40 (+ 1) son los años que han pasado desde que la galerista Juana Aizpuru (Valladolid, 1933) lograra poner en marcha la idea que venía pergeñando desde finales de los años 70. Corría el año 1982 y quería que en el mundo del arte contemporáneo español empezaran a pasar cosas. Trató de vender el proyecto a Barcelona pero no cuajó. Al poco, leyó en el periódico que en Madrid el alcalde Tierno Galván y el presidente de la Cámara de Comercio, Adrián Piera, estaban montando Ifema. “Necesitarán ferias”, se dijo. Dicho y hecho.
Piera y el entonces director general de Ifema, Francisco Sanuy, se personaron en Sevilla, donde entonces tenía la sede su galería, y en la ya famosa cena en el restaurante El Burladero nació ARCO. Con nombre y directora.
Maribel López (Barcelona, 1972) llegó a Ifema de la mano de Carlos Urroz, en 2011, y ha visto cómo la feria maduraba y se hacía un sitio en el complicado mapa de ferias internacionales. En 2020 estrenaba el cargo de directora en solitario (codirigió con Urroz el año anterior) y le ha tocado lidiar con dos ediciones complicadas por el virus. Su apuesta por la presencialidad ha sido firme y, a pesar de las voces discordantes, decidió celebrar ARCO en julio sabiendo el esfuerzo que suponen dos ferias en un periodo de tiempo tan corto.
“En ARCO no veremos la obra más cara de la historia, pero la oportunidad de descubrir a un artista está siempre latente”
“ARCO solo se hace para que las galerías tengan un espacio donde presentar a sus artistas –explica Maribel López–, donde venderlos, donde conocer a directores de museos, a comisarios… Pensamos que había una posibilidad de hacerla en julio y fuimos a por ella. Es cierto que está muy cerca de febrero, que para el equipo es brutal, dos ferias en un año es algo que no se ha hecho nunca. Sin embargo, como entendemos que la feria se hace para eso, para ofrecer oportunidad, lo estamos luchando. En ningún caso nos pareció que la presencialidad se pudiera sustituir”.
Pregunta. ¿Cómo afrontan esta edición con la que no todas las galerías se sienten cómodas?
Juana de Aizpuru. Todos vamos ahora a las ferias muy preocupados. Eso de esperar hasta el último segundo para saber si una feria se va a celebrar o no... es evidente que no se trabaja igual. Y lo mismo les ocurre a los artistas. No sueltan las mejores obras, se retrasan, se hacen de rogar, hay que insistirles. En enero íbamos a Artgenève y, 10 o 15 días antes de la inauguración, la retrasaron hasta marzo, con los billetes de avión comprados, con el hotel reservado, casi embalando las obras. Es mala época para ferias.
39 años de seguridad
P. ¿Hay también preocupación por parte de la dirección?
Maribel López. Preocupación hay siempre. Ahora es incertidumbre. En el mundo del arte los riesgos están ahí, pero era un riesgo que las galerías asumían, con unos artistas más comerciales y con otros muy difíciles de vender. Pero es esa seguridad lo que las ferias ofrecían. Y durante 39 años fue así en ARCO. Ahora jugamos con una incertidumbre tremenda y para ellas es muy difícil. Nosotros intentamos ser un pilar muy fuerte para que se sientan seguras, pero es verdad que ahora es complicado.
J. A. Y es de agradecer el tesón de los organizadores para seguir con las ferias. Ahora mismo las galerías están muy desanimadas y flojas de público y en ese sentido una feria nos conviene muchísimo. Es la forma de contactar con los clientes, sobre todo con los extranjeros.
La memoria del 82
P. ARCO ha entrado en los 40, etapa de madurez, y es una feria veterana en el mapa internacional. ¿Qué queda de aquel 1982 y cómo ha cambiado?
J. A. España pasaba por una situación muy especial. Preparando aquel primer ARCO tuvo lugar el golpe de Estado de Tejero y los crímenes de Atocha. Pero por otro lado hacía falta una feria, y había que hacerla. Y el carácter cultural era imprescindible porque en España no había mercado del arte y no se conocían las nuevas tendencias internacionales. Tampoco se conocían fuera los artistas españoles salvo excepciones. Tàpies, Chillida o Millares eran personalidades aisladas. Había que traer a Madrid a las personalidades más relevantes del mundo del arte. Coincidía aquel momento con el gran auge de los curators: eran muchos y extraordinarios, hacían proyectos a nivel internacional que movían a todo el mundo del arte. Harald Szeemann, Nicholas Serota, Germano Celant, Kasper König, Achille Bonito Oliva... Pensé que si les invitaba a hablar de sus proyectos funcionaría... Fue la primera feria artística que introdujo actividades culturales.
M. L. Lo que Juana definió en el 82 es lo que hemos seguido haciendo todos. Una feria internacional, un lugar de encuentro entre profesionales y una feria de discurso, a la que vinieran profesionales a hablar, a enseñarnos, porque en esos años era fundamental. Ahora ese rol del foro es otro pero las bases siguen siendo las mismas. Así que hemos seguido absolutamente su plan. ARCO estuvo muy bien definido desde el principio.
