Imagen | ¿Era Gaudí tan original como creemos?

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Arte

¿Era Gaudí tan original como creemos?

La colosal exposición que dedica el MNAC al arquitecto catalán, con 650 objetos, confronta su obra con la de otros autores y recupera algunas de sus piezas olvidadas o desaparecidas

30 noviembre, 2021 09:04

Gaudí. MNAC

Parque de Montjuïc, s/n. Barcelona. Comisario: Juan José Lahuerta. Hasta el 6 de marzo

Recuerdo una gran exposición sobre Gaudí en el CCCB en 2002 organizada por Juan José Lahuerta, el mismo comisario que ahora presenta la actual muestra sobre el arquitecto catalán en el MNAC de Barcelona. Aquella lejana exposición, realmente extraordinaria, representó, para mí, una suerte de revelación o epifanía emocional, el descubrimiento de un Gaudí que se vinculaba a múltiples referencias artísticas y a lo mistérico. A pesar del tiempo transcurrido me acuerdo de que en aquella muestra se evocaba el barroco estudio del arquitecto con sus yesos y artilugios de manera que metafóricamente se invitaba a penetrar en una suerte de cueva o gruta, esto es el secreto y las profundidades de la creación. Este era tema: con una escenografía espectacular, como solían ser los montajes del CCCB, se planteaba el misterio de Gaudí en las profundidades del subsuelo o del inconsciente. En Madrid se presentó, lamentablemente, sin la tramoya o escenografía original, simplemente como un acervo de documentos, con lo que la intencionalidad y el sentido original resultaban incomprensibles, pero esto ya es otra historia.

La exposición confronta a Gaudí con otros arquitectos mostrando que no es tan original como nos parecía

Cuando se anunció el actual proyecto del MNAC sobre Antoni Gaudí (Reus, 1852 - Barcelona, 1926), también de Juan José Lahuerta –director desde 2016 de la cátedra Gaudí de la Universitat Politècnica de Catalunya–, me preguntaba qué podía decir de nuevo después de aquella magnífica cita de 2002. Y curiosamente, ahora, es un planteamiento, diría, prácticamente inverso, porque de lo que se trata es de una aproximación al contexto de Gaudí, aunque puede que resulte difícil explicar en qué consiste realmente este contexto. En todo caso, el recorrido arranca significativamente con unas imágenes –planos, vistas, evocaciones simbólicas– de Barcelona. Esto es la gran ciudad como un espacio dinámico en el que se interrelacionan lo político, lo administrativo, lo económico, lo religioso con el telón de fondo de las confrontaciones sociales… y en el que el papel de la arquitectura no es baladí.

Resulta muy difícil situarse ante Gaudí porque hoy en día es un producto de la sociedad y turismo de masas que desborda instrumentos de análisis y desafía a los eruditos. Pero el objetivo de la exposición –en palabras de su comisario– se plantea como un discurso de “revisión” de liberación de “tópicos” y lecturas “reduccionistas” del creador que “descubre” su complejidad y lo sitúa en el marco de unas corrientes estéticas y una trama político-social. Frente a la figura de Gaudí descrita como “genio aislado” fuera de su tiempo, “arquitecto de Dios”, “precursor de las vanguardias”, etc., Lahuerta introduce aquella vista de pájaro que sobrevuela el mapa de Barcelona. Falta por saber el alcance de esta mirada.

Taller de Gaudí en la Sagrada Familia, h. 1926

No cabe duda de que la propuesta posee multitud de aportaciones. En este sentido, un aspecto fundamental es la confrontación de Gaudí con otros arquitectos para observar que el catalán no es tan original como nos parecía y que conoce, sigue y se inspira –aunque con gran capacidad de interpretación, pues su calidad no se pone en duda ni se cuestiona– en modelos que había estudiado previamente. Así se comparan, frente a frente, realizaciones de Hector Guimard con las de Gaudí y se advierte que son, a grandes rasgos, similares pero con una diferencia significativa y muy importante, las de Guimard son anteriores en el tiempo…

Otro aspecto fundamental de la exposición es la recuperación de piezas olvidadas o “desaparecidas”: parte del mobiliario arquitectónico de la planta noble de La Pedrera, resultado de un concienzudo trabajo de investigación y restauración. Igualmente, el extraordinario tapiz de Josep Maria Jujol –discípulo aventajado y colaborador del arquitecto– realizado por encargo del mismo Gaudí para los Juegos Florales de 1907. O también el busto de la Fuente de Hércules de los jardines de Pedralbes, proyectada por el arquitecto. La restauración y recuperación de estas piezas, entre otros episodios que se podrían nombrar, ha significado un esfuerzo heroico que representa una contribución del proyecto.

Josep Parera: 'Caricatura de Eusebi Güell i Bacigalupi', h. 1889. MNAC / A. Gaudí: tocador del Palacio Güell, h. 1886

Ahora bien, hay un aspecto fundamental en la manera de concebir y organizar la muestra: la acumulación y seriación de objetos e imágenes. Intuyo que hay una metodología próxima a Aby Warburg, que busca iluminar el sentido en el juego de asociaciones de imágenes dispares, aparentemente sin relación. Pero en esta exposición colosal que ha costado –según el director del MNAC, Pepe Serra– 940.000 euros y que está compuesta por más de 650 objetos, más allá o a pesar de Gaudí, hay un efecto hipnótico motivado por el carrusel de materiales sin fin. Si en la mencionada exposición de 2002, la idea era la de gruta y todos los motivos asociados a ella (lugar escondido, tesoro, cripta, espacio de reflexión, etc.), en la presente muestra, la imagen que se impone es la del calidoscopio o laberinto también con todos los principios asociados a ellos.

¿Es esto, acaso, un síntoma de que el comisario no controla el dispositivo expositivo y que la propuesta consiste en una obsesiva y reiterada acumulación de objetos e imágenes? En absoluto, se trata de una metodología consciente, una manera de construir los relatos o de entender la investigación en el ámbito de las humanidades. Sin embargo, esta ordenación no significa una deconstrucción de tópicos o un ejercicio de revisión. Al contrario, representa la fascinación del gabinete del coleccionista, el efecto contrario al propuesto.