Los reencuentros y la ceniza estelar
Cristina Lucas arroja ahora su personal mirada a esta feria a la que viene desde adolescente. No se la pierdan en el stand de Albarrán Bourdais
24 febrero, 2022 01:26A pesar de que la última pandemia ha favorecido toda serie de ferias y plataformas digitales, la necesidad del encuentro es la característica fundamental de esta edición. Pensamos en ARCO como un gran crisol donde conviven los agentes del arte de diversas generaciones y procedencias, habitando una gran nebulosa estelar donde esperamos que tengan lugar afortunadas conexiones capaces de crear nuevos elementos, corrientes, amistades, sucesos… Siempre fue así, desde la primera vez que recuerdo haber participado. Y es imposible que en este proceso de intercambios se prescinda de la presencia tangible de las cosas y de las personas; de esa combinatoria, casi alquímica, que tiene lugar misteriosamente bajo las condiciones adecuadas. La física social responde casi en paralelo a la física de la materia ya sea newtoniana o cuántica.
La emergencia climática, ecológica y sanitaria es la estructura transversal que en esta 40 (+ 1) edición se presenta como insoslayable. Los trabajos que presento en la galería Albarrán Bourdais atienden a este proceso relacional desde una empatía con lo mineral. Stardust (2022) pertenece a una serie de composiciones que tuvieron su génesis en plena pandemia. La obra se nos aparece como una nebulosa en la que conviven e interactúan los elementos químicos que constituyen nuestros cuerpos. Estos fueron creados en las estrellas, como el astrónomo Carl Sagan nos explica en su mítica serie Cosmos. Tras el Big Bang, los átomos se fusionaron una y otra vez expandiéndose por todo el universo a partir de explosiones de supernovas. Se crearon elementos químicos más complejos cuya combinatoria hizo surgir una fórmula capaz de crear vida en nuestro planeta. Siempre tomando el carbono como la base molecular, tanto de plantas como de animales. Y no es una historia lejana, ni en el tiempo ni en el espacio, es la historia de nuestros propios átomos, de nuestro propio ser, alquimia de ceniza estelar.
Me llama la atención la obsesión de los visitantes por inmortalizarse con obras de fondo. Ese 'self-portrait' como autoafirmación
La primera vez que visité la feria fue en su octava edición, yo tenía 17 años. Seguramente Sagan ya era mi influencia más destacable entonces. Aunque no se me ocurriera mirar las obras bajo un prisma cósmico, sentí que aterricé en otra galaxia, en un contexto difícil de descodificar para mí. Aquel encuentro con lo contemporáneo fue muy inquietante y motivador, hice fotos de todo en 35mm. Muchas de las imágenes resultaron difíciles de ver. En la mayoría aparecía mi propia silueta, por azar, debido a la cantidad de reflejos, brillos y sombras que no conseguía eliminar. Hoy, con los teléfonos móviles y las redes sociales, las obras vuelan por el ciberespacio y, en muchas ocasiones, son el fondo de un selfi. Me llama poderosísimamente la atención la obsesión casi compulsiva de los visitantes de la feria por inmortalizarse con cuadros, esculturas e instalaciones de fondo. Las obras, antes, pero sobre todo ahora con la irrupción del móvil (extensión de nuestro cuerpo y mente), forman parte ineludible de nuestra imagen y nosotros de los reflejos de lo trascendente.
Esta insistencia por el self-portrait como autoafirmación y hacedor de sentido se impone como uno de los comportamientos primarios de nuestro tiempo. Quizás debido a eso me gusta pensar estas composiciones –realizadas exclusivamente con elementos químicos compartidos con el ser humano– como dispositivos que responden también a esta necesidad del retrato/espejo. Comparten la materia que nos emparenta con el todo cósmico y a la vez con lo particular. Son estructuras especulares y simétricas a cualquier ser humano y aunque no se trata de reducirnos a pura materialidad empírica, olvidarnos de ella sólo trae erróneas consecuencias que experimentamos en nuestro momento histórico.
Es la utilización que hacemos de estas materias que nos conforman el gran tema a debatir. Ha de ser un uso respetuoso y sostenible, de lo contrario la siguiente generación padecerá seria escasez. Creo que son estas las bases de la conciencia ecológica. Mirarnos al espejo y entender, empatizar con esa profunda unión entre lo mineral y elemental de lo que estamos compuestos. Paisaje, sociedad e individuo se constituyen en un continuum del que hemos de ser habitantes y militantes.
La estética se nos ofrece como la última oportunidad salvífica de la cuestión… ARCO incorpora cada vez más estos debates a la celebración de la feria, transformando los soplos de la libertad que se respiraba en los ochenta en vientos frescos y energías renovables. A consultar en su guía de participación sostenible para expositores. Soplemos en esa dirección.