Banksy, el grafitero más famoso y controvertido del mundo, ha dejado su reconocible huella en la guerra de Ucrania. Así lo confirmó la semana pasada en su cuenta de Instagram, al asumir la autoría de una pieza en la que se ve a una niña haciendo el pino sobre las ruinas de un edificio bombardeado en Borodianka, localidad a 54 km de Kiev.
En varios puntos del país aparecieron otras seis obras con el inconfundible estilo del artista callejero, que a pesar de cotizar cifras astronómicas en el mercado del arte mantiene el anonimato. Según el diario especializado The Art Newspaper, Banksy ha confirmado que también son de su autoría.
En uno de ellos se ve a un practicante adulto de judo (probablemente Putin, que es cinturón negro en este arte marcial) siendo derribado por su contrincante, un niño. Los niños son de hecho los protagonistas de varias de estas obras callejeras, en una clara alusión a que son quienes más sufren las consecuencias de los conflictos bélicos.
Otra de las piezas convierte una trampa metálica contra tanques en un balancín sobre el que juegan dos niños. En dos de ellas aparecen niñas practicando gimnasia sobre las ruinas de edificios devastados.
En otra de ellas, un hombre barbudo toma un baño, mientras que una sexta muestra a una mujer ataviada con rulos en la cabeza, una máscara de gas y portando un extintor.
Una séptima pieza aprovecha una burda pintada preexistente de un pene, que reconvierte en bomba nuclear montada sobre un camión acorazado. Una obra que puede ser vista como una alegoría del exceso de masculinidad tóxica que conduce a las guerras.