Su nombre nos lleva a pensar en obras que juegan con nuestras percepciones y con nuestras sensaciones. El trabajo de Olafur Eliasson (Copenhague, 1967), uno de los artistas vivos mejor valorados, presenta el reto de reflexionar en torno a lo que estamos viendo. La óptica, la luz y los fenómenos sensoriales forman parte de un corpus artístico realizado en su estudio de Berlín, en el que trabaja un centenar de personas de distintos campos como la ingeniería, la historia o el arte.
Fue The Weather Project, una exposición que consistió en la instalación de un gigantesco sol en la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres, el que le catapultó con fuerza al estrellato artístico. Desde entonces, su nombre ha estado presente en las programaciones artísticas de museos de diferentes países. De hecho, no ha pasado tanto tiempo desde que el Museo Guggenheim de Bilbao le dedicó En la vida real, una retrospectiva procedente de la pinacoteca londinense que reunía los mejores trabajos de este singular creador que también adopta el papel de activista medioambiental.
Ahora, volvemos a contar con su presencia en Madrid con una muestra en la Galería Elvira González titulada Navegación situada en la que reúne brújulas colgantes, acuarelas, una proyección de luz y una instalación de vidrio y madera. En palabras del propio Eliasson, esta es una cita que nos lleva de viaje por “una constelación de instrumentos que nos ayudan a saber hacia dónde miramos”.
Pregunta. La exposición en la galería Elvira González se compone de varias obras entre las que encontramos brújulas, una instalación de luz y varias acuarelas. Cuéntemos a qué se va a enfrentar el espectador.
Respuesta. Son siete acuarelas, he hecho una pequeña instalación de luz y siete brújulas. Las acuarelas tienen un propósito conceptual y las brújulas, como instrumentos de navegación, me gustan porque se trata de deshacer y desaprender en términos de un espacio abierto, un terreno que no ha sido organizado. Puedes usar la brújula para navegar hacia un lugar pero también se trata de dejar la historia atrás y de poner rumbo al futuro. El mundo, tal y como lo conocemos hoy, es una recalibración de la navegación. Estamos en el proceso de acabar con 500 años de modernidad, desde el Renacimiento hasta hoy. Esto significa que necesitamos entender no solo de dónde venimos sino hacia dónde vamos y quiénes somos.
No tenemos el coraje de creer en cosas que no podemos cuantificar
P. En ese sentido, y hablando poéticamente, la brújula nos guiaría a todos hacia un mismo lugar.
R. Cuando coges una brújula, esta automáticamente apunta hacia el norte. Me interesa el hecho de que si hay una en la India, otra en China y otra en América todas apuntan hacia el mismo lugar. Quizá necesitemos reformular nuestra idea de lo colectivo. Puede que no todos vayamos por el mismo camino pero al menos estamos de acuerdo en cuál es la comprensión general del espacio. He hecho muchas brújulas pero con esta serie estoy fascinado porque cada una de ellas puede acabar en diferentes casas, incluso alguna se puede quedar en la galería, de modo que quienes las tengan forman una especie de familia que apunta hacia el mismo lugar. Se trata de un instrumento a través del que dos personas están juntas al mismo tiempo. En definitiva, la exposición es un pequeño viaje, una constelación de instrumentos que nos ayudan a saber hacia dónde miramos, si hacia el pasado o hacia el futuro y sobre cómo uno puede asegurarse de que no se está encaminando hacia el futuro enfrentando el pasado.
P. Su obra siempre es compleja y está abierta a diferentes interpretaciones.
R. El último trabajo es una pequeña obra sobre la imaginación, sobre soñar y ser visionario. Yo lo llamo el cerebro izquierdo perdido porque la parte derecha es la parte racional, la práctica, la que cuantifica y sistematiza. Sin embargo, nos hemos olvidado de atrevernos, no tenemos el coraje de creer en cosas que no podemos cuantificar y medir. La brújula se convierte en algo emocional y puedes pensar sobre dónde está mi madre, mi padre o mi futuro. Esa es la idea: ¿nos atrevemos a creer en la utopía, nos atrevemos a activar o reactivar nuestro cerebro izquierdo?
P. Con estas obras y estudios sobre las brújulas amplía sus investigaciones en torno a la percepción y la ilusión, dos características que al espectador le suponen un reto. ¿Persigue jugar con las sensaciones de la persona que se sitúa frente a sus obras?
R. Durante mi vida he sido educado en la filosofía continental y en una idea de la percepción del mundo. Pero también entiendo que quizá ese modelo no sea el mejor para representar cómo mirar el mundo de una manera más justa y progresiva. He llegado a entender que hay una gran cantidad de formas de entender la realidad que permiten soluciones a muchas crisis a las que nos estamos enfrentando. Todas ellas podrían combinarse en la climática. El espectador debe tener un acercamiento, es más un vínculo o una especie de conectividad. Necesitamos entender dónde estamos y la cuestión es qué hacemos a partir de ese momento.
Tenemos que superar el hecho de que somos un poco menos excepcionales de lo que pensábamos
P. En realidad, sus obras pueden llevar al espectador a plantearse lo que realmente está viendo. ¿Es el espectador un agente activo en su obra?
