La maternidad puede adoptar formas múltiples. Se puede ser madre y se es hija, se puede tener hijos biológicos o adoptados, sin contar con las posibilidades que ofrece la ciencia. ¿En qué momento comienza? ¿Y cuándo termina? Muchas generaciones de mujeres han sido educadas en una idea de la maternidad que implicaba la aceptación generosa de todas sus vicisitudes –las buenas y las malas– porque ser madre, como decía un eslogan y se grababa a sangre y fuego, es dar mucho y pedir poco.
La reprobación de alguna de ellas, o simplemente su cuestionamiento, estaba estigmatizada y ese rechazo añadía dolor a la circunstancia, ya de por sí afanosa, de albergar una vida dentro o de batallar con un niño ya nacido. Una novedad de la nueva cruzada feminista es la que afecta al hecho de ser madre, lo que ha llevado a muchas mujeres a cuestionarse la maternidad y a reflexionar sobre ellas mismas en esa dimensión. La última literatura escrita por mujeres recoge un amplio abanico de ejemplos y Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) ofrece uno sobresaliente.
Casas vacías es una novela habitada por mujeres que se plantean, se cuestionan, anhelan y / o abominan (de) la maternidad. Una desea ser madre obsesivamente; otra ansía serlo y lo aborrece al mismo tiempo. Ambas protagonistas se comportan de forma convulsa y enfermiza, como si estuvieran en medio de una perenne sobrecarga hormonal.
'Casas vacías' emociona porque al hablar de maternidad se enreda en la culpa, el miedo, la pérdida, en el dolor de vivir
Pero en esta historia también aparecen más que reconocibles secundarias de lujo: la mujer –madre– que muere a manos de su marido; la que perdió a una hija que falleció violentamente; la niña que se quedó sin madre y crece hasta convertirse en una joven, susceptible, por tanto, de repetir los esquemas de sus antecesoras; la madre que nunca ejerció de tal, la que fue violada o la hija cuya madre fue siempre una ausente. Todas ellas son casas vacías, cuerpos huecos que pueden ser ocupados por un alien, un extraño, un ajeno. O por nadie.
Brenda Navarro ha compuesto una novela difícil y valiente en la que se cuestiona cada porción de ser, cada razón y cada átomo que concierne a la maternidad. Y en ese engranaje, inevitablemente, emerge también la otra parte. Algunos hombres de esta historia aman y otros no; unos se pierden, otros atienden solo a sus razones o viven en exclusiva para su circunstancia. Todos atraviesan dificultades y, ante ellas, algunos renuncian a luchar y otros huyen; otros son autistas. La obra crea modelos universales en los que cada lector puede verse reflejado aunque sea de forma mínima y parcial, y no enmascara su origen femenino.
Casas vacías es una novela que emociona y que se siente porque al hablar de la maternidad, se enreda en la culpa, el miedo, la pérdida, en nuestras contradicciones, en el dolor de vivir. Una novela hermosa e imperfecta, lúcida, sincera y devastadora.