Podríamos empezar esta historia incompleta de lo doméstico siguiendo a Israel Galván por el vídeo Archivo F.X.: La ciudad vacía: La Casa (1999 - 2007) de Pedro G. Romero, en el que el bailaor taconea todas las habitaciones de una vivienda de la periferia de Barcelona. O de afuera adentro, mejor, comenzando por los muros que ahora nos separan con firmeza del exterior. Estas paredes son la materia prima de artistas como Patricia Gómez y María Jesús González, que bucean en sus superficies para llevarse su capa más superficial, en un ejercicio casi arqueológico, a las salas de exposiciones. Su archivo sobre las viviendas del barrio valenciano del Cavanyal (2008) es todo un ejercicio de resistencia y se despliega en estos días, aunque a puerta cerrada, en dos largas lonas en la muestra Hiperespacios de Bombas Gens. Tiene el proyecto algo de Gordon Matta-Clark y sus célebres intervenciones en edificios abandonados. Cortaba con sierra las paredes y suelos y los plantaba en las galerías. También de los vaciados de colchones, escaleras, objetos y hasta casas completas que Rachel Whiteread hace con resinas, yeso y hormigón. Aunque Whiteread, la primera mujer Premio Turner (1993), no hable con ello de especulación, sino de ausencia.
La cama ha pasado por diversos usos. Con la llegada de los teléfonos móviles es el lugar de trabajo para muchos
Al entrar en esta casa imaginaria, el primer paso es abrir las ventanas, en estos tiempos de ventilaciones forzosas. El portugués Nuno Sousa Vieira exponía hasta hace poco en la galería Espacio Olvera de Sevilla sus Ventanas para la añoranza, listones retorcidos de materiales diversos que otras veces ha despojado de sus polvorientos cristales. Son estos vanos también el marco desde el que asomarnos como improvisados voyeurs. Luis Vasallo creó con Siempre fugitivo (2013) una mirilla de cerámica esmaltada que dejaba ver las imágenes furtivas que captaba desde su cuarto de trabajo, igual que Juan López registró durante 24 horas el reflejo del letrero de una farmacia en el cristal (Numerosis, 2008). Las ventanas son también fuente de inspiración de la pintura que Christian García Bello titulaba con los versos de José Ángel Valente en su última exposición en la galería Formato Cómodo de Madrid, en una propuesta que llamaba al recogimiento y el silencio: “En la estancia desnuda / con una ventana abierta a la continuidad de lo gris”. La escala humana, el refugio y lo doméstico han sido un bajo continuo en toda su obra y pronto veremos más de ellos en su exposición en la Fundación DIDAC de Santiago.
Sueños y denuncia
Decía Perec que la cama es el espacio individual por excelencia, “instrumento de descanso para una o dos personas”, lugar de sueños y de intimidades. Sophie Calle lo transformó en el escenario de Los durmientes (1979), una serie de 176 fotografías de amigos y desconocidos que invitó a dormir, comer y charlar en su dormitorio. Voyerismo, de nuevo, pero también alteración de los usos corrientes de los espacios íntimos. Otra Premio Turner, Tracey Emin (1999), lo llevó al extremo, cuando convirtió su habitación en instalación dejando a la vista, sin pudor, todo el desorden y la porquería. Aunque para camas icónicas, la de John Lennon y Yoko Ono. Esa desde la que dieron la rueda de prensa en plena Guerra de Vietnam.
Los usos de este mueble han sufrido muchos cambios desde entonces. Ahora es lugar de trabajo para muchos, sobre todo desde que los teléfonos móviles son una prolongación de nuestras manos. Según una estadística de The Wall Street Journal, el 80 % de los jóvenes profesionales de Nueva York trabajan desde ahí, un tema sobre el que ha reflexionado mucho la arquitecta e historiadora Beatriz Colomina en sus publicaciones y en ciclos de exposiciones como The Century in Bed en curated by vienna (2014). Y que se deja ver en la minuciosa serie de dormitorios de artistas de Teresa Moro. Radiografía a través de sus alcobas la personalidad de los dueños, desde la decoración barroca de la de John Currin –con cornucopias y terciopelos rojos– a la sencillez de la de Louise Bourgeois. La de Matisse tiene una historia muy especial detrás: operado en plena II Guerra Mundial dibujaba y pintaba en la cama. Una experiencia que, pasada por el filtro digital, vemos en la obra de Cristina Garrido Clocking In and Out (2015), con la que monitorizó sus horas de sueño con selfies al acostarse y despertarse.
