En 1859 Mary Edmonia Lewis fue admitida en el Oberlin Collage (Ohio), la primera escuela superior que admitía a mujeres y afroamericanos en sus aulas. Un día, sus dos compañeras de habitación cayeron enfermas y la acusaron de envenenamiento. No era cierto, por supuesto, y pronto se curaron. Como vemos, aunque en aquella época la esclavitud ya estaba prohibida la pequeña de 15 años sufrió este tipo de episodios racistas que le hicieron abandonar la escuela en 1863. Un año más tarde continuó sus estudios en Boston, donde aprendió el arte de la escultura. Sus figuras de líderes abolicionistas le granjearon los ingresos económicos suficientes para trasladarse a Roma, donde aprendió a esculpir el mármol. 

Allí, centró sus esfuerzos en dar vida a indígenas y afroamericanos en obras como Libre para siempre en la que representa a un hombre y una mujer negros rompiendo las cadenas de la esclavitud. ¿Cómo acaba la historia de Mary Edmonia Lewis? “En Europa encontró un ambiente político más complaciente y pudo vivir el éxito internacional”, reconoce Rachel Ignotofsky, ilustradora que publica Mujeres en el arte. Una de sus obras maestras nos muestra a una Cleopatra negra que nos mira desafiante mientras se deja morder por una serpiente. Aquella fue su última creación y su arte estuvo “perdido y sumido en la oscuridad durante años hasta que recientemente sus esculturas han sido restauradas”. Ahora el Smithsonian muestra al público su obra y, con ella, nos cuenta esta historia en ocasiones olvidada. 

La de Edmonia no es la única que reúne este volumen que llega después de las ediciones de Mujeres en la ciencia y Mujeres en el deporte. “Muchas mujeres de este libro usaron su talento para decir la verdad, para hablar de las injusticias y dar visibilidad a aquellos que nadie ve”, escribe Ignotofsky en el prólogo del libro. Con esta tercera entrega la ilustradora quería celebrar a aquellas artistas anteriores a ella. “Los anteriores libros son la mente y el cuerpo, este es el alma de las mujeres en la historia”, comenta Ignotofsky a El Cultural. 

Christine de Pizan y, a la derecha, Elisabetta Sirani

Son muchas las artistas las que a lo largo de los años han dejado su impronta en forma de arte.  Sin embargo, crear un volumen con todas ellas sería un proyecto imposible de abarcar. Por eso, Ignotofsky ha reunido a algunas conocidas como Frida Kahlo, Lavinia Fontana, Julia Margaret Cameron, Georgia O`Keeffe, Dorothea Lange o Tamara de Lempicka junto a otros nombres que no resuenan tanto como Guan Daosheng, Elisabetta Sirani, Nampeyo o Cipe Pineles. “Quería escoger mujeres que han tenido un gran impacto en el mundo artístico y mostrar el poder que este tenía. Esto significa que usaron su arte para contar verdades sobre el mundo que las rodeaba, celebraron y compartieron su propia historia o crearon algo absolutamente nuevo”, explica la autora. 

Pero no solo eso. Uno de los objetivos que se propuso Ignotofsky era mostrar diversidad y, por ello, podemos encontrar pintoras, escultoras, arquitectas, diseñadoras gráficas o artistas de performance. También quería, sostiene, mostrar a creadoras de diversas razas, edades y ámbitos económicos y mostrar un soplo de historia”. Por eso, a lo largo de las páginas podemos viajar desde la edad medieval hasta la actualidad.

Así, el volumen lo abre Guan Daosheng (1262-1319), poeta y pintora cuyas creaciones fueron alabadas durante el reinado de la dinastía Yuan hasta el punto de que el emperador le encargó una copia del Clásico de mil caracteres. De Asia hacemos un viaje a Europa para conocer a Christine de Pizan (1364-1430), artista que nació en Italia pero pronto se trasladó a Francia dado que su padre fue un astrólogo para la corte del rey francés. Su padre le enseñó a leer y a escribir y su marido la animó a escribir. De Pizan siguió escribiendo e ilustrando obras ajenas al tiempo que plasmaba sus sentimientos en forma de poesía. Dando un salto de 200 años y pisando suelo americano nos encontramos con Harriet Powers (1837-1910), una artista textil que nació esclava en Georgia. Cuando tenía 28 años se abolió la esclavitud y ella siguió haciendo colchas que repesentan historias bíblicas, leyendas y acontecimientos astronómicos. 

Rachel Ignotofsky. Foto: Thomas Mason IV

Y así hasta 50 nombres como el de la escritora Beatrix Potter (1866-1943), la diseñadora de moda Jeanne Paquin (1869-1936), la arquitecta Julia Morgan (1872-1957), la escultora Louise Nevelson (1899-1988), la diseñadora industrial Belle Kogan (1902-2000), la pintora y bailarina Thelma Johnson Streat (1911-1959) o la compositora Wendy Carlos (1939).  A cada una de ellas le dedica dos páginas ilustradas en las que mantiene su estilo pero da pinceladas del de las retratadas. “Creo que es importante crear una especie de cómic sobre su arte. Lo que me gusta de ello es que inspira a los lectores a conocer más, a buscar sus obras y a crear sus propias versiones”, comenta Ignotofsky. 

En este sentido, continúa, “el arte es la herramienta más poderosa cuando se trata de educación. Si algo parece atractivo el acto de aprender se vuelve divertido. En este libro se habla de temas serios y, en ocasiones, algo tan simple como una carita feliz puede ayudar a aprender algo complejo y aterrador”. En definitiva, con este libro podemos entrar en la vida de algunas mujeres conocidas y otras no tanto que han aportado su arte a lo largo de los años. Por eso, concluye Rachel Ignotofsky, “si tenemos algún tipo de esperanza de luchar contra la discriminación de género todo empieza por contar la historia tal y como ocurrió. Al contar la vida de las mujeres en la historia podemos mostrar a los niños y a las niñas modelos femeninos fuertes a quienes respetar”. 

@scamarzana