Regnum vegetabile.
Real Jardín Botánico. Murillo, 2. Madrid. Comisarias: Esther García Guillén y Mónica Vergés Alonso. Hasta el 8 de diciembre
El gran público apenas sabrá de su existencia pero la colección Van Berkhey es uno de los mayores tesoros de las instituciones científicas españolas, y con un elevado valor artístico añadido. La mayor parte de ella se conserva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, que aporta a la presente muestra una pequeña selección y que ha hecho ya algunos esfuerzos de divulgación: la exposición (organizada por AC/E) que llevó a Limburg en 2012 o la que montó en su propia sede en 2014, con 150 dibujos y grabados. El Real Jardín Botánico custodia las láminas correspondientes al Regnum vegetabile, contenidas en 27 de las 160 carpetas que llegaron en 1785 al Gabinete de Historia Natural que había fundado Carlos III, tras ser adquiridas en Ámsterdam por orden del conde de Floridablanca y con entusiasta aprobación del director del gabinete, Pedro Franco Dávila. Son nada menos que 458 dibujos y 1.188 estampas, datables entre los siglos XVI y XVIII, de las que se ofrece ahora una primera visión de conjunto.
Aunque Jan le Franq van Berkhey (Leiden, 1729-1812) reunió esta colección única en la era de las expediciones científicas, que pretendían ampliar los horizontes del conocimiento con fines de explotación de los recursos naturales ajenos, él no fue un viajero o un negociante sino un estudioso y un humanista. Nieto de un marchante de arte y antigüedades, recibió formación artística y se convirtió él mismo en un fino acuarelista que no tenía nada que envidiar a los mejores artistas botánicos representados en su colección, pero además fue considerado uno de los mejores poetas de su tiempo y publicó con gran éxito una Historia Natural de Holanda que afianzó su prestigio intelectual y le dio plaza en la Universidad de Leiden. Como tantos hombres cultivados de su época quiso tener su propio gabinete de curiosidades con todo tipo de objetos raros pero enseguida se inclinó por la imagen –“modelo de gabinete iconográfico”, se llama– lo que constituye un rasgo de una cierta modernidad. Y, entonces, la mejor ilustración científica no solo debía ser descriptiva y precisa sino también bella, y más a ojos de un entendido en arte.
En la “Estampación natural” el entintado o ahumado de la planta se utilizaba para dejar una huella directa en el papel
Se propuso recopilar dibujos o grabados de todos los organismos conocidos, con orden y sistema, y lo hizo durante 40 años. Su ambición no casaba del todo bien con sus recursos pero contaba con su propia habilidad dibujística, a la que debemos 400 de las láminas de la colección –tres expuestas– y que le permitiría copiar de otros autores o del natural especies sin imágenes accesibles. Según sus palabras, se ocupaba él mismo de “recortar, pegar, colocar, dibujar, adaptar a un formato agradable” cada una de las ilustraciones en hojas de tamaño “atlas” –detalle que nos hace percibir el afán de visualizar y, en cierta manera, poseer, la naturaleza a escala planetaria– y, así, apreciamos en las obras expuestas los delgados marcos añadidos en los bordes de las imágenes o las cuidadas inscripciones identificativas.
La muestra, con un prólogo sobre las expediciones que incluye unos raros e interesantes cuadros sobre especies peruanas, se divide en dos secciones: una que recorre la clasificación por familias de plantas que Van Berkhey siguió y otra, más atrayente, en la que se traza un escueto panorama de las modalidades de ilustración botánica presentes en la colección. Llaman la atención las “escenas” que incluyen elementos ambientales, o incluso podríamos decir narrativos, con participación de insectos varios o, en una serie de origen chino, aves, así como algunos elegantes recursos que son ante todo gráficos, como la utilización de fondos oscuros, o el diseño ondulante de tallos y hojas que se adentran en el terreno de lo ornamental. Pero quizá la sección más sorprendente sea la dedicada a la “estampación natural”, consistente en el entintado o ahumado de la planta para dejar una huella directa en el papel, una técnica en la que sobresalieron el botánico Johann Hieronymus Kniphof y el impresor Michael Funke.
En este ámbito de la ilustración científica, por otra parte, tuvieron un papel destacado mujeres artistas como las excelentes Maria Sibylla Merian o Alida Withoos, de las que vemos aquí algunas creaciones. También de otros de los mejores que puedan desearse: holandeses, daneses, ingleses, alemanes, franceses… como L’Admiraal, Ehret, Weinmann, Baster, Knogh, Van Mieiris, que dan fe de la indagación internacional de este apasionante personaje que, por suerte para nosotros, se arruinó en juicios políticos y tuvo que subastar su preciada iconografía de todo lo vivo.