La fotógrafa canadiense Margaret Watkins contribuyó a forjar la historia de la fotografía de principios del siglo XX con sus singulares aportaciones. Watkins vivió una vida de rebelión en la que rechazó la tradición y los roles de género asignados a las mujeres. Su estilo modernista dejaba entrever su capacidad de anticipar las grandes revoluciones estéticas y conceptuales que vendrían después. Se la puede considerar como vínculo entre un pictorialismo en busca de identidad y el modernismo de vanguardia. En su obra se establece un diálogo incesante entre el arte y la vida doméstica, fundiéndose tema y objeto en una misma cosa.
La fotógrafa utilizó esta figura a lo largo de toda su carrera, tanto en su obra personal como en sus trabajos publicitarios para agencias como Condé Nast o Reimers, y revistas como The New Yorker, Ladies’ Home Journal y Country, entre otras. Además, desarrolló una carrera brillante en la década de 1920, siendo una de las primeras autoras en dedicarse a la fotografía publicitaria. Sus imágenes sobre objetos cotidianos se convirtieron en el paradigma sobre el que se forjaron los nuevos estándares de aceptabilidad.
Black Light, la exposición retrospectiva de su obra que se puede ver en CentroCentro hasta el 26 de septiembre, reivindica la obra de esta mujer y profundiza en la relación entre su trabajo y su biografía. comisariada por Anne Morin, nos muestra 150 fotografías de la artista que datan entre 1914 y 1939, entre las que encontramos retratos y paisajes, bodegones modernos, escenas callejeras, trabajos publicitarios y diseños comerciales.