El pintor Wayne Thiebaud, célebre por sus cuadros de tartas, pasteles, helados o perritos calientes, ha fallecido el pasado fin de semana en Sacramento a los 101 años sin que se conozcan las causas de su muerte. Su carrera abarca más de setenta años, ya que se mantuvo activo casi hasta el final de su vida, y en ella sitúo siempre la vida cotidiana estadounidense en el centro de su práctica artística.
Wayne Thiebaud nació en 1920 en Mesa (Arizona) en el seno de una familia de mormones que se trasladó a California cuando era un bebe. Allí, en Sacramento, trabajó y vivió la mayor parte de su vida. Fue pasante en el departamento de animación de Walt Disney Studios antes de trabajar como dibujante comercial e ilustrador de 1939 a 1949. Después de esto, a principios de los años 50, estudió Bellas Artes en San Jose State College y California State College en Sacramento. A partir de ese momento, se dedicó exclusivamente a su trabajo artístico, renunciando a encargos comerciales.
Debido a sus numerosas representaciones de objetos cotidianos, Thiebaud se asocia a veces con el movimiento del arte pop, que surgió durante los primeros años de su carrera, pero hoy parece que tal etiqueta se queda corta para caracterizar el estilo distintivo del pintor. Mientras que los miembros de este movimiento se inspiran en los medios de comunicación, Thiebaud pintaba sobre la base de sus propios recuerdos, y sus pinceladas sueltas estaban muy lejos de las reproducciones mecánicas y rigurosas de artistas como Andy Warhol. Thiebaud, más bien, era un pintor nato que se apoya en los hombros de maestros modernos como Edward Hopper y Paul Cézanne. Además, manifestaba una gran admiración por pintores clásicos como Johannes Vermeer y Diego Vélazquez.
Thiebaud creaba sus pinturas de pasteles, personas y paisajes con sumo cuidado, con sujetos a menudo aislados en el lienzo en composiciones claras, colores brillantes y un empaste denso. Sus pasteles son especialmente conocidos. Sus capas de pintura pastosa y glaseada casi hacen palpable su delicia. Thiebaud llamaba a esta técnica "transferencia de objetos": esencialmente traer un objeto a la superficie, casi creando esculturas con pintura. Sus esquemas de color también eran notables. Los tonos pastel y los colores brillantes van de la mano y las sombras no son meras formas oscuras, sino arcoíris, casi aureolas de color.
Sus representaciones de personas -prefería llamarlas figuras en lugar de retratos- existen, como sus naturalezas muertas, en un espacio abierto aislado, enfatizando las impresiones pictóricas de los objetos. Los paisajes de Thiebaud reflejan los sentimientos de sus obras anteriores en su forma seductora de usar y combinar colores y su distinto sentido de composición. Ríos y montañas cruzan o cortan abruptamente el encuadre mediante el uso de atrevidos miradores con un efecto vertiginoso.
Durante su carrera siempre ha estado activo en la docencia; de 1951 a 1960 enseñó Bellas Artes en Sacramento Junior College y de 1960 a 1976 en la Universidad de California. En 1967 representó a los Estados Unidos en la Bienal de Arte de São Paulo en Brasil y, en 1985, el Museo de Arte Moderno de San Francisco organizó una retrospectiva integral de su obra. En 1994, Thiebaud recibió la Medalla Nacional de las Artes, el más alto honor para un artista otorgado por el gobierno estadounidense.