R. Creo que el arte ofrece un cruce de caminos y es ahí donde encuentras oportunidades pero también fracasos. Si tienes suerte, una obra de arte puede transmitir emociones que aún no has articulado. Si te encuentras frente a una obra que refleja y contiene emociones o necesidades que aún no has expresado puede que experimentes una sensación de estar siendo observado. Puede incluso ofrecerte una estructura a algo sin estructurar y puedes salir con la sensación de estar siendo reconocido, de estar siendo escuchado y eso es lo bonito porque es el reverso de la perspectiva clásica.
P. De modo que, ¿el arte puede contribuir a que nos conozcamos mejor a nosotros mismos?
R. En ocasiones una obra de arte nos proporciona una estructura a lo que no podíamos articular en ninguna otra parte. Así que sí, se puede decir que el arte te puede hacer pensar pero quizá lo primero que hace es que pienses en torno a ti mismo. Se dan situaciones de sentimientos complejos como la esperanza o el miedo y la obra te dice que aunque no te sientas cómodo eres bienvenido.
P. En ese sentido, ¿puede el arte cambiarnos individualmente y, de alguna manera, como sociedad?
R. Por supuesto, es lo que lleva haciendo desde hace miles de años.
La naturaleza como fuente de inspiración
P. Ha vivido en Islandia y Dinamarca, lo que significa que siempre ha estado rodeado de naturaleza. ¿Cómo influye esto en su trabajo?
R. Para mí, la naturaleza siempre ha sido una fuente de inspiración. Creo que estamos en un punto en el que finalmente nos damos cuenta de que la cultura y la naturaleza son inseparables, como lo afirmó la feminista, científica y autora Donna Haraway, quien acuñó el término 'Natureculture'. En mi parte del mundo, solíamos pensar que los humanos éramos excepcionales: el éxito se lograba cuando nos ubicábamos por encima de la naturaleza, en un rol de poder, usando y moldeando la Tierra a nuestro gusto. Ahora tenemos que superar el hecho de que somos un poco menos excepcionales de lo que pensábamos. Pienso en el paisaje islandés como un espacio creativo. Para comprender el flujo del agua en un río, lo fotografiaría desde el aire o sentado en una barca o trataría de correr a la misma velocidad que el agua para que el río pareciera estar detenido. Al caminar o conducir a través del paisaje aprendería a calibrar la distancia y la profundidad, cómo nuestro movimiento da forma a lo que vemos y cómo el paisaje da forma a nuestra percepción y viceversa.
P. Antes mencionaba problemas actuales como el cambio climático. ¿Cómo puede un artista contribuir a paliar la emergencia climática además de denunciándolo en su obra?
R. Las crisis más frecuentes de los últimos años, como el cambio climático, la injusticia social y la pandemia de COVID-19 han demostrado estar profundamente interconectadas: veo personas que recurren al arte con la esperanza de que inspire un cambio positivo. Agradezco mucho esa confianza. De hecho, creo que la palabra 'transformación' es quizás más adecuada que 'cambio': una buena obra de arte puede evocar transformaciones en quienes se encuentran con ella. A cualquier encuentro con el arte traemos un yo que es un yo encarnado, que piensa y siente. Y si encontrarse con la obra te conmueve profundamente te irás como una persona ligeramente diferente, transformada. El arte puede albergar espacios para la contradicción, para la complejidad. Puede hacernos conscientes de las superposiciones y diferencias en la forma en que experimentamos el mundo y a nosotros mismos dentro de diferentes culturas. Puede provocar reflexiones sobre cómo usamos nuestros sentidos y cómo eso nos hace pensar y sentir.
El arte puede provocar reflexiones sobre cómo usamos nuestros sentidos y cómo eso nos hace pensar y sentir
P. Encarna un papel en el que se combinan los roles del artista y del activista. ¿Qué es el arte para usted? Mucha gente cree que es un objeto que vemos en un museo o galería pero da la sensación de que para usted es algo mucho más amplio.
R. He llegado a la conclusión de que no responder a esta pregunta es más generoso que responderla ya que cada vez que intento responder corro el riesgo de excluir algo. El arte tiene la capacidad de ser más inclusivo sobre cuestiones que, de otro modo, podrían generar polarización. La cultura, y en mi caso el arte, opera en un sistema diferente a los demás. La cultura es una presencia fundamentalmente desordenada en todas las partes de la sociedad y, por supuesto, tiene sus propios sesgos, desigualdades sistémicas y complejidades. Pero el hecho de que sea desordenado no reduce su capacidad para apoyarnos e inspirarnos; de hecho, es un tipo de poder. A veces, es la práctica de no responder ciertas preguntas lo que nos lleva más allá de la respuesta y, tal vez, eso sea una obra de arte en sí misma.
P. Su estudio en Berlín está compuesto por casi un centenar de personas de diversos campos como la ingeniería, la filosofía, la historia o el arte. En su opinión, ¿qué es más importante: la idea, la ejecución o el resultado?
R. Todos estos procesos son parte de un ecosistema que es importante para la forma en que nos relacionamos con el arte. Para tratar de identificar qué parte del proceso de hacer arte es más importante, solo se puede responder mirando hacia atrás y no mirando hacia adelante. De este modo, decidir cómo será el mañana a partir de una generalización de la importancia es contraproducente para la naturaleza misma del arte. No estoy seguro de que una obra de arte sea definitiva, pero la obra de arte "final" también podría ser el proceso en sí mismo.