Palabras y hechos. Esta es una exposición clara. La galería Parra & Romero cuenta en su lista de artistas con tres conceptuales históricos. Históricos quizá ya desde sus inicios, como parte de la generación que rompió con el concepto de obra en pro de la“desmaterialización del arte” en los años setenta. Claro que la historia aún se escribía con nombres de hombres blancos y desde Norteamérica. Este hecho, que no quita valor a sus trabajos, sí los sitúa hoy en día en una línea historiográfica en revisión. Y si esta es siempre necesaria, también queda claro que los tres cuestionaban los límites sobre la percepción en su sentido más amplio y con connotaciones políticas, siempre en relación con el contexto. Importante también tener en cuenta la idea de productividad. Está presente en las imágenes del estudio, bocetos o alusiones textuales. Pero también en el hacer prolífico e incesante: Robert Barry tiene 84 años, Luis Camnitzer 82 e Ian Wallace, 76.
Por eso, la reflexión que indica de manera escueta esta muestra es una pequeña lección de la capacidad de expansión del arte conceptual en su propia estructura interna. Es un continuo cuestionamiento de sí, del sistema donde se insiere y del mundo en el que se produce.
Utopías fallidas (2018), de Camnitzer, uruguayo afincado en Nueva York, toma la forma de las placas que se colocan en las entradas de despachos profesionales. Se distribuyen en el espacio como pequeños guiños: La Caminitzería (Egos a medida), Hipócritas en negación, Misántropos anónimos... Reivindica la abolición de cualquier etiqueta impuesta, como su texto seminal Didáctica de la liberación: arte conceptualista latinoamericano (Cendeac, 2009). Este libro relata otra historia distinta de la oficial: el arte conceptual se inicia en América del Sur y sus características son independientes y sus vínculos sociopolíticos, fundamentales. Por eso, el grabado Campo de concentración (1970), puede leerse en la exposición como resumen y anuncio de sistemas de poder existentes.
La reflexión propuesta es una pequeña lección de la capacidad de expansión del arte conceptual
Robert Barry desmiente la frialdad del trabajo con tipografía o textos. Tras una breve etapa en que usó materiales etéreos (gases, ondas, radiaciones, vacíos...) en 1970 vuelve a la pintura y comienzan sus trabajos con los vocablos escritos. Me gusta pensar en un vínculo entre estas etapas: Pieza telepática (1969) consistía en una serie de instrucciones para hacer “algo”que se presentía pero que no se formalizaba como imagen o lenguaje. En sus listas de palabras sobre lienzos, fragmentadas o en constelaciones, Barry quiere remarcar su condición de parte de un proceso de pensamiento que se activa en la capacidad de emoción del espectador.
Ian Wallace, como representante del fotoconceptualismo, reflexiona sobre el estatus de imagen en sí. Su gramática está presente en dos bocetos de la serie NYC Study (2004): una fotografía de la ciudad mostrada entre dos franjas de color plano. Esta estrategia pone de relieve la función representativa de la fotografía como construcción, como un texto compuesto de otros signos. En vez de palabras son imágenes. Una labor de duda constante que Wallace también representa en las imágenes de su estudio.
En todos, las palabras y hechos funcionan desde su fragmentación: pedazos irónicos de realidad, trozos de palabras, segmentos de ciudades. El arte seguro no se disolvió, pero para el espectador atento sí trasciende el objeto y plantea discursos abiertos para la reflexión.