Pintar con hilo, esculpir con pliegues, contar sin palabras ni movimiento. Pasar de las dos a las tres dimensiones, crear escenografías, convertir una pintura en un telón, una experiencia laboral en una serie de objetos, el croché en el esqueleto de una escultura de porcelana. Estos son algunos de los acercamientos de los ocho artistas que reúne El Cultural para hablar del protagonismo del textil en las exposiciones de esta temporada. El trasfondo doméstico y social flota en muchos de ellos. En otros, la experimentación con nuevos medios. Seda, algodón, fieltro, piel y esparto para dinamitar, de nuevo, los límites entre las artes.
Belén Rodríguez
La capacidad de la tela de pasar de las dos a las tres dimensiones “sólo con un pliegue o con una costura” fue lo que llevó a Belén Rodríguez (Valladolid, 1981) a intervenir sedas, algodón y lonetas con químicos y tintes. “Me interesa la capacidad de síntesis que supone rescatar de la tela las capas que han conformado su tintura –explica–, igual que un escultor talla sobre piedra, yo escarbo en el textil”. Pone al límite los materiales y las técnicas al tiempo que dialoga con los espacios en los que presenta sus piezas. En Querer parecer noche, en el Centro de Arte Dos de Mayo (Madrid), cubrió con grandes telones salpicados de motivos tropicales la entrada de los ascensores de cada una de las plantas. Y en Tabacalera Madrid vistió las columnas y arcos de una de sus salas, transformándola en un paradisíaco paisaje. Trabaja ahora en Algodón naranja en la bella sombra, su próxima exposición en la galería Alarcón Criado de Sevilla (a partir del 22 de noviembre) que habla de la riqueza cultural y textil de la que disfrutó la ciudad, punto comercial estratégico por el que pasaban los galeones de Manila y lugar marcado por la herencia árabe. Entre todas ellas destaca un collage inspirado en un tapiz peruano del siglo XVII que se encuentra hoy en el Metropolitan Museum de Nueva York. Lo hicieron tejedores andinos tradicionales recurriendo a motivos de origen asiático, católico y locales. Belén lo recrea utilizando retazos de tela y materiales de proyectos anteriores.
Mercedes Azpilicueta
Mercedes Azpilicueta (La Plata, 1981) creció rodeada de tejidos, muselinas y sedas en la pequeña boutique que tenía su madre. Cuando estudiaba Bellas Artes recurrió con frecuencia a los textiles pero pronto la performance y la palabra, piezas angulares de su trabajo, arrebataron protagonismo a estos materiales. En 2017 volvió a las técnicas de costura con bordados, patchworks y tintes, en los que emplea látex, piel y seda y, siempre que puede, materiales naturales reciclados. Se acerca al arte desde lo teatral, creando un universo de personajes barrocos que recrean escenografías en las que la acción está latente, lista para ser activada en cualquier momento. “Son instalaciones, objetos en escena, que concibo dentro del repertorio de la performance”. En Bestiario de lengüitas, su exposición más importante hasta el momento (ahora en el madrileño CentroCentro), los personajes de las salas responden a un guión escrito por la artista. Aparece Lea Lublin o el poeta Néstor Perlongher. Coincide en el tiempo con su presentación en la Bienal Leandre Cristòfol, que organiza La Panera en Lérida, y muchos la recordarán por su trabajo sobre Artemisia Gentileschi (en la galería Nogueras Blanchard). En su trabajo las referencias a la literatura y la historia del arte son constantes. “Utilizo técnicas que están asociadas al trabajo doméstico que han realizado las mujeres de manera silenciosa a través de todos estos siglos: transmitiendo un saber subalterno y entretejiendo las historias de generación en generación”.
Julia Huete
Aunque llegó a la Academia de España en Roma con una beca de cómic, la suya es, en realidad, pintura bordada. A Julia Huete (Orense, 1990) siempre le ha gustado coser y componer, y dio sus primeras pinceladas con hilo hace cuatro años. Fue de una manera muy intuitiva, sobre fotografías, atenta a las capacidades formales del bordado. “Es algo muy elemental que siempre ha estado ahí –recuerda–, no sólo en la vida cotidiana sino también en el arte”. Con el tiempo, sus composiciones se han ido simplificando, acariciando una economía de medios total en la que la levedad de las figuras nos hace pensar en la estela de Miró. Piezas silenciosas que presentaba como tapices y que ahora monta sobre bastidores. Hace poco la veíamos en la Feria Estampa, donde recibía el Premio Comunidad de Madrid, y en Espacio Valverde dentro de Abundó en felices curiosidades. Prepara ahora individual en su galería, Nordés, en primavera, en Santiago.
