Artesantander 2022: gran pequeño formato
La feria internacional de arte contemporáneo vuelve a abrir sus puertas acertando en mantener el formato y con una selección cuidada
16 julio, 2022 02:53Entrever qué vamos a encontrar en la 30º edición de Artesantander se convierte en un ejercicio de análisis y memoria que serviría para replantear dos las grandes preguntas del sector: ¿es la práctica artística sustentable? Es decir, si se puede vivir del oficio. Y ¿cuál es su dimensión sostenible? En definitiva, cuáles son sus relaciones conceptuales y materiales con el entorno, humano o no. Son cuestiones que desde la crisis pandémica todo el mundo se hace, y que en el mundo del arte contemporáneo, sobre todo los artistas, llevan planteándose décadas. No quiero crear una expectativa falsa, no existe una respuesta definitiva, pero al menos podemos encontrar algunas intuiciones.
Empecemos por el final: el campo del arte se debería entender como un lugar de experimentación para construir otros modos de percibir y hacer, actuando desde el pensamiento poético, que admite lo que la productividad no. Puede ser, y algunos así lo desean, lo categorizan y aíslan, un lugar de descanso estético. Pero, sobre todo, interesa cuando además activa una reflexión radical. Desde ella, aunque sea por una actuación mínima, las posibilidades de transformación se expanden. En este sentido, es totalmente y necesariamente sostenible (aunque en la agenda 2030 de la ONU cualquier manifestación cultural no tenga cabida). Y lo podremos ver en algunas de las propuestas presentes en la feria.
Y llegamos a un principio. El principio de existencia de una feria: si que los artistas trabajen es imprescindible para una sociedad, habrá que crear las condiciones necesarias para que puedan hacerlo. No es sólo una cuestión económica, que lo es, sino también de engranaje social, de formas de relacionarse y compartir conocimiento. Por ello, aquí la intuición apunta que es necesario que exista un tejido, una red flexible con diferentes puntos de apoyo que posibilite, en las condiciones socioeconómicas actuales, un buen hacer.
Que en Santander exista una exposición comercial de arte desde 1992 puede responder a una realidad coyuntural de aquellos años, entre la existencia de una tradición coleccionista de la alta burguesía y un deseo de modernidad, en el que la existencia del arte contemporáneo era clave. Después de ese año ya íbamos a manejar la palabra "crisis" dentro del vocabulario cotidiano, pero aún y hasta entrados los 2000, se podía ver un interés por el contacto con las nuevas expresiones y la existencia de un incipiente coleccionismo, con sus galerías y espacios alternativos, en otras capas de la sociedad, además de nuevas fundaciones privadas para la difusión e infraestructuras públicas. Después pareció que se acabó todo: ni apoyo público ni privado.
Llevamos una década reinventándonos, porque los que nos educamos en esos años aún tenemos inscrita la promesa de que se debe poder vivir trabajando (haciendo) cultura. No es una reivindicación pedigüeña, sino la búsqueda de un compromiso por parte de toda la sociedad del entendimiento de la dimensión artística como parte inherente de nuestro ser en comunidad. Para ello es necesario "crear tejido", que vuelva a formarse una colaboración orgánica entre la experimentación, la creación, su sustentación, trasmisión y contagio.
[Berta Cáccamo, mirar adelante, mirar atrás]
En este punto de nuestra historia, no puedo dejar de fijarme con atención en una propuesta como Artesantander: desde 2011 sólo tiene 42 stands de 20m2 cada uno dedicado a un proyecto que la galería en representación del artista presenta a un comité de selección, todo bajo el auspicio de la municipalidad. Sí, hay un componente comercial, pero es otra de las vías de poder apoyar a los artistas y que los visitantes que quieran -la entrada es gratuita- puedan ver propuestas coherentes sin sentirse abrumados.
