¿Alguien ha jugado alguna vez a imaginar los diferentes usos que podría tener un objeto? En ocasiones la imaginación nos lleva a pensar acciones inverosímiles y muchos dirían que incluso surrealistas. Y es que el surrealismo no solo abrió una ventana al mundo de los sueños si no que, en parte, cambió nuestra manera de imaginar. Uno de los campos en los que más ha podido influir esta vanguardia del siglo XX ha sido el diseño, contribuyendo “a romper la idea del funcionalismo añadiendo el subconsciente como una herramienta para la creación que abrió una puerta a la imaginación, al recuerdo, al deseo y al azar”, sostiene Isabel Salgado, directora del Área de Exposiciones de la Fundación la Caixa. Tras su paso por Barcelona, la exposición Objetos de deseo. Surrealismo y diseño, 1924-2020 recala en Madrid con 279 obras de artistas como Dalí, Magritte, Man Ray en diálogo con trabajos de otras figuras como el arquitecto Le Corbusier o los diseñadores Carlo Mollino y Audrey Large.

La exposición cuenta con un espacio central en el que se proyecta un audiovisual que “contextualiza el momento histórico y el manifiesto surrealista de André Breton para recordar quiénes fueron esos creadores que entre los años 20 y 50 del siglo pasado inventaron otra manera de entender la realidad”, amplía Salgado. A partir de aquí, a través de cuatro ámbitos temáticos, se ponen en relación obras y objetos de esta vanguardia junto a diseños destacados realizados en los últimos cien años. “Se piensa que los objetos tienen que ser funcionales y al ver la evolución del diseño moderno vemos que siempre ha existido el deseo de huir de la jaula del funcionalismo. También hay una voluntad de contemplar el objeto no solo desde la perspectiva de la utilidad si no con otros significados. Ya dijo Dalí que una silla puede servir para muchas cosas, no solo para sentarse. Provocar o generar preguntas también pueden ser algunas de esas funciones”, señala Mateo Kries, comisario de la muestra y director del Vitra Design Museum. En este sentido, continúa, los diseñadores han unido los dos mundos.

Jasper Morrison: diseño de interior para Capellini, 1992. Cortesía de Jasper Morrison Ltd. y Capellini

Se trata, en cualquier caso, de una relación recíproca. Los ready-mades de Duchamp fueron uno de los puntos de partida llegando a inspirar a Dalí, también las formas orgánicas de Gaudí anticipaban estas prácticas. Y en el diseño una de las primeras relaciones entre diseño y surrealismo lo encontramos en el apartamento que Le Corbusier ideó para el coleccionista Carlos de Beistegui. También el de Figueras introdujo ideas semejantes en su casa de Portigllat. “Ellos mismos estaban interesados en los objetos cotidianos porque creían que dicen mucho sobre nuestro subconsciente y sobre las conexiones que establecemos con el mundo que nos rodea”, apunta Kries. Por eso, en la muestra se establecen diálogos entre diversas disciplinas como el diseño, el arte o la arquitectura. “El diseñador Carlo Mollino, por ejemplo, seguía la actividad de los surrealistas y era un ávido lector de Minotauro, revista en la que los artistas de este movimiento publicaban sus ideas”, recuerda Kries.

En los años 60 y 70 destaca el diseñador industrial y arquitecto Achille Castiglioni y el denominado diseño radical, con el que “se proponían cuestionar la relación de la forma, su significado y su uso práctico. Querían plantearse por qué la apariencia de un objeto tiene que estar ligada a su uso práctico”. Y en tiempos más actuales “se está considerando la potencia que tienen los objetos para criticar, cuestionar y mostrar que la realidad no es solo lo que tocamos si no que existe una relación más allá del objeto”, considera el director del Vitra Design Museum.

Todo esto viene delimitado en cuatro secciones que responden a algunas de las reflexiones que se hicieron los surrealistas. La primera, Sueños de modernidad, explora cómo aplicaron sus principios a la pintura primero y a otros campos, como a los objetos, la moda o el cine, después expandiéndose a todas las disciplinas y llegando a diferentes partes del mundo. Le sigue Imagen y arquetipo, sección en la que, señala Salgado, “se cuestiona que un objeto tenga una función específica”. Algunos de los temas más recurrentes y que jugaron un papel crucial fueron el erotismo, el amor y la provocación. En este apartado “existe una denuncia de las desigualdades de género. En los años 20 lo ponían de manifiesto en cantidad de obras y actuaciones”, señala Salgado. En este sentido, artistas como Dora Maar, Lee Miller o Claude Cahun se valieron de motivos como la boca, los pechos, el cabello o los zapatos de tacón para criticar la opresión de la mujer. Pero también nos encontramos con piezas más actuales como el sofá con forma de mujer voluptuosa de Gaetano Pesce o la tetera con forma de cráneo de cerdo de Wieki Somers, que puede recordar a Meret Oppenheim. 

Ya en El pensamiento salvaje el azar juega un papel muy importante. Las obras de Max Ernst, Man Ray o Joan Miró dialogan con Fernando y Humberto Campana, Ronan y Erwan Bouroullec o Audrey Large. Tampoco la música es ajena a esta corriente como lo demuestra la cantante islandesa Björk en videoclips como Hidden Place. En definitiva, “se trata de demostrar que el diseño puede cambiar el mundo no solo intercambiando sus funciones sino generando nuevas perspectivas y nuevas maneras de contemplar las cosas”, concluye Kries.

@scamarzana