La pandemia ha acelerado la transformación digital de nuestras sociedades y el sector de la cultura no es una excepción. Cuando en marzo de 2020 comenzó el confinamiento en España, hubo un aluvión de propuestas culturales a través de internet y las redes sociales. Visitas virtuales a museos guiadas por sus máximos responsables, conferencias y conciertos a través de Instagram, teatro en streaming… Casi todo gratis. Fueron sobre todo una demostración de coraje, de fuerza, de solidaridad, la declaración de que la pandemia no conseguiría arrebatarnos la cultura, un bien de primera necesidad. Pero más allá del gesto, ¿qué ha quedado? ¿Cómo lo están haciendo nuestras instituciones culturales? ¿Se está generando contenido cultural relevante en el ecosistema digital, más allá de las plataformas reinantes? ¿Cómo lograr su monetización? ¿Qué retos y qué peligros conlleva este proceso de digitalización? ¿Hay estrategias bien definidas que guíen este proceso o vamos un poco como pollos sin cabeza?
Todas estas cuestiones se pondrán encima de las mesas de debate del primer Foro de Cultura en Digital que organiza la Fundación Telefónica desde este martes 25 hasta el jueves 27 de mayo y que podrá seguirse de manera gratuita. En él participan algunas de las instituciones que más y mejor se están adaptando a esta nueva era en que lo digital va a tener, como mínimo, la misma importancia que lo analógico, lo presencial, lo físico. Entre ellas figuran la propia Fundación Telefónica, el Museo del Prado, la Fundación Juan March, el Museo Thyssen-Bornemisza, el Teatro Real, la Biblioteca Nacional, el Consejo Internacional de Museos, Acción Cultural Española, la Fundación La Caixa y la Dirección General de Industrias Culturales del Ministerio de Cultura.
El foro empezó a fraguarse desde el mismo momento en que se declaró el primer Estado de alarma, explica Pablo Gonzalo, director del Área de Cultura Digital y del Espacio Fundación Telefónica. “En abril de 2020, cuando ya estaba todo cerrado, empezamos a contactar con todas las instituciones culturales y fundaciones parecidas a la nuestra con las que teníamos relación, porque nos encontrábamos todas ante una situación totalmente inesperada y nueva, cada una intentaba responder como podía un poco en solitario, sin saber hacia dónde ir. Teníamos la necesidad de compartir nuestra visión y saber qué estaban haciendo otros. Nos dimos cuenta de que nosotros, que al formar parte de Telefónica siempre hemos apostado por la digitalización, llevábamos bastante camino andado y que debíamos liderar ese debate y abrir un espacio de diálogo sobre las tendencias de la digitalización, sus dificultades y oportunidades. Así nació el foro”.
Infraestructuras y competencias
La pandemia ha acelerado la transformación digital del mundo y, por una vez, un cambio socioeconómico de este calibre ha pillado a España bien preparada, al menos en lo que a infraestructuras se refiere. Nuestro país tiene más conexiones de fibra óptica a internet que la suma de Reino Unido, Francia, Alemania e Italia. En cambio, en el grado de digitalización de las empresas y en competencias digitales de los usuarios estamos por debajo de la media europea, según los datos del informe Sociedad Digital en España 2019 elaborado por Fundación Telefónica (y cuya edición 2020 verá la luz próximamente).
La buena noticia es que se va a invertir mucho dinero público en ambas cuestiones cuando empiecen a llegar los fondos europeos para la recuperación, ya que el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia presentado recientemente por el Gobierno a Bruselas contempla un Plan de Digitalización de Pymes y un Plan Nacional de Competencias Digitales, además de partidas específicas para ampliar la digitalización de los grandes servicios culturales de nuestro país.
