No es el primer director del Prado que se incorpora a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Las idas y venidas entre una institución y otra han sido constantes a lo largo de su historia. "Ambas fueron creadas por la Corona (la Academia sigue siendo real y el museo lo fue en origen y durante sus primeros 50 años) -ilustra didáctico Miguel Falomir (Valencia, 1966)- muchas de sus obras proceden de la antigua colección real y bastantes de las que hoy cuelgan en el Prado estuvieron en algún momento en la Academia". Su nombramiento se anunció en 2019 y el 16 de enero ingresará, finalmente, en la institución. Lo hará con un discurso dedicado a "las patrias del arte", que mira hacia el periodo del Renacimiento, su especialidad, y ocupará el asiento de Francisco Calvo Serraller de quien recuerda "era mucho más que un brillante profesional de la historia del arte".
Pregunta. La RABASF ha tenido un enorme peso en nuestra historia pero en los últimos tiempos se encuentra más alejada del público. ¿Cuál debe ser su misión hoy?
Respuesta. La Academia de San Fernando nació con un propósito práctico: encauzar y fomentar la formación de los profesionales del diseño y supervisar el progreso de las bellas artes en nuestro país. Para ello se le dotó de una potestas que hoy no tiene, pero conserva su auctoritas, y ahí radica su importancia: en ser una voz muy cualificada en todo lo relacionado con las artes en España. Se trata de una institución que reflexiona sobre las artes, cuya influencia e impacto vienen lógicamente determinados por el interés de sus propuestas y su capacidad para hacer partícipe a la sociedad de sus puntos de vista. En un mundo como el actual, donde cada día se celebra la aparición de un nuevo think tank (y perdón por el anglicismo), no podemos prescindir de instituciones que, durante siglos, han hecho de la reflexión y el estudio su razón de ser.
"No podemos prescindir de instituciones que, durante siglos, han hecho de la reflexión y el estudio su razón de ser"
P. Pertenece a una generación más joven a la de la mayoría de los académicos, ¿cómo se podría modernizar la institución?
R. La edad es objetiva, figura en el DNI, pero la juventud depende mucho de la disposición de ánimo. Hay académicos de edad avanzada con una envidiable curiosidad intelectual, mayor que la de muchos jóvenes. Una institución como la Academia debe ser respetuosa con la historia y la tradición, pero al mismo tiempo debe tener el oído atento, de lo contrario, pierde contacto con la realidad y puede caer en la irrelevancia. A título personal y como historiador del arte, puedo aportar algún conocimiento de la pintura española e italiana del Renacimiento, y supongo que cuatro años al frente del Prado me otorgan cierta experiencia en la gestión de instituciones culturales.
Nuevos públicos
P. ¿Se podría, quizá, atraer nuevos públicos?
R. Parece evidente que la extraordinaria importancia de las colecciones del museo de la Academia no se corresponde con el número de visitantes o con la visibilidad que tiene en los medios. Creo que durante mucho tiempo la gente ha pensado que era un pequeño Prado y que bastaba con visitar este. Es un error. El museo de la Academia tiene en efecto fondos parangonables a los del Prado, pero es un museo con una fortísima personalidad, fruto de su historia. En ese sentido, el último planteamiento museográfico es un enorme acierto, al potenciar la singularidad de la colección y de la institución. Quien visite el museo de la Academia debe saber que visita un museo que no se asemeja a ningún otro. Ahora hay que transmitirlo al público y creo que, ahí, algo podré aportar. Pero es necesario también que lo medios entiendan la importancia del museo de la Academia, lo que no siempre sucede.
P. Y respecto a la vida académica, ¿han pensado en tender puentes con el Centro de Estudios del Museo del Prado o en conectarla con la universidad?
R. La Academia, a diferencia del Prado, nació como institución docente y durante más de un siglo formó a los profesionales de las artes del diseño. Esa tarea la desempeña ahora la universidad, pero la Academia sigue siendo un lugar de investigación que está involucrada en estudios de posgrado con centros universitarios. Está línea debe seguir e incrementarse y, por qué no, en colaboración con el Museo del Prado. Nada más lógico. De hecho, ya colaboramos en varios proyectos de investigación.
P. ¿Qué quiere subrayar con su discurso de ingreso, "De las patrias del arte"?
R. Que el arte no conoce de pasaportes ni de fronteras. Seguimos en buena medida anclados en una historia del arte decimonónica, muy mediatizada por el nacionalismo. Según éste, el arte de cada país tiene una personalidad propia, que se manifiesta a través de unos rasgos constantes en el tiempo. En el caso del español, su ADN es el naturalismo. Es importante saber que ese relato es una construcción intelectual, y que como tal responde a unos intereses ideológicos en una coyuntura histórica concreta. En el discurso abordo cómo nuestra pintura del Renacimiento se adecuó a esa premisa general.
"Seguimos en buena medida anclados en una historia del arte decimonónica, muy mediatizada por el nacionalismo"
P. ¿Veremos esta máxima en su nueva reordenación de la colección del Museo del Prado, por ejemplo, en la futura sala dedicada a los artistas leonardescos?
R. Sí. El Museo del Prado tiene obras realizadas en el taller de Leonardo (copia de la Mona Lisa), y otras realizadas por discípulos italianos (Luini) y españoles (Yánez y Llanos), o por pintores posteriores cuya obra delata el impacto de Leonardo, como el flamenco Sellaert o el francés Clouet. Con la actual distribución del museo por escuelas nacionales estarían en cuatro salas distintas, lo que no parece ni lógico ni didáctico
P. ¿Qué obras destacaría de la pintura en la España del Renacimiento del Prado y de la Academia?
R. Por su origen en la antigua colección real, ni la Academia ni el Prado sobresalen por sus fondos de pintura española anterior a El Greco, poco apreciada hasta finales del siglo XIX, más allá de Morales o Juanes. Sí tienen excelentes colecciones del Renacimiento italiano… y muy complementarias. La del Prado es mejor en pintura, la de la Academia muy superior en dibujo.
Un museo antiguo abierto al arte contemporáneo
P. ¿Será lo contemporáneo el rasgo distintivo de su nueva programación en el Prado este año?
R. Sí, el Prado no es un museo de arte contemporáneo -ya los hay excelentes en Madrid- pero no puede ignorar a aquellos artistas recientes para los que las colecciones del Prado y el arte del pasado han sido importantes. Son esos los que nos interesan y tres de ellos estarán presentes en el Prado este año: Philippe Parreno, con su filme sobre las pinturas negras de Goya; Picasso, a quien dedicaremos una pequeña exposición indagando en su relación con El Greco con motivo del 50 aniversario de su muerte, y Fernando Zóbel, cuya vinculación con los "Maestros Antiguos" probablemente sea la más desconocida. Aparte, exposiciones sobre los Carracci, Luis Paret, el marqués de Santillana y, para concluir el año, un muy ambicioso proyecto en colaboración con el Museo de Capodimonte sobre el Renacimiento napolitano de principios del siglo XVI y el papel que desempeñaron en él los artistas españoles.
P. ¿Qué busca en el arte más actual un museo que no lo recoge en su magnífica colección?
R. Con independencia de la naturaleza y datación de sus colecciones, todo museo es una institución contemporánea en diálogo con la sociedad. Los artistas son actores de esa sociedad, particularmente capacitados por su talento y formación para actualizar y trasladar a una sensibilidad contemporánea las realizaciones artísticas del pasado. Renunciar a ellos sería renunciar a un interlocutor privilegiado. Por otra parte, no creo en el arte pueda dividirse en compartimentos estanco.