El Prado, el Reina y el año de Picasso
Cada cierto tiempo resurge la pregunta: ¿deben las colecciones del Museo del Prado y del Reina Sofía separarse el año del nacimiento de Picasso? Tras la adquisición de un María Blanchard por parte del primero invitamos a dos de sus exdirectores al debate
17 mayo, 2021 09:00Miguel Zugaza
Director del Museo de Bellas Artes de Bilbao y exdirector del Museo del Prado
Una tormenta en un vaso de agua
La reciente adquisición por parte del Museo del Prado del tan modesto como hermoso retrato La boloñesa, realizado a principios de los años 20 por la pintora santanderina María Blanchard, ha provocado la enésima polémica sobre la separación de las colecciones de los dos museos nacionales. Ni jurídica, ni históricamente se sostiene ya esa querella. Una tormenta en un vaso de agua, pero que, sin embargo, deja injustamente asentada una vez más la existencia de una desigual disputa por hacer avanzar o retroceder los lindes entre los dos museos sin discutir abiertamente sobre ello.
La simple idea de que en torno a 1880 termina una historia del arte y surge una nueva es insostenible y más aun teniendo en cuenta la perspectiva de la tan singular historia del arte español
Recordemos que, cuando se señaló el natalicio de Picasso como línea divisoria entre las dos instituciones, el Reina Sofía ya había arrebatado física y políticamente el Guernica al Prado. El decreto de 1995 no hizo más que regularizar esa situación con la decisión administrativa de que aquel legado al Prado y, con él, los de Douglas Cooper y Pilar Juncosa, entre otros, pasaran a formar parte del inventario del Reina Sofía. El decreto, que no ley, coincidía con el centenario de la creación del primer Museo de Arte Moderno en 1894 y servía, asimismo, para ordenar el ingente número de obras atesoradas por el Estado desde el siglo XIX hasta esa fecha, cuyo inventario resultaba realmente confuso. Tras un riguroso trabajo de investigación y documentación realizado por los técnicos de ambos museos, la ordenación de las colecciones se completó cordialmente en 2015, ofreciendo con público refrendo una clara responsabilidad en la custodia y conservación de las obras afectadas por aquel decreto y, por tanto, haciendo definitiva tabula rasa sobre este enojoso problema.
¿Por qué entonces volver regularmente a suscitar el debate? Me temo que en esto se ponen de acuerdo los tirios y troyanos de nuestra profesión, tratando absurdamente de delimitar, como si fuera posible tal cosa, el final de lo moderno antiguo y el principio de lo moderno contemporáneo. La simple idea de que en torno a 1880 termina una historia del arte y surge una nueva es, a estas alturas, insostenible y más aun teniendo en cuenta la perspectiva de la tan singular historia del arte español. ¿Cómo es posible que se termine el relato de lo “antiguo” al mismo tiempo que las obras de sus principales protagonistas –Goya, Velázquez, Ribera o El Greco– inflaman por doquier el espíritu moderno de los artistas que supuestamente se encuentran liderando la vanguardia con Picasso a la cabeza?
La reciente exposición Invitadas en el Prado ha abierto con gran valentía las costuras de la lectura convencional de la historia del arte en el cambio del siglo XIX al XX. Con el mismo espíritu, corresponde ahora a los dos museos evitar dar tres cuartos al pregonero sobre los supuestos desencuentros y, a cambio, profundizar, sin complejos, en lo que une a sus relatos alternativos más que en lo que los separa. Que lo exija ahora una obra de María Blanchard adquirida gracias al legado de una profesora española y amiga del Museo del Prado es todo un esperanzador presagio. Gracias Carmen.
José Guirao Cabrera
Director general de la Fundación Montemadrid y exdirector del Museo Reina Sofía
Blanchard en el centro de una polémica vacía
La adquisición de una obra de María Blanchard por parte del Museo del Prado es una noticia que debemos celebrar y que no admite discusión, al menos legal. La compra de Joven con cofia (La Boulounaise), de 1922-1923, está justificada en ampliar la nómina de pintoras de nuestra principal pinacoteca y está apoyada en las leyes que la obligan. En 1995, un decreto ley ponía orden en las colecciones de nuestros dos grandes museos nacionales, el Prado y el Reina Sofía, que acababa de abrir tres años antes. La fecha que marcaba la división era el nacimiento de Pablo Picasso. El decreto añadía algunas excepciones estilísticas a la citada fecha de 25 de octubre de 1881. Pero la división se refería a las obras que ya formaban parte de las colecciones estatales, sin hacer mención a posibles futuras compras de ambas instituciones. Ocho años después del decreto, el 25 de noviembre de 2003, se aprueba la Ley 46/2003, reguladora del Museo Nacional del Prado, la Ley del Prado. Dicha ley tiene como primer objetivo “garantizar la protección y conservación, así como promover el enriquecimiento y mejora de los bienes del Patrimonio Histórico Español adscritos al mismo”. La Ley –de rango superior al decreto que dividía las colecciones de los dos museos– no limita en ninguno de sus artículos las adquisiciones que pueda acometer la pinacoteca.
Aunque pasásemos por alto que, al tener mayor rango, la Ley del Prado está por encima del decreto, María Blanchard nace 6 meses antes que Picasso, por lo que, en lo referente a la edad, la compra también estaría conforme al decreto. Además, la pintora cántabra no aparece entre las excepciones de dicha norma, hecho que desacredita aún más
la polémica.
En el caso de Blanchard nos encontramos con una artista que por su nacimiento y la evolución de su pintura puede estar representada en ambos museos sin contradicción alguna
María Blanchard es probablemente la mejor pintora española anterior a Picasso y Mujer con cofia es una obra interesante que estaba en el mercado –a buen precio–, que amplía una colección y que contribuye a dar visibilidad a las mujeres, en clara desventaja en nuestros museos. Además, se trata de una obra que no pertenece a su etapa cubista, por lo que el argumento de que Blanchard, como representante de este movimiento, debería estar en el Museo Reina Sofía, queda igualmente desacreditado porque ya lo está. Nos encontramos, por tanto, con una artista que por su nacimiento y la evolución de su pintura puede estar representada en ambos museos sin contradicción alguna, ni legal ni artística.
Personalmente, de este asunto prefiero quedarme con que la compra ha sido posible por la donación de una mujer desconocida en el mundo del arte, maestra y directora de instituto en Madrid. Antes de morir en 2016, Carmen Sánchez decidió dejar en herencia 800.000 euros al museo para adquirir y restaurar cuadros. En la sala 60 del edificio Villanueva pueden contemplarse ya los 15 cuadros que forman su legado, con obras de Berruguete o Fortuny, así como de Mariana de la Cueva y Gabriel A. Corvoysier, autores que, como Blanchard, no estaban presentes en el museo. Eso sí que es una historia.