El Guggenheim supone un antes y un después en la historia de los museos españoles, y en la de Bilbao. De repente la galaxia Guggenheim, consolidada entre Nueva York y Venecia, recalaba en la ría de Bilbao. De repente el arte podía contribuir a transformar una ciudad, a redefinirla.
Único forastero invitado a formar parte de la comisión asesora del proyecto Guggenheim, yo todavía estaba lejos de dirigir museos. Ahí aprendí mucho de la mecánica de estos. Una vez al mes, tomaba el camino de Bilbao, en un tren de noche que ya no existe. Nos reuníamos en la Diputación Foral de Vizcaya.
La comisión era secreta, hasta que el secreto lo reventó un periodista de El Mundo. Cuando me encontraba con algún amigo por las calles de la ciudad, le contaba que había venido a tomar unos pinchos.
Único forastero invitado a formar parte de la comisión asesora del proyecto Guggenheim, yo todavía estaba lejos de dirigir museos
En la comisión, a la que en una ocasión acudió Gehry, participaban personas a las que en su mayoría ya conocía. De las que no, llamaron poderosamente mi atención tres que desgraciadamente ya han desaparecido.
El primero fue Alfonso Zorrilla de Lequerica, coleccionista de Las Arenas, cuyo amplio apartamento era una guarida prodigiosa, en la que coexistían Iturrino, María Blanchard, Marinetti vía dedicatorias a José Félix de Lequerica (tío de Alfonso), el Luis Fernández más zurbaranesco, Carlos Alcolea y otros pintores de Buades… Hace poco la viuda de nuestro amigo publicó un magnífico volumen sobre la colección.
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La segunda baja en aquella tropa fue Javier Viar, sucesor de Miguel Zugaza en la dirección del Bellas Artes, y que también lo hizo muy bien. Guggenheim y Bellas Artes son museos no antagónicos, sino complementarios.
Y finalmente, hace unos meses murió el impulsor del proyecto, el entonces consejero de Cultura, Joseba Arregui. Un político visionario, que por lo demás terminaría entrando en disidencia respecto de su partido. Un político inolvidable, que si al principio parecía que estaba como de oyente, luego supo profundizar en el conocimiento de la problemática museística, e incluso en cuestiones estéticas.
Recuerdo los dos viajes que hizo la comisión. El primero nos condujo a Colonia para ver a Michael Werner, y de ahí al castillo próximo a Hannover donde vivía Baselitz. En el avión de ida yo iba sentado junto a Arregui. Me sorprendió hablándome de la pintura de Rothko con un gran conocimiento de causa.
En el estudio de Baselitz, al que nos llevó Thomas Krens, me llamó la atención que tuviera el “Zervos”. Como me vio amigo del papel impreso, le pidió a uno de sus asistentes que me enseñara un bello volumen de bibliofilia que había hecho con Joseph Brodsky.
Eran muy interesantes nuestras discusiones, en las que se empezaba a construir lo que sería el proyecto
El segundo viaje nos condujo a Nueva York, donde visitamos la casa madre y sus almacenes, y una casa de subastas, me parece que Sotheby’s, donde nos enseñaron obras maestras absolutas de Pollock, Kline, Rothko o Twombly, así como piezas relevantes de artistas pop como Lichtenstein o Warhol.
Poco tiempo después, aquella comisión desapareció, y me desvinculé del museo. Eran muy interesantes nuestras discusiones, en las que se empezaba a construir lo que sería el proyecto. Juan Ignacio Vidarte entonces empezaba a perfilarse como el gran gestor que luego sería.
No recuerdo si alguna de las cosas que vimos en los dos viajes mencionados finalmente se compraron. Me parece que no se concretó la adquisición de ninguna de las piezas que vimos en el segundo. En cualquier caso, el enorme Rothko en rojos y amarillos comprado más tarde por el museo, es una obra maestra absoluta.
El comisario EEntre las últimas, una de las más fascinantes ha sido la de las abstractas, coproducida con el Pompidou. Ha habido también muy buenas muestras sobre el París de las vanguardias, el arte en la Francia ocupada, o Brasil.
Y retrospectivas como las del aduanero Rousseau, Braque, Chagall, Boccioni, Schiele, Beckmann, Kandinsky, Morandi, Anni Albers, Calder, Michaux, Giacometti, Louise Bourgeois, Dubuffet, Fontana, Rothko, Lee Krasner, Helen Frankenthaler, Twombly, Bacon, Oteiza, Chillida, Tàpies, Saura, Palazuelo, Yves Klein, Rauschenberg, Warhol, Rosenquist, Oldenburg, Artschwager, Alex Katz, Hockney, Soto, Lygia Clark, Richard Serra, Bill Viola, Gerhard Richter, Kiefer, Baselitz, Clemente, Basquiat, David Salle, Anish Kapoor, Thomas Struth, Olafur Eliasson, Ernesto Neto... De fábula.
En una hora en que está de moda criticar las franquicias, creo que esta funciona, lo mismo que la del Pompidou en Málaga. Y a propósito de la ciudad del Paraíso, como la llamaba Vicente Aleixandre: como Arregui, Paco de la Torre, su alcalde, es un político que cuando habla de arte, sabe de lo que habla.
Juan Manuel Bonet, crítico y escritor, formó parte de la comisión asesora del proyecto del Guggenheim Bilbao, luego sería director del IVAM, del Reina Sofía y del Instituto Cervantes.
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