El trabajo de un fotógrafo no siempre es una tarea sencilla. Hay tomas que requieren de una cierta condición física para adaptarse al terreno. Que se lo digan si no a José Manuel Ballester, que se ha subido a un helicóptero para captar la complejidad de una autopista de siete carriles en Toronto o se ha enfundado en un traje especial con una bombona de aire para fotografiar el trabajo de una tuneladora a varios kilómetros de profundidad en Londres. Estas instantáneas forman parte de Creación en movimiento. Ferrovial en la mirada de José Manuel Ballester, una exposición en la segunda planta del Espacio Fundación Telefónica con más de 40 fotografías de gran tamaño que acercan el trabajo de la constructora en diferentes ciudades del mundo.
Se trata de la segunda parte de un proyecto que arrancó con motivo del 60.º aniversario de Ferrovial y ahora que se encamina a su 70 cumpleaños Ballester ha recogido las obras hechas y por hacer de la empresa española a través de su particular mirada. Este proyecto le ha llevado a recorrer más de 30.000 kilómetros por diferentes puntos de Estados Unidos, Canadá, Chile, Perú, Colombia, Francia, Reino Unido o España. “Ha sido un año intenso pero también ha sido interesante ver su dinámica. Mi compromiso como artista era mostrar a través del arte qué hay detrás de una multinacional multifuncional”, cuenta a El Cultural José Manuel Ballester.
Autopistas, estaciones de metro y agua potable
Estas imágenes, seleccionadas por las comisarias María de Corral y Lorena Martínez de Corral, nos llevan a transitar por autopistas de Dallas, Toronto, Toowoomba o Virginia; aeropuertos de Londres o Glasgow; puentes de Canadá o Eslovaquia; conjuntos históricos como la Plaza Mayor de Madrid o el Palacio de Cristal; túneles bajo el Támesis o Los Andes, y el ITER, en Francia. “Hay imágenes complejas que exigían cierto nivel físico. Tienes que ser versátil para estar al máximo nivel. Para introducirte en túneles profundos que tienen varios kilómetros de recorrido te proporcionan una preparación para saber cómo actuar en caso de explosiones o fugas de gas”, apunta Ballester.
Para estos casos es necesario adaptar el equipo fotográfico con el fin de evitar que se estropeen, como ya le ocurrió cuando acudió a una planta de gestión de residuos en Barcelona a más de 50 grados de temperatura y con una alta emisión de gases. El resultado de su recorrido (casi un viaje por semana) es una colección de imágenes de gran formato que evidencian la complejidad de la labor de la empresa que cubre el ciclo completo de la vida de una infraestructura, desde su diseño y construcción, hasta su gestión y mantenimiento.
A Ballester le impresionó escuchar el ruido y ser testigo de la velocidad y la dinámica de nuestro mundo cuando trataba de obtener una vista de la autopista de siete carriles. “Cuando estás en tu coche no eres consciente de estar metido en un circuito que va a toda velocidad, te integras y quieres llegar a tu destino cuanto antes. Sin embargo, cuando sales al plano del espectador te das cuenta de ese mundo tan acelerado que tenemos”, aprecia.
Sin embargo, uno de los proyectos que más impacto han tenido en el fotógrafo es el de ITER, un centro de fusión nuclear que se está construyendo en Cadarache (Francia), un proyecto multinacional en el que participan ocho países que se encuentra en fase experimental y que intenta usar la energía de fusión para evitar el problema de la radiactividad, o el trabajo de llevar agua potable a las zonas más deprimidas de Perú o Colombia.
En este sentido, Ballester cree que “la idea que tenemos de una constructora es que se mueve en el mundo del hormigón y la sociedad tiene una visión que no creo que se corresponda con la realidad. Este proyecto trata, precisamente, de ofrecer toda la información para tener otra visión y ver cómo sus proyectos responden en función del modelo de la sociedad”.
Un documento sobre la belleza de la ingeniería
En realidad, este proyecto documental y creativo revela la complejidad de los procesos constructivos y plasma la belleza de la arquitectura y la ingeniería. Para el artista se trata de mostrar “cómo se diseña el mundo”. Ahora que el entorno urbano ha ido absorbiendo al mundo rural y las ciudades se han vuelto cada vez más complejas y sofisticadas, uno de los retos es convertir las ciudades en espacios lo más habitables posible. “La España vaciada es una realidad que se hace más evidente que en otros países. Sabemos que el futuro está en las ciudades y, por eso, hay que concentrar la atención en que estas sean lo más humanas y lo menos contaminantes posible”, destaca.
Si bien algunas de las obras que vemos en las imágenes están acabadas, otras están en proceso de construcción. A Ballester le interesan estas últimas porque existe un “deseo y un esfuerzo de generar algo de una complejidad que requiere de la coordinación de muchos equipos de personas que en conjunto pueden hacer ingenios como carreteras, edificios o pirámides”. La muestra capta, a fin de cuentas, grandes obras que retan la capacidad del ser humano ante las dimensiones de estos trabajos.
Aunque se aprecia cierta ausencia de humanos en las imágenes que componen esta exposición, existe su presencia a través de las huellas que dejan en el espacio en el que vivimos. “Nuestra evolución nos ha hecho dependientes de una escenografía donde vivir, es un nido protector porque la naturaleza nos resulta cada vez más hostil. El homo urbanus tiende a desconectarse de la naturaleza y a idealizarla al mismo tiempo pero esta es dura y cruel, no es para nada idílica”, relata.
No obstante, al tiempo que el ser humano ha ido creando y construyendo sociedades cada vez más complejas también ha ido dejando huellas negativas sobre el planeta. Para Ballester, hoy en día “toda actividad es cuestionable, estamos en un momento de incertidumbre porque los modelos del siglo pasado no sirven. Se nos han acumulado muchos retos y algunos de ellos requieren medidas urgentes. ¿Cómo se explica, sino, que sin haber entrado aún en el verano en Madrid estemos a más de 40 grados?”, lamenta.
La pandemia, de hecho, ha retrasado esta exposición pero al mismo tiempo le ha permitido digerir el proyecto, verlo con perspectiva y tomar decisiones con otra quietud. Así, este trabajo ofrece una mirada sobre cómo la ingeniería interviene en la naturaleza para adaptarla a las necesidades del ser humano. “Cuando conduzco por una autopista o cuando abro el grifo, ahora sé que detrás hay todo un despliegue tecnológico y un esfuerzo al servicio del ciudadano. Yo creo que esto no se conoce lo suficiente. Con mi trabajo -concluye Ballester- intento también valorar ese esfuerzo”.