No sabemos si es verano o es invierno, si es de día o de noche, pero la oscuridad acecha y el silencio ensordece. Parece que el aire circula silente pero se escucha su transitar, los oídos lo perciben. Los ojos empiezan a acostumbrarse a la penumbra y se siente la densidad del ambiente. Las imágenes terminan de esclarecer lo que vemos en la pantalla: por un momento, las pinturas negras de Goya han cobrado vida y, con ellas, la casa donde originalmente fueron pintadas.
Así es La Quinta del Sordo, la propuesta fílmica que Philippe Parreno ha instalado en la sala 67 del Museo del Prado ofreciéndonos la posibilidad de viajar al pasado y de observar las pinturas en un lugar extinto desde 1909. Esta película de ciencia ficción (así lo define el propio artista) se proyecta junto a las estancias dedicadas a estas 14 obras que aún mantienen un halo de misterio. De esta manera, el artista francés ha convertido la pinacoteca en una sala de cine que nos transporta a 1823 o, quizá, a 1825.
El proyecto de Parreno surgió al calor de la gran exposición que la Fundación Beyeler de Basilea le dedicó al pintor de Fuendetodos el pasado año. "Los responsables de la muestra decidieron exponer a Goya en un contexto de modernidad y se plantearon el problema de cómo mostrar su obra junto a su propia colección", recuerda Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación del museo. La solución fue unirlos a través de la mirada de un artista contemporáneo como Parreno.
"La película contiene parte de mis obsesiones. Creo que el arte y el objeto artístico producen un espacio que es invisible para los ojos y este espacio nos atormenta. Esto queda claro cuando vemos las pinturas en conjunto creando una cosmogonía", señala Philippe Parreno. La Quinta del Sordo es, en su esencia misma, "un intento de mostrar esta cosmología que nos sumerge en un espacio que ya no existe pero que sigue expectante", añade.
Para filmar las imágenes que ahora vemos Parreno utilizó cámaras ultrarrápidas (500.000 fotogramas por segundo) y reconstruyó la casa y el jardín en tres dimensiones para hallar la acústica original del lugar. Para ello, ha colaborado con el director de fotografía Darius Khondji, la montadora Ael Dallier Vega y el diseñador de sonido y ganador de un Oscar Nicolas Becker, con Lexx, un productor musical, ingeniero y coinventor y cofundador de Bronze, una nueva plataforma y formato de música generativa e inteligencia artificial.
Lugar fantasmagórico
Lo que el artista ha conseguido son unos planos tan cercanos que Saturno parece escrutarnos mientras devora a su hijo creando una atmósfera atosigante. En realidad, Parreno "nos propone una visión intrigante de las pinturas negras. Su mirada sobre Goya es vivificadora y estimulante", afirma Úbeda. Paradójicamente, esta película nos permite oír la pintura de un Goya que ya estaba sordo.
El filme de 40 minutos de duración plantea la cuestión de la imagen y el espacio. "Entre los datos están estos dos elementos que constituyen nuestras realidades, un vínculo indisociable que no se rompe. Un juego de prestidigitación entre un espacio que se pierde jugando a ser una imagen, e imágenes que tratan de producir un espacio. En la película, seres 'ocultos' e 'invisibles' aparecen y desaparecen", confiesa Parreno.
A través de esas imágenes entramos en La Quinta del Sordo, casa en la que Goya vivió hasta su exilio en Burdeos, y redescubrimos Duelo a garrotazos, El aquelarre o Perro semihundido, pinturas de tonalidades oscuras y temáticas tenebrosas que inquietan a cualquier visitante. Al mismo tiempo, asistimos a un lugar fantasmagórico que el artista creó entre 1819 y 1824 al pintar directamente sobre las paredes de los dos pisos de la residencia.
El fuego repiquetea, la luz cruza el espacio, los reflejos de las luces en las pinturas parecen faros y un rayo augura tormenta. Durante 40 minutos Parreno consigue que seamos partícipes de un mundo oculto y nos acerca a un espacio que, ahora antropomorfizado, se vuelve a llenar de vida. Aunque abruma. En definitiva, hemos hecho un viaje en el tiempo que por un instante nos ha hecho creer que La Quinta del Sordo no es un fantasma del pasado.