Imaginen un concierto de tres instrumentos a capella en un depósito de agua subterráneo con una reverberación de 45 segundos. En 1989, Pauline Oliveros plasmó en la cisterna de Fort Worden (Washington) la primera grabación de escucha profunda (Deep Listening), un concepto sonoro al que había llegado tras décadas de experimentación y docencia. Aunque esta grabación es su obra más conocida, accesible como otros de sus conciertos a través de internet, difícilmente podremos obtener una experiencia de conciencia sónica tan fascinante como en la Caja Negra del C3A de Córdoba.
Los excepcionales medios técnicos de este centro de arte, que en proyecto tenía un perfil altamente tecnológico, ha propiciado que su actual director, Álvaro Rodríguez Forminaya, se embarcara en la investigación de esta pionera, buceando en miles de documentos para la primera retrospectiva de la acordeonista y compositora estadounidense Pauline Oliveros (1932-2016), abordándola como una artista conceptual. Aunque Oliveros participó en conciertos en los principales centros de arte contemporáneo de Estados Unidos, no se había profundizado hasta ahora en sus relaciones con el movimiento fluxus, literatos y coreógrafos de artes escénicas y su pronta adhesión al feminismo a comienzos de los años setenta. En esta retrospectiva emerge una artista que desde la poesía visual revolucionó la notación musical, expresada en mandalas. Propuso a los jóvenes talleres de una semana con meditaciones sónicas de 24 horas, incluso mientras dormían; y, a todos, mediante una prolija actividad editorial, la realización de events tipo: “Escucha cerca de un río o corriente de agua, escucha los tonos clave en su caudal. Permite que tu voz se mezcle con los sonidos”. En otros casos, solo se trata de imaginar: “I. ¿Podrías imaginar tu propia resonancia? II. ¿Podrías imaginarte escuchando más allá de los límites de tu propia imaginación? III. ¿Podrías imaginar que cada célula en todo tu cuerpo está vibrando todo el tiempo? IV. ¿Podrías imaginar el universo afinándose? V.¿Podrías imaginar los ecos de todos los pasos que has recorrido en tu vida?”.
Emerge aquí una artista que desde la poesía visual revolucionó la notación musical
Procedente de Houston, desde comienzos de los años 50 su vida transcurre en California. Ya a mediados de los sesenta colabora con David Tudor y la coreógrafa Elizabeth Harris, e intima con Alison Knowles y su marido Dick Higgins, asociándose a la Printed Editions compartida con John Cage. En una entrevista proyectada en la exposición, Oliveros declara que el curso 1969- 1970 fue importante. Mientras los mártires de la música psicodélica Janis Joplin, Jimi Hendrix y Jim Morrison triunfaban en sus últimos estertores y Judy Chicago y Miriam Schapiro creaban el primer curso de arte feminista, Oliveros realiza nuevas composiciones. Modifica con ellas tonos y ritmos en la cinta de una grabadora y publica en el New York Times el artículo 'Y no las llamen mujeres compositoras', recogido en un vídeo-performance coral en la retrospectiva. Simultáneamente, la compositora y Alison Knowles enviaban divertidas postales tuneadas con las frases como “Mozart era una lavandera irlandesa y negra”, “Beethoven era lesbiana”... En 1976, organizó el festival de performance, teatro, música, poesía y danza What’s Cooking, con Allan Kaprow. Luego llegaría la escucha profunda y en 1991, los primeros conciertos telemáticos, tan de moda hoy, como la música para meditar. En 2006, colabora con la PLOrk, orquesta para ordenadores portátiles. Déjense de sucedáneos y escuchen a esta pionera.