Se suma además que gracias a su formato pueden acudir galerías y espacios que normalmente se quedan perdidas o fuera de los grandes circuitos anuales: iniciativas que no se desarrollan en las capitales (Antonia Puyó, Nordés, Vanguardia o ATM, con ya trayectorias muy sólidas) que se dedican o surgen de medios como la gráfica o el dibujo (Ethall, Chiquita Room) o que son las jóvenes iniciativas que dan voz a las nuevas generaciones (Pradiauto y Picnic). Junto a ellas, galerías más asentadas (Formato Cómodo, MPA, José de la Mano, Juan Silió) que entienden que es una oportunidad de encontrarse con la calma que da este tamaño y este contexto, de tardes frescas junto al mar.
Por las mañanas de la semana de la feria junto al palacio de la Magdalena, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo lleva organizando los últimos nueve años un curso dedicado al coleccionismo, este año al ejercido desde los centros de arte. Alianzas muy bien pensadas. Vuelvo a insistir, porque al final el ritmo relajado y el tamaño abarcable hacen que esta edición pueda adivinarse como un lugar para descubrir, para los profesionales, pero también para cualquier persona que quiera acercarse, y no sentir una distancia que las prisas y los grandes eventos pueden transmitir.
Propuestas destacadas
Leyendo sobre los proyectos que se van a poder encontrar en Artesantander 2022, mi intuición me hace pensar en lo imprescindibles que son las revisiones de trayectorias como la de Juan Hidalgo, nombre imprescindible de ZAJ y de las rupturas conceptuales, con piezas desde el año 1969 de flores eróticas; la apuesta de Berta Cáccamo que trae Formato Cómodo, con diálogo entre pintura y dibujo, entre composición y error; y el rescate del asturiano Manuel Calvo y la serie "mécanica" de 1963, abstracción geométrica en papel que deriva de los gestos de mantenimiento y uso de los herramientas de la estampación.
Me gusta pensar en cómo estas formalizaciones y los conceptos que las sostienen se vuelven a reelaborar en el tiempo, una suerte de genealogía inconsciente: Emmanuela Soria Ruiz en F2 muestra una instalación de formas orgánicas que se inspiran en las historias de Las Metamorfosis de Ovidio en las que las mujeres que se vuelven objetos para huir de la agresión sexual; las composiciones que tiñen forma y soporte en las telas de Elvira Amor, que presenta MPA; y las impresiones de la decadencia de lo fabril en materiales orgánicos como la arpillera de Linarejos Moreno en la galería Daniel Cuevas.
[Futuros abundantes... en el mejor de los casos]
Hay ocho propuestas más que me gustaría apuntar: los registros orgánicos del viento de los dibujos Sara Agudo en Chiquita Room; la reflexión sobre la materialidad de lo digital de Jorge Isla y sus pantallas quebradas en Antonia Puyó; las tramas del cómic, lo que da sustento a la historia, como protagonistas y autoras de los dibujos de Martín Vitaliti en Ethall; Manuel Minch en Juan Siió y su investigación de las huellas de la ansiedad en el interior del cuerpo, exteriorizada a través de la tecnología 3D.
Las esculturas de cerámica, espuma y jabón de Mar Ramón en Nordés, que indaga sobre las relaciones, cuidados y elementos de sustento y protección desde la materia industrial cotidiana; los estudios escultóricos del fallo del sistema en la codificación espacial, y que son frutos de la historia, de Ana de Fontecha en Picnic; Esther Merinero experimenta en Pradiauto con la inmanencia de las sustancias en composiciones en resina y aluminio que unen cuerpos, objetos e historias; y por orden alfabético, la galería Vanguardia trae los cadáveres exquisitos que Txuspo Poyo ha realizado durante 20 años, interviniendo en obituarios de los grandes mitos de nuestra historia contemporánea.
La intuición me recuerda que siempre habrá algún solo project más en la selección que me sorprenda, de eso se trata. Son muchos los artistas que realizan un trabajo continuado y constante, y ellos son también parte esencial de ese tejido que queremos que forme nuestro organismo social.