Pensemos en que nos daría más miedo: ¿dos pequeñas moscas dormidas? ¿una flor que se pudre? ¿un sello que se descompone sin motivo? ¿una casa con una distribución que se sale de lo ordinario? ¿o imaginar que un cuerpo que se apoya en una muleta algún día puede ser el nuestro? No son amenazas especialmente agresivas y, sin embargo, nos enfrentan con situaciones fuera de nuestro control.
Nos recuerdan lo que no queremos que pase –la decadencia– o lo que no entendemos –una situación extraña–. Parece que este temor a lo desconocido es endémico, y cómo hemos reaccionado como sociedad ha ido articulando nuestro mundo.
Los comisarios Andrea Bagnato e Iván L. Munuera se han fijado en dos agentes asociados a esta idea de desasosiego: los virus transmisores de epidemias y los cuerpos enfermos, estudiándolos desde el nivel microscópico hasta la escala macro de los sistemas sociales. Ambos son criaturas, seres vivos que habitan en un mismo ecosistema. Todos vulnerables, frágiles.
Los nueve artistas y arquitectos aquí reunidos reflexionan sobre quién provoca el medio propicio para la nueva enfermedad
La investigación comenzó en 2018, por tanto es previa a la Covid-19, y ha sumado voces de diferentes campos y geografías para reflexionar sobre las consecuencias de las plagas, comenzando por la malaria y el VIH: origen, desarrollo, reacciones e imaginarios asociados a un concepto, el de epidemia mortal, que parecía ya caduca.
Dentro de este proyecto, la exposición se plantea como un espacio donde poder continuar el diálogo y abrirnos la posibilidad de un cambio de postura: ante el miedo y la reacción primaria de control y marginalización para defendernos de lo desconocido, el estudio y análisis más allá de los discursos y políticas hegemónicos de control, nos da nuevas opciones de aceptar nuestra vulnerabilidad y pensar otras formas de cuidado.
Los nueve artistas y arquitectos reunidos en esta muestra reflexionan sobre quién provoca el medio propicio para la nueva enfermedad, a quién afecta y a quién se busca curar. Todas las obras se ven atravesadas por esta mirada atenta a las condiciones de producción humana en nuestro régimen colonialista occidental, cuya intervención directa ha cambiado las condiciones de equilibrio.
Y cada una de ellas nos ofrece una oportunidad poética, no exenta de ironía, para acercarnos estas historias de pasajeros desconocidos a través de documentación, maquetas de escala uno-uno, dibujos, objetos y cuentos inventados para poder sacar a la luz estas entidades –mínimas y grandes– creando nuevas zonas de contacto y otras formas de contagio.
El primer ejemplo ya introduce esta condición conceptual, estética y propositiva desde el arte y la arquitectura. Pratchaya Phinthong lo hace a través de la documentación sobre la mosca tsé-tsé y el diseño de una “tienda de campaña-trampa” alternativa desarrollada por el artista y científicos, gracias a programas artísticos como la Documenta 13 o les Ateliers de Rennes desde 2012.
Este insecto se expandió por la tala indiscriminada de árboles y mató a miles de personas en Centroáfrica. Se intentó erradicar con técnicas que supusieron una agresión y destrucción de la naturaleza, usando desde arsénico hasta la radiación con iones, y que mató así las posibilidades de supervivencia de poblaciones enteras que tuvieron que migrar.
El acierto de la exposición es reunir proyectos con indagaciones profundas, con coherencia entre entre imagen y diseño
En la sala encontramos una foto de una vitrina que estuvo en Kassel y en la que había dos moscas dormidas juntas, una de las tiendas de campaña y el vídeo intervenido de la campaña para el fin de esta enfermedad, pero del que ya sólo nos queda el audio y el texto, no la imagen. Ese juego de velado y desvelado de la información no es casual, es reflejo también de cómo se expone la información y las políticas sanitarias en este país, algo que además nos cuentan con precisión en la cartela y el texto disponible en sala.
Creo que este es el acierto de esta exposición: reunir proyectos con indagaciones profundas, relatadas con coherencia entre contenido y forma, entre imagen y diseño, y no sólo como un informe frío de datos. Criaturas vulnerables entiende que hay que crear nuevos espacios, físicos o no, para pensar juntos sobre los movimientos de estos cuerpos: el del virus, el nuestro y el del que no consideramos –el del enfermo, el del estigmatizado, el del migrante–.
Así nos colocan más allá de la concepción higienista y desarrollista capitalista de un cuerpo joven y sano, siempre bello y dentro de la norma, y también siempre apto para trabajar.
La belleza se encuentra, por tanto, en pensar en el contagio como contacto, y en el contacto como resistencia política, capaz de proponer alternativas a la vulnerabilidad con un nuevo estatus de equilibrio que abraza la condición de fragilidad.
Lo hacen también el magnífico documental de Isil Egrikavuk sobre una entrevista a un médico iraquí exiliado en Missouri que busca la vacuna de la gripe aviar mientras Estados Unidos invade su país; o el vídeo de la descomposición virtual de un sello de la artista india Himali Singh Soin, en el que se unen dispositivos nucleares, espionaje, fronteras, montañas inaccesibles que se vuelven símbolos nacionales y controles opresores en la China actual; también la encontramos en las esculturas e instalaciones de Pepe Espaliú, Monica Bonvicini, P. Staff o Michael Wang, y los nuevos aires, palpables y transitables, de las habitaciones de C+arquitectas o all(zone).