"Siempre he querido crear drama en mis imágenes, por eso pinto personas. Son las personas las que han aportado dramatismo a las imágenes desde el principio. Los gestos humanos más simples cuentan historias", decía Lucian Freud. El artista fue uno de los principales pintores figurativos del siglo XX. A lo largo de sus setenta años de carrera, Freud mantuvo el por el rostro y el cuerpo humanos y exploró sin descanso las posibilidades del retrato. Su trabajo estaba profundamente arraigado en la observación continua e intransigente de cualquier individuo que posara para él. Siempre pintando de la vida, Freud se sintió atraído por personas con las que estaba familiarizado, como familiares y amigos.
Sus obras registran a menudo los ciclos y transformaciones de sus relaciones. Esperaba un compromiso significativo de sus asistentes, requiriendo que posaran durante varias horas seguidas, durante un periodo de semanas o meses y, en algunos casos, incluso años. Freud también dirigía regularmente su mirada hacia adentro, aplicando el mismo nivel de escrutinio implacable a sus autorretratos. Sus obras demuestran la intensidad implacable de su observación y su profundo compromiso por revelar el sentido de individualidad en cada persona, animal u objeto. La exposición Lucian Freud: Real Lives, que se puede ver en la Tate de Liverpool hasta el 16 de enero de 2022, abarca siete décadas, desde las primeras exploraciones de Freud del autorretrato hasta sus grandes desnudos completados en los últimos veinte años de su vida.