En este arranque de temporada, saludamos la incorporación al circuito de la galería mexicana Hilario Galguera, con más de quince años de trayectoria y que, al parecer, ha elegido Madrid para representar mejor a su larga nómina de artistas europeos.
Para su debut en la calle Dr. Fourquet, presenta la primera muestra individual en nuestro país del artista belga Peter Buggenhout (Dendermonde, 1963), cuya obra forma parte ya de las colecciones del MoMA, el Pompidou y el Museo Nacional de Arte Moderno de París y la Colección JUMEX en México, entre otras.
Un perro con ojos para los ciegos, título extraído de una escena de la conocida serie televisiva Peaky Blinders, realista y sórdida, reúne siete piezas realizadas durante la última década, formando un puzle complejo y, al tiempo, bastante completo, de un proceso de trabajo precisamente centrado en cuestionar la complejidad del mundo en el que vivimos y la confusión y la perplejidad creciente que sentimos.
Esculturas abstractas, amalgamas ante las que es inevitable sentir rechazo y, a la vez, atracción por lo oculto
Imposibilidad de ver y discernir con claridad que Buggenhout expresa a través de la composición de esculturas y pinturas a partir de objetos o elementos encontrados y de desecho.
No es la primera vez que el artista utiliza la metáfora de la ceguera. Inspirándose en el Evangelio de Mateo, 15:14: “Ciegos guías de ciegos … (ambos caerán en el hoyo)”, en 2012 desplegó una gran instalación en el Palais de Tokyo: una estructura invasiva y caótica se descolgaba amenazante varios metros.
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De aquella serie, toda cubierta de polvo negruzco, podemos ver una pieza en esta exposición, junto a las de sucesivas series en las que ha utilizado como elemento común textiles, tripas de vaca, hinchables, escombros o vidrio, alternando entre monocromos y piezas de brillante colorido, que tal vez aludan al happy entretenimiento que se nos proporciona omnipresente en esta ceremonia de la confusión.
Parece coherente que la falta de transparencia como otro elemento del caos indiscernible en el que vivimos y simultáneamente, la extimidad narcisista pero manchada, se evidencien en las piezas de su última serie realizadas sobre vidrio, con la que Peter Buggenhout, de algún modo, vuelve a la pintura en la que se formó.
Esculturas abstractas y polisémicas, amalgamas ante las que es inevitable sentir rechazo y, a la vez, atracción por lo oculto, o apenas visible. Repulsión o incomodidad ante lo informe, abyecto e impuro en estas piezas que contrastan frente a las superficies visuales y materiales perfectamente empaquetadas a las que estamos acostumbrados.
Quizás, incluso, intuición de un sentido trágico a través del cual el artista espera conectar con el público en España. “El drama es personal, la tragedia es universal”, me dice. Sin duda, el profundo sentimiento ante el expresionismo, común en el arte medieval en España y en los Países Bajos, sigue bien arraigado entre nosotros.