En el éxito siempre hay un poso de desconcierto.
FA. En el programa mencionado (y te pido disculpas por mi error relativo a la fecha) tocas un asunto que despierta de inmediato mi interés. Una de tus declaraciones muestra el camino creativo que seguimos algunos escritores, ignoro si muchos o pocos, pero en el sentido inverso. Me refiero al vínculo que de forma ocasional estableces entre tu concepción de ideas para imágenes y otras precedentes halladas en la literatura. Mencionas a este respecto las greguerías de Ramón Gómez de la Serna (como tú, un gran aficionado a los objetos) y los haikus. Voy a revelarte uno de mis procedimientos creativos, que será todo lo trivial que se quiera, pero fértil. De tiempo en tiempo, me dedico a la escritura de cuentos, trabajo delicado que, a mi modo de ver, requiere una atención e intensidad especiales. En busca de estímulo argumental, recurro con frecuencia a imágenes fotográficas. Mientras las observo, les formulo preguntas. Si hay suerte, una respuesta me puede proporcionar el comienzo de una historia. En mi ciudad, Hannover, hay un museo de arte contemporáneo, llamado Sprengel, con una librería bien surtida de libros de pintura, fotografía, arquitectura, etc. Cuando escribo cuentos, no es raro que se me vea por allí. Recuerdo que una tarde, ojeando un grueso volumen, descubrí la foto de unos niños callejeros que miraban unas manzanas repartidas sobre el tablero de una humilde mesa. Al momento me vino la idea para un cuento que luego titulé Se acabaron los abismos. Te agradecería que contaras si alguna vez has recorrido el mismo camino de inspiración pero al revés, esto es, de una imagen, una metáfora, un concepto encontrados en las palabras de un escritor a una creación fotográfica tuya.
CHM. En mi caso ese camino inverso no es un proceso demasiado habitual. Partir de una metáfora que se ha resuelto literariamente supondría saltar del lenguaje escrito a otro puramente visual, pero el corazón de esa metáfora ya estaría resuelto y le quitaría la razón de ser al trabajo. Lo que me importa es guiarme de mi propia percepción y no limitarme a pasar a imagen la palabra. Si fuera así sería un ejercicio cercano a la ilustración y lo que me interesa es la idea de hallazgo, de descubrimiento, de percibir el misterio en lo cotidiano. Creo que es una forma de poner en claro mi relación con el mundo. El proceso para mí es algo confuso. Hay en él algo que no acabo de controlar y precisamente eso es lo que me hace insistir en ello una y otra vez en un intento de conocerlo mejor. Son imágenes que nacen generalmente a partir de una pequeña apreciación visual, un pequeño detalle que hace de link entre realidades aparentemente alejadas entre sí. Es una forma de trabajo que se acerca a la idea de contemplación, que te obliga a estar alerta en todo momento. Es como intentar sacar conclusiones a partir de premisas inexistentes. Generalmente me centro en lo humilde, en lo nimio, en pequeños detalles, en todo aquello que precisamente por su falta de importancia tiene la capacidad de pervertir nuestra percepción en cuánto cambia su rol. Aún así, la literatura siempre ha provocado mi interés en la medida en que es un ejercicio que supone acercarte a la realidad a través de los ojos de otro y eso siempre enriquece nuestra forma de mirar. Hay un aforismo de Lichtenberg que dice: “Tengo un cuchillo sin hoja que carece de mango.” ¿Cabe mayor ejercicio de prestidigitación? Difícil ecuación para resolverla visualmente.
FA. Algunas fotografías tuyas han servido para ilustrar cubiertas de libros. Intuyo que los respectivos editores te solicitaron una imagen que existía con total independencia del contenido de las distintas obras. No te veo, dado el esmero con que construyes tu mundo gráfico y tu enorme prestigio internacional, haciendo fotos de encargo. Ahí se abre un terreno que por muy exigente y supervisor que seas no puedes controlar completamente. Nos pasa a los escritores y le pasa a todo el mundo que crea algo susceptible de seducir a un público más o menos multitudinario. Me refiero a las posibles repercusiones de la obra. Me refiero a la instrumentalización política, que a los escritores nos afecta de lleno. Y me refiero, y al respecto te agradecería que me dieras tu opinión, al uso y al abuso que pueda hacer la publicidad de un trabajo tan apetecible y tentador como el tuyo. Que yo sepa, hace unos años una marca australiana de vinos se aprovechó para sus fines mercantiles, sin consultarte, de esa conocida fotografía tuya en la cual una copa de vino tinto, colocada ante una mujer, evoca un pubis.
“Para mí es importante guiarme de mi propia percepción y no limitarme a pasar a imagen la palabra. Lo que me interesa es la idea de hallazgo, de descubrimiento, de percibir el misterio en lo cotidiano”. Chema Madoz
CHM. Con esa fotografía en concreto se podría hacer una edición que recogiera las veces que se ha utilizado desde el abuso, ya que no contaban con ningún tipo de permiso. El caso que citas es emblemático ya que el uso que hicieron de ella fue especialmente grosero y consiguió levantar la protesta de grupos feministas ingleses. Se utilizó en Francia como cartel de un espectáculo de danza, en Thailandia se cubrió un edificio para unos grandes almacenes o en América como portada de revistas underground. Con las portadas de libros siempre he tenido una cierta debilidad, me gusta todo aquello que esté asociado con la literatura o la cultura. Generalmente los editores las solicitan cuando encuentran algún hilo conductor entre la obra y la imagen, y puedo aceptar o no dependiendo del interés del proyecto. Contrariamente a lo que supones puedo aceptar encargos, pero lo hago en muy contadas ocasiones. A veces puede resultar atractivo tantear en ámbitos con los que no estás familiarizado y afortunadamente he logrado hacerlos desde mi propia perspectiva.
FA. Como tantos otros escritores, he sido víctima de delincuentes informáticos. No bien me entero de que me piratean un libro, pongo el caso en conocimiento de mi editorial, que al instante toma las medidas legales oportunas. La editorial cuenta incluso con una persona al cargo de este asunto. Que la legislación actual sea suficiente es harina de otro costal; así y todo, no me falta a quién acudir. Aparte de no hallarme desamparado, evito sacrificar tiempo y paciencia en una cuestión tan engorrosa como poco productiva. ¿Te pudiste proteger cuando supiste que alguien se estaba aprovechando fraudulentamente de tu trabajo?
CHM. Como bien dices, suelen ser asuntos muy engorrosos que te consumen demasiada energía. VEGAP tiene un departamento que se encarga de este tipo de asuntos y lo viene haciendo con toda la eficacia que le permite la ley. El problema tal y como apuntas viene de la propia normativa. Pueden volver a rehacer una imagen exactamente igual a la tuya, y desde el momento en el que no es tu propia foto la que se ha utilizado, porque se ha hecho una reconstrucción o simplemente cambia el medio y es una imagen en movimiento, todo se complica enormemente. Se dan situaciones realmente absurdas, en las que la misma imagen, pero realizada en color, complica lo indecible una posible reclamación. Es un tema con el que me siento incómodo porque parece que estás instalado en la queja, pero encontrarte con tu imagen como soporte para los intereses de una empresa a la que nada te une no es un plato de buen gusto.
FA. He comprobado que a menudo se te relaciona con René Magritte. No sabía yo que tuvieras un abuelo belga.
CHM. Bueno, ese es un tema espinoso que siempre evitamos en las reuniones familiares. Mi abuela siempre se deshizo en explicaciones confusas que no nos convencieron a nadie.