Maria Pratts
El hilo conductor de la obra de Maria Pratts (Barcelona, 1988) es una iconografía personal e irreverente con la que inunda sus pinturas, dibujos, esculturas, vídeos y objetos de diseño. El punto de partida es siempre el mismo: la pintura con la que representa “un mundo en descomposición”. Muchos la conocimos en la exposición sobre el punk que organizaron el MACBA y el CA2M y ahora hace doblete en Barcelona en la galería L&B, y en la exposición Escamas de la Casa Vicens. En esta última, los visitantes pisotean a su paso una de las alfombras de la artista. Está hecha en telares de madera de forma colaborativa y artesanal por tejedores de Marruecos a los que Maria Pratts visita con el lienzo bajo el brazo.
Alberto Gil Cásedas
367.824 es el número de empleado de Alberto Gil Cásedas (Zaragoza, 1991) en una conocida tienda de ropa y el título de su exposición en Set Espai d’Art, en Valencia. Su obra mira hacia los pequeños gestos cotidianos en piezas que beben del arte conceptual. “Mi práctica –explica– se centra en la contabilización de tiempos sin uso, en el miedo como metáfora de aquel momento de enfrentarse al espacio o papel en blanco, en mi relación con los no-lugares o en mi propio cuerpo como material de medida y expresión”. En ese llevar la vida al arte, visibiliza en este caso la situación de precariedad en la que se encuentran muchos artistas y sus vías alternativas de sustento. Crea patrones geométricos con el cuero de las billeteras y cartones a los que accede en su lugar de trabajo, reúne tiras de goma de silicona y cubre los bastidores con mangas de camisa.
Elisa Pardo Puch
“Parto de algo de caos, de mi intuición, del gusto por materiales concretos, del disfrute de dibujar, coser, amasar, recortar… y, así, voy asociando las ideas que me interesan, los objetos y acciones cotidianas, la artesanía, el mundo textil, la moda, el alejamiento que tenemos de los sistemas de producción de objetos actuales”, así describe Elisa Pardo Puch (Madrid, 1988) su proceso de trabajo. Dibuja a lápiz y acuarela y usa técnicas de costura. Lo más curioso de su obra es que borda plásticos con hilo de algodón, los trata con un diseño de patrones y pliega como si fueran telas. Se inspira en diseños de patchworks afroamericanos, en parches, camisetas, fanzines y chapas punk, en los textiles de la Bauhaus y en muchas otras referencias. Participó en el último Circuitos y en 2020 será una de las artistas residentes en Matadero.
Sonia Navarro
El de Sonia Navarro (Puerto Lumbreras, 1975) es, junto con el de Julia Huete, uno de los casos más especiales, pues trabaja de manera exclusiva con el lenguaje textil. Sus grandes masas de color conviven en estos días con los tapices flamencos de la Colección Banco Santander en Ecos y pronto ocuparán la Sala Verónicas de Murcia con una individual. Ha utilizado todo tipo de telas, algodón y fieltro y ahora está experimentando con PVC, piel y esparto. “Mi trabajo –cuenta– siempre ha tenido que ver con las labores del hogar y con la imposibilidad de movimiento de la mujer en la sociedad, especialmente en las zonas rurales”. Le interesa mucho la artesanía, que entiende como forma de identidad, y cuenta entre sus referentes con Sonia Delaunay, Louise Bourgeois, Teresa Lanceta, Anni Albers, Susana Solano y muchos otros. Reivindica la autoría de los trabajos anónimos creando situaciones como bordar una pieza con un grupo de mujeres indígenas en Guatemala o con su madre y su abuela en ARCO.
Victoria Maldonado
Como un “acto de disecar”, así entiende Victoria Maldonado (Málaga, 1989) el arte. Se mueve en el campo de la escultura y la instalación, donde la cerámica, la porcelana y el tejido tienen un papel protagonista. Hace la estructura principal, “las vísceras”, con croché y después lo sumerge en porcelana líquida. A lo largo del proceso las piezas pasan de medio kilo a veinte, las cuelga y modifica a través de un sistema de ganchos y cuerdas. “Comienzo a componer con mis agujas de coser, añadiendo después pequeños fragmentos de porcelana, cerámica o cristal que voy haciendo o comprando en rastros o anticuarios”. Las reminiscencias de la artista Judith Scott saltan a la vista. También le gusta citar a Louise Bourgeois, Sarah Lucas y Rosemarie Trockel.