Con motivo de su 25 cumpleaños, el Guggenheim muestra 103 de las 145 obras de su colección en la exposición Secciones/Intersecciones. Por primera vez, además, una muestra ocupa los 9.000 metros cuadrados del espacio expositivo del edificio de Frank Gehry.
Elegimos una decena de obras imprescindibles, iconos, algunos tan fotografiados como Puppy, el West Highland terrier gigante cubierto de plantas (1992) de Jeff Koons que recibe al visitante, y la araña de 9 metros de altura, Mamá (1999), de Louise Bourgeouis, cuyo poder de atracción en el exterior del museo es indiscutible.
La materia del tiempo, de Richard Serra, 1994-2005
La sala 104, en la planta baja del museo, es uno de los momentos más singulares de la visita. Estas enormes piezas de acero componen una de las obras creadas específicamente para el centro y sin duda la más espectacular.
Instalación para Bilbao, de Jenny Holzer, 1997-2017
Realizada también para el Guggenheim, está compuesta por nueve paneles verticales de diodos luminosos de doble cara, cada uno de más de doce metros de alto, que muestran mensajes como “Digo tu nombre”.
Sin título, de Mark Rothko, 1952-53
Aunque no fue concebida para un lugar concreto esta monumental obra del artista (299,5 x 442,5), figura central de la Escuela de Nueva York, puede considerarse como uno de sus primeros murales y resulta inusual por su horizontalidad.
Lo profundo es el aire, de Eduardo Chillida, 1996
Reconocible pieza de alabastro del artista vasco, en ella se combina el aspecto externo toscamente tallado de la piedra con un espacio interior arquitectónico sumamente pulido. Deudora del Homenaje a Jorge Guillén de Valladolid.
Rayo iluminando un venado, de Joseph Beuys, 1958-85
Una de las instalaciones más teatrales del alemán que expresa su fascinación por las fuerzas de la naturaleza y es la única realizada en bronce y otros metales. Un misterioso grupo de objetos que concluyó un año antes de su muerte.
La gran Antropometría azul, de Yves Klein, h. 1960
De grandes dimensiones (287,8 x 430 x 4), forma parte de una serie de cuatro obras que representan la apoteosis de la técnica del “pincel vivo”. Evocando a la pintura de historia, el artista se refería a estas obras como sus Batallas.
El hombre de Nápoles, de Jean-Michel Basquiat, 1982
Creado junto a Moisés y los egipcios (también en la colección, a la derecha de la imagen), ambas piezas componen un díptico clave para la comprensión del desarrollo de la obra de Basquiat durante los años 80. El humor, la ironía y el primitivismo definen esta representativa pintura.
Mural n.º 831 (Formas geométricas), de Sol LeWitt, 1997
Ideado por LeWitt para una galería amplia de la segunda planta del museo. Las formas geométricas irregulares se doblan con la pared curvada de la arquitectura de Gehry para que la pintura se fusione y transforme la sala.
Hogar, de Mona Hatoum, 1999
Lejos de la idea de refugio estos “hogares” de la artista de origen palestino transmiten malestar. Adopta aquí la forma de la cocina y los distintos utensilios sobre la mesa están conectados entre sí. Un programa controla la iluminación y el sonido de las chispas.
Solo con el viento, el tiempo y el sonido, de Anselm Kiefer, 1997
Perteneciente a un conjunto de obras de gran formato que incluye pirámides y otras estructuras antiguas, Kiefer comenzó esta serie en 1996 inspirándose en fotografías de sus viajes por América y Asia.
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