La estancia sin duda más combativa ha sido la cocina. Allí se grabó Martha Rosler presentando los utensilios culinarios con actitud y tono marcial en Semiotics of the Kitchen (1975), incluida en la muestra individual que le dedica el Museo Es Baluard de Palma de Mallorca ahora; Pilar Albarracín, ha acudido a este escenario con frecuencia, ataviada, por ejemplo, con traje de luces y cacerolas, y en la Kitchen Table Series (1990) de Carrie Mae Weems la vida –la crianza, el amor, la preocupación y las conversaciones– se suceden en torno a la mesa. Hablaba también de clichés Cristina Lucas en El Viejo orden (2004) con retratos femeninos y políticos en distintas estancias de la casa. Y Marta Fernández Calvo convierte recetas en piezas musicales. En su última exposición en la galería Espacio Valverde de Madrid nos recibía con este texto escrito a mano: “Hago tartas porque me gusta trabajar en pijama”, con el que ensalzaba las pequeñas cosas de la vida.
Pero además de campo de batalla feminista, la cocina ha sido un taller para la experimentación. Luis Bisbe giraba el grifo hacia arriba y alargaba el cable de la bombilla para que se tocaran en fuentedoméstica (2004), en un gesto entre el juego y el accidente que repetía en su estupenda exposición en la galería Alegría de Madrid hace unas semanas. Y Francisco Ruiz de Infante grababa en Selva húmeda (Vanitas) (2014) una pila de platos rebasando el fregadero en la que los frames se sucedían a un ritmo tan frenético que hacían saltar por los aires la noción de tiempo y espacio.
Muebles y bayetas
La gramática de lo doméstico se extiende al empleo de objetos y muebles de manera muy libre. Lo vemos en la escultura vasca –que ahora repasa minuciosamente el Artium de Vitoria–, por ejemplo, en los muebles-bayeta que hacía Gema Intxausti en sus inicios. Otros artistas más jóvenes como Carlos Fernández Pello con los somieres-escultura que presentó en Generaciones 2017 (un trabajo en proceso, del que dio cuenta su última muestra en García Galería en Madrid, sobre el que vuelve y sigue interviniendo) o en las piezas inspiradas en los diseños tubulares de la Escuela de la Bauhaus de Hisae Ikenaga. En la serie Sutil Olvido, en la galería Max Estrella, los mezclaba con objetos olvidados del ámbito doméstico, desde una percha a un paraguas o unas llaves.
Con estos pequeños gestos muchos artistas consiguen objetos parlantes. Sara Ramo juega con las historias, los escondites y la calma. Apela a la imaginación con formas sencillas. En Cómo aprender lo que ocurre en la normalidad de las cosas (2002-2005) vació los cajones y armarios de baños de amigos, haciendo un minucioso inventario del antes y el después, devolviendo cada objeto a su lugar original. Y, llevado al extremo, Lúa Coderch da voz a los objetos, con bocas y todo, en su película Vida de O. (en CentroCentro, en Madrid, el año pasado).
La cocina, la estancia más combativa y campo de batalla feminista, ha sido un taller para la experimentación
A veces, estos gestos mínimos, estas acciones inútiles son más críticas de lo que aparentan. Responden a un momento en el que la hiperproductividad lo embriaga todo. El austriaco Erwin Wurn con su One Minute Sculptures (1988) crea esculturas efímeras que recoge en fotografías protagonizadas por personajes anónimos, performers, comisarios de exposiciones o el propio artista haciendo acciones extravagantes. Echa mano de pelotas, cubos, muebles, etc. con los que reflexiona sobre el propio concepto de la escultura y la performance. Hay también muchos ejemplos de este arte del absurdo entre las generaciones jóvenes de artistas españoles: las Acciones en casa de Bestué / Vives son ya un clásico (gestos caseros mínimos como cortar un huevo por la mitad o utilizar el microondas como lámpara), las metódicas propuestas cargadas de humor de Fermín Jiménez Landa, Arturo Comas, Gabriel Pericás…
Una caja de recuerdos
La casa, como decía Baudrillard, es el albergue de nuestros recuerdos. Tamara Arroyo visitó todos los pisos de su niñez y adolescencia (nada menos que siete en 12 años) en su serie Despropiedades. Diego Delas detiene con su escultura el tiempo y rinde homenaje a la arquitectura vernácula. Igual que Jacobo Castellano, que debe buena parte de sus trabajos a materiales y objetos encontrados en una antigua casa de sus abuelos.
Posiblemente lean este artículo desde su salón, haciendo varias cosas a la vez como en el célebre collage pop de Richard Hamilton ¿Qué es lo que hace que los hogares de hoy sean tan diferentes, tan atractivos? (1956), o tirados en el sofá a lo A View From An Apartment (2004 - 2005), de Jeff Wall. En este momento de parón, de vida de puertas adentro, serán muchos los artistas que vuelvan sobre lo doméstico. El resultado lo veremos, seguro, en unos meses. Perec decía también que vivir era pasar de un espacio a otro haciendo lo posible para no golpearse, ahora toca hacerlo, además, sin tocarse.