El caso del Museo del Prado
Cuando estalló la pandemia, el Museo del Prado tuvo que cerrar sus puertas por segunda vez en sus dos siglos de historia, algo que solo había ocurrido durante la Guerra Civil. Recordamos aquellas visitas guiadas matutinas a través de Instagram, que inauguró el 12 de marzo de 2020 su director, Miguel Falomir, explicando El lavatorio de Tintoretto. Eso de cara al público, pero a nivel interno la situación era mucho más estresante, sobre todo para garantizar el teletrabajo para todas las áreas del museo, tanto las gerenciales como aquellas relacionadas más directamente con su actividad educativa, documental y de conservación. “A pesar de que en el Prado llevamos años trabajando en la transformación digital, tuvimos que reaccionar rápido y dar en dos días ese salto que ya teníamos previsto”, recuerda Javier Pantoja, responsable del Área de Desarrollo Digital del Prado.
Además de volcarse en las redes sociales, el Prado realizó durante 2020 otras actividades digitales de mayor calado, como un seminario online sobre arte medieval en el que se inscribieron 5.000 personas; conferencias en formato online y mixto, y diversos recursos educativos.
Por otra parte, el Prado ya contaba con una página web potente, premiada cuando se lanzó en 2016, no solo por su diseño sino sobre todo por la tecnología de web semántica que hay detrás, que permite “la comprensión por parte de las máquinas de las distintas categorías que definen una obra”, explica Pantoja. Esta estructura semántica permitió a la pinacoteca confeccionar una línea del tiempo en la que se contextualiza históricamente cada obra de su colección, una herramienta de inteligencia artificial estrenada poco antes de la pandemia.
La iniciativa más reciente del Prado en términos de transformación digital es Puerta Digital, una modernización de su sistema de venta de entradas que ha desarrollado Telefónica, uno de los principales patrocinadores de la pinacoteca.
Por último, el ministro de Cultura anunció la semana pasada la creación de una red digital de museos a la que se espera se sumen una treintena de ellos y que liderará el Prado, haciendo exportable a otras instituciones su modelo de gestión de contenidos y documentación en el entorno digital.
El caso del Teatro Real
El Teatro Real se alzó hace apenas dos semanas con el International Opera Award a la mejor compañía de ópera del mundo, un galardón que reconoce su programación de 2019 pero que ha sido interpretado también como un premio a su valentía durante la pandemia, ya que es uno de los pocos teatros de ópera del mundo que se atrevió a echarle un pulso al virus, reabriendo sus puertas en julio del año pasado.
Pero además de eso, su mayor proyecto digital adquiere ahora la categoría de premonitorio, si tenemos en cuenta que se estrenó en octubre de 2019, tan solo cinco meses antes de que la pandemia llegara oficialmente a España. Hablamos de My Opera Player, el “Netflix de la ópera”, una evolución de su anterior Palco Digital que incluye contenidos de otros grandes teatros de ópera del mundo, como la Royal Opera House de Londres, la Ópera de París o el Teatro Bolshói de Moscú. “El Real tiene 1.950 butacas, pero My Opera Player logra que nuestras producciones lleguen a todos los rincones de España y del mundo”. Al igual que ocurre con el Prado, la innovación tecnológica del Real está patrocinada principalmente por Telefónica, y en este caso se suma además Endesa. “Ahora mismo estamos trabajando en conocer mejor a nuestro público y mejorar su experiencia de usuario”, explica Borja Ezcurra, director general adjunto y director de patrocinio y mecenazgo del Real.
El caso de la Fundación Juan March
En el caso de la Fundación Juan March, el concepto digitalización va asociado fuertemente a “darle una segunda vida” a los contenidos de su ingente archivo mediante “una segunda curación digital”, explica Manuel Fontán, director de Museos y Exposiciones de la fundación. “La transformación digital de la fundación comienza en 1973, cuando decide que si programaba conferencias había que grabarlas en cintas de bobina”, explica Fontán. Gracias a todo ese material archivado y conservado con esmero durante casi 50 años —más de 1.600 vídeos y 3.200 audios de conferencias, exposiciones y conciertos, que ya estaban disponibles en su web, la fundación ha podido crear ahora Canal March, uno de los mayores portales de contenidos culturales audiovisuales de habla hispana, que no es un mero repositorio del archivo, sino que también ofrece contenidos nuevos como podcasts o videoensayos, como el realizado en torno a la exposición Los irascibles: pintores contra el museo (Nueva York, 1950), que tuvo que ser cancelada debido al confinamiento general tan solo una semana después de su inauguración.
