Menchu Lamas (Vigo, 1954) nos recibe en su estudio de Usera (Madrid) expansiva, alegre, con una enorme sonrisa. Acaba de inaugurar en la galería madrileña Marta Cervera (Cuando el color respira, hasta el 12 de noviembre) y ultima los preparativos de Anda-Ven-Vuela, la exposición que, con casi 80 obras de gran formato, inaugura el 1 de octubre en el MUSAC de León.
Conociéndola se entiende su modo de pintar, sobre enormes telas que rebosan colores y formas que celebran la esencia de lo pictórico. Ella, nos cuenta, prefiere crear desde la alegría y la carcajada. Su pintura es una fiesta.
Pregunta. ¿Qué queda de aquella niña que vino de Venezuela con 8 años?
Respuesta. Supongo que todo, porque uno se construye en la niñez. Todo lo que has vivido, todas esas intensidades siguen ahí, tengo muchos recuerdos, y además tengo muchos recuerdos en color. El color siempre tuvo una importancia tremenda en mi vida. Al llegar a Galicia cambiaron los colores. Recuerdo cuando conocí a mi abuela vestida de negro, con su piel blanca, sus ojos azules y sus manos rojas de lavar en la fuente. Esa es la memoria del color.
P. Su trayectoria ha sido muy coherente, desde sus inicios en la fotografía, su trabajo en los colectivos Da Imaxe o Atlántica o su práctica pictórica. ¿Cómo fueron sus comienzos?
R. Empecé a pintar con la muerte de Franco. Éramos jóvenes y teníamos todos los espacios por conquistar. Todo estaba naciendo. Éramos un grupo y estábamos todos mezclados. Vine a Madrid para estudiar fotografía y solo éramos dos mujeres en la escuela, Cristina García Rodero y yo. En Madrid estábamos con Manolo Rivas, Lois Pereiro, Josito Pereiro…
»En Galicia, con Rompente, Julián Hernández, Enrique Macías, allí montamos el colectivo Atlántica con Antón Patiño, Francisco Leiro, Ánxel Huete o Guillermo Monroy. Mezclábamos música con diseño gráfico, pintura o peluquería. Queríamos romper con todo.
"Pinto muchísimo con las manos, acaricio el color y pinto en vertical porque es una forma física de introducirme en el lienzo"
P. ¿Qué significa el color en su pintura?
R. Los colores tienen una vida emocional. El color es un sentimiento, un estado de ánimo. Chus Martínez, la comisaria de la exposición del MUSAC, me decía que cambian los colores de los cuadros que he pintado en Madrid respecto a los de Vigo, y es verdad. Hay una sintonía entre lo exterior y lo interior.
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P. ¿Cómo es su proceso creativo?
R. Mi proceso es mental, llego con una idea que he imaginado y luego dejo que entre el azar. Hay obras que nacen en los sueños. Yo siempre digo que no consigo atrapar nunca el sueño y en el fondo me alegro porque si lo atrapase ¿dónde queda la emoción de la aventura de la búsqueda?
»Primero hay un impulso, una energía pasional que necesitas soltar, luego vas con todo tu cuerpo para llegar a un momento más reflexivo. Yo siempre pongo dos cosas en funcionamiento: el bosque, la naturaleza donde explota el color, y la ciudad, donde la geometría conforta al ser humano. Es una geometría pulsional porque no es rígida.
»A veces hago bocetos, sobre todo en las obras grandes donde tengo que controlar el espacio. La pintura para mí es un espacio real donde me introduzco, pero necesito una distancia porque yo soy muy pequeña con relación a mis cuadros.
P. Usted baila la pintura, pinta desde lo performático.
R. Si, bailo la obra, me dejo llevar físicamente. Pinto con todo mi cuerpo incluso a veces tengo una música dentro, una música que me hace girar. La sensación de la pintura es tan agradable… yo pinto muchísimo con las manos, acaricio el color y pinto en vertical porque es una forma física de introducirme en el lienzo. Me encantan los abrazos y eso es lo que hago con la pintura, la abrazo en su totalidad, penetro en ese espacio donde el tiempo no existe.
P. Su pintura emana una increíble fuerza y libertad creativa.
R. Si te quedas en el lugar que ya conoces ¿qué sentido tiene? Ninguno. Para mí cada cuadro debe tener vida propia, tiene que ser independiente, que pueda volar y que pueda decir ¡aquí estoy yo!
“En el estudio las obras habitan de un modo caótico y se establece un cuerpo a cuerpo con la pintura”
P. Cuéntenos cómo será la exposición que presenta en el MUSAC.
R. El título, Anda-Ven-Vuela, surge de un poema de Carlos Oroza, de quien el año que viene se celebra el centenario. Chus me comentó que sería interesante que hiciésemos una exposición donde se entrara físicamente en un espacio real de un modo inmersivo y el director me pidió además una obra específica para este espacio.