P. ¿Cuál es hoy su papel?
M. L. El papel de ARCO tampoco ha cambiado: es ser mercado y lugar de encuentro profesional, es la suma de esas dos cosas. La feria se ha profesionalizado y esa idea de estructura cultural está muy expandida. Lo que más trabajamos ahora es que los coleccionistas vengan y se relacionen con las galerías. Y tenemos una idea muy afinada de cómo hacer que esto funcione.
El Cultural en ARCO
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P. ¿En qué se distingue ARCO de otras ferias? ¿Cuál es su identidad?
J. A. Yo creo que ARCO se caracteriza por su público, es lo más diferente que tiene con respecto a otras ferias. El público de Madrid no lo tiene ninguna otra feria. Es verdad que se considera ARCO como lugar de encuentro y en sus pasillos pasan cosas. Ese ambiente, esa alegría contagiosa no se ve en otras.
M. L. Tiene una dimensión muy humana, desde su origen. Tiene mucho que ver con cómo somos. Yo destacaría también la idea de descubrimiento. ARCO es una feria donde no encuentras la obra más cara de la historia, pero todos los directores de museo, muchos coleccionistas me dicen “me encanta ARCO porque siempre descubro a un artista”, y eso es algo que desde la organización potenciamos muchísimo. Con los proyectos de artista, con los Solo Duo, con las secciones comisariadas... el descubrimiento. Que la oportunidad de conocer a un nuevo artista esté siempre latente. Y, por último, la presencia de Latinoamérica. Este año quizá menos, pero es algo en lo que seguimos trabajando porque es un vínculo natural y porque ARCO ha conseguido ser el centro de Europa para Latinoamérica.
A otra escala
P. ¿Qué peso tiene ARCO en el mapa internacional?
M. L. Es una feria que trabaja a otra escala. No puede compararse a Basel, con sedes por todo el mundo y con su nueva aventura en París donde se ha quedado con el Grand Palais para los próximos 7 años. Eso ya no tiene nada que ver con lo que hacemos. Superadas esas ferias que son como grandes empresas, estamos en un buen lugar en ese nivel de internacionalidad. Es para gente que está buscando otras cosas y que piensa en el arte de otro modo, con mucho cariño, con ganas de conocer, de descubrir, es otra experiencia.
“El dinero en España está en manos muy conservadoras. Los grandes coleccionistas privados siguen comprando Monet”
J. A. Desde fuera ARCO se ve como una posibilidad de contactar con el arte latinoamericano porque aquí vienen más galerías latinoamericanas que a otras ferias. Basilea es para esas galerías que son también grandes negocios, con varias sedes y nada personales, y se está poniendo un poco desagradable porque es muy evidente que hacen la feria pensando en estos 15 o 20 galeristas y los demás vamos un poco de comparsa. Aun así sigue siendo la mejor.
P. Y ¿cuál es el perfil del coleccionista que viene a ARCO?
M. L. Es un coleccionista que trabaja con sus galerías. El comprador que busca esa pieza que va a vender el año que viene por el doble, ese no viene a ARCO, no es su lugar. Es el lugar al que venir a buscar una obra con la que quieres convivir, con la que quieres ampliar tu colección. Vienen también advisors que hacen un gran trabajo. Si antes eran los curators ahora es su momento. Llevo 10 años aquí y al principio apenas hablábamos de ellos y ahora tenemos un programa específico, vienen y compran para varios coleccionistas.
J. A. El que viene a ARCO es un coleccionista con poder adquisitivo medio, que le gusta comprar a él, amante del arte. Pero el coleccionismo español no acaba de potenciarse. Y nos salvan las empresas que han creado fundaciones y con ellas colecciones que compran en la feria. Las galerías no podemos vivir del comprador ocasional que compra un cuadro para encima del sofá y otro para el comedor, pero los grandes coleccionistas privados en España todavía siguen comprando Monet, Van Gogh y Picasso, no se arriesgan con los jóvenes. El dinero en España está en manos muy conservadoras. Las empresas han hecho mejores colecciones de arte contemporáneo que los particulares, que no acaban de entrar y que son los que nos faltan.
Tres directores entre Ifema y las galerías
Rosina Gómez-Baeza
Encargada del área de nuevos proyectos feriales de Ifema a principios de los 80, cuando ARCO solo era una idea en la cabeza de Juana de Aizpuru, fue su directora durante 20 años, estando al frente de la feria desde 1986 a 2006.
Lourdes Fernández
Llegó en 2007 y le tocó lidiar con algunos de los momentos más críticos. A la crisis económica se sumó la de la propia feria que en 2009 celebró una de las ediciones con más tensiones que se recuerdan entre Comité y galerías. Dimitió en 2010.
Carlos Urroz
Se estrenó en 2011 para recuperar la confianza de las galerías y lo logró con creces. Se propuso acercarse a Latinoamérica y también lo consiguió. En 2019, codirigió ARCO con su mano derecha, Maribel López, cediéndole el testigo.