Fontán define ese gran archivo “como una casa encantada de una novela gótica inglesa en la que ha vivido mucha gente antes que tú, y a medida que exploras las habitaciones de la casa te vas encontrando maravillas”. Esa “segunda curación digital” de la que habla el directivo de la fundación permite establecer nuevas conexiones entre los ítems del archivo. Así, podemos escuchar un podcast temático sobre la magia que resucita la voz de Martín Gaite en una conferencia de 1981 con otra pronunciada mucho después por Mario Vargas Llosa sobre el mismo tema.
Fontán y Gonzalo concuerdan en que la digitalización de la cultura no es una mera traslación de contenidos del ámbito físico al virtual, sino que hay optar por el lenguaje y el formato que mejor complemente la experiencia presencial. Así, una exposición puede convertirse en un podcast, caso de las que organizó el Espacio Fundación Telefónica sobre Marte y sobre Buckminster Fuller. “Son dos proyectos que nos han funcionado espectacularmente bien”, asegura Gonzalo. “A veces es muy difícil trasladar con éxito al ámbito digital una exposición, sobre todo las de carácter divulgativo. En estos casos el cambio de registro y la generación de una nueva narrativa ha sido muy efectivo”, afirma.
Efectos y retos
“La pandemia nos sorprendió a todos con el pie cambiado, tanto a nivel personal como profesional, sanitario y político. Quien diga que estaba preparado para esto no está siendo objetivo”. Esto lo dice Javier Celaya, que es precisamente uno de los mayores expertos españoles en cultura digital, con una experiencia en este campo de más de veinte años. Desde 2014 coordina el Anuario de Cultura Digital de Acción Cultural Española, cuya última edición se presentará este miércoles 26 en el marco del Foro Cultura en Digital. Sin revelar antes de tiempo sus datos, Celaya avanza una conclusión: “El sector cultural ha salido mejor parado de lo que sospechaba”.
En su opinión, lo más significativo de la pandemia en materia de digitalización es “un cambio de actitud mental”. Antes lo digital era un complemento ocasional de lo analógico, pero “2020 es el año en que todos fuimos digitales. Al principio pensábamos que serían dos semanas, pero después del verano, de la segunda y la tercera ola, el sector cultural ha asumido que lo digital está aquí para quedarse, y es algo positivo. Antes siempre se destacaba lo negativo: la piratería, la distracción de la lectura… Ahora por fin se ha reconocido su valor para, por ejemplo, ampliar mercados y tener una mejor relación con las audiencias”, explica Celaya.
Aunque todos los gestores culturales asumen que la digitalización es necesaria y que ha llegado para quedarse, Celaya pronostica una primera reacción de “hartazgo de tanta pantalla, intentaremos alejarnos de ellas lo más posible de una manera muy intensiva”. Pero cuando eso pase, considera que sería un error interpretarlo como que no es necesario invertir tanto en tecnología. “Esa lectura sería muy errónea. Después de ese periodo tan humano de respiro, los gestores culturales deberán seguir apostando por lo digital". Si antes era algo complementario, ahora va a ser parte estratégica, tendrá el mismo peso y el mismo valor que la programación física.
Por otra parte, uno de los principales peligros de la transformación digital es evitar que esta genere una brecha entre las grandes instituciones culturales y el resto del sector de la cultura, formado en un 93,4% por autónomos y empresas de 1 a 5 trabajadores, según datos del Ministerio de Cultura. No es lo mismo contar con grandes presupuestos y patrocinios que sacar adelante un pequeño proyecto en solitario. Por eso, uno de los principales objetivos del Foro de Cultura en Digital, explica Gonzalo, es que las instituciones culturales participantes, todas ellas ejemplos de buenas prácticas en la digitalización, “arrastren”, en el mejor de los sentidos, a aquellas a las que “ha pillado el toro” en este proceso de transformación.