»El MUSAC es un museo con una altura muy grande, las paredes llegan a alcanzar los seis metros, que es hasta donde voy a llegar porque a partir de ahí es una dimensión que ya no es exponible. Quiero que la gente entre en un útero de pintura, ese útero donde te encuentras el bosque y donde vas hallando distintos elementos pictóricos, un bosque lleno de sensaciones.
P. ¿Una pintura expandida?
R. Exactamente. Voy a ocupar suelo y pared y va a haber muchas obras distintas conviviendo que no necesariamente responden a un orden cronológico. Hay un guiño a mi estudio donde habitan las obras de un modo caótico y donde, al pintar sobre el lienzo apoyado en el suelo, se establece una relación de cuerpo a cuerpo con la pintura. Voy a integrar piezas de hace unos 10-15 años con otras recientes. Para mí, las obras no tienen edad, la fecha es irrelevante.
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P. ¿Se trata de construir una nueva obra con piezas terminadas?
R. Sí, en el MUSAC convive todo lo que soy yo. Yo soy cabeza, pies, brazos. Eso es mi obra y es mi cuerpo. Un puzle cromático o un caleidoscopio. Me gustaría que el espectador aprehendiera todas esas facetas: experiencia física y mental, que recorriera la exposición con todos sus sentidos y que lo recibiera como un espacio de libertad, de ahí el título Anda-Ven-Vuela.
»Algo que se echaba de menos es la presencialidad, tenemos que volver a los museos, a encontrarnos, a ir a los bares, a reírnos, a decir tonterías para que surjan ideas nuevas. Mi gran aprendizaje fue ir a los museos, a las galerías, recorrer la ciudad, estar siempre inventando cosas.
»Es muy importante ver las cosas de cerca, ver físicamente, porque la pantalla es un engaño, es como una cueva llena de sombras, debes introducirte dentro de la cueva y recorrerla, introducirte en el útero de la pintura. Eso es lo que quiero conseguir con esta exposición.
“Cuando en el año 79 vi a Rothko me dije ¡olvídalo todo y empieza de cero! Él me dio el bofetón de la pintura”
P. Además de basarse en el color, su pintura tiene un fuerte componente simbólico.
R. Totalmente. Siempre me gustó la síntesis de las formas. Si yo pinto una mano con mucho detalle tú te vas a perder en el detalle, pero en cambio si represento una idea de la imagen de una mano tu mente conecta con el inconsciente de nuestra simbología primitiva. Me interesa el sincretismo de ideologías y símbolos.
P. Es como adentrarse en una caverna neolítica.
R. Si, conecto con los orígenes, la raíz de la pintura, llegando hasta el primer ser humano que coge sangre o pigmento y deja la huella de su mano. A la vez es una representación abstracta, un juego donde la mente lee los símbolos. La mano, el círculo, que significa el principio y el fin, el útero materno, la espiral...
»La espiral es fundamental en toda la parte de inteligencia simbólica, esa espiral, lenta, lenta pero que avanza… La mariposa, la luna, las cariátides –las mujeres que sujetan el peso del mundo–, los pájaros, el caballito de mar, las huellas… Siempre digo que pinto la huella y el vacío que deja esa huella. El vacío ocupa tanto como el lleno. Ese juego me interesa mucho.
P. ¿Dónde se pinta mejor en Madrid o en Vigo?
R. (Risas) La pregunta del millón. Siempre que puedo me escapo, la sensación del mar es fundamental.
P. Es usted oceánica.
R. No, ¡Atlántica! Atlántica total. Vivo en la playa donde el mar es una presencia muy importante con esa luz que lo inunda todo.
P. ¿Cuáles son sus referentes pictóricos?
R. Cuando en el año 79 fui a Nueva York y vi a Rothko me dije: ¡olvídalo todo y empieza de cero! Rothko me dio el bofetón de la pintura, fue como abrir un grifo de colores. Luego yo soy de la generación del pop, de la publicidad. Me identifico totalmente y me encanta. El símbolo en cambio ya estaba dentro de mí. Somos de una cultura, la gallega, donde íbamos más a ver a las meigas que a la iglesia, crecimos en una simbología antropológica.
P. ¿Qué consejo le daría a una pintora joven?
R. Que el arte es todo. Todo lo que el ser humano crea después de haber reflexionado. Yo le aconsejaría que viera todo porque lo que te sorprende, lo que no te gusta, es lo que te hace reflexionar y en la reflexión está el